La huelga convocada por el metal en la demarcación de Barcelona no solo ha conseguido cerrar accesos vitales a la capital, sino que ha afectado a la industria del automóvil. Dos líneas de producción de la fábrica de Seat en Martorell, el centro han visto interrumpida su actividad debido a la falta de suministros de los proveedores afectados por la huelga. La interrupción del suministro de componentes clave ha incidido con especial gravedad en la línea 2, precisamente donde se fabrican dos de los modelos más rentables y con mayor proyección internacional del grupo: el Cupra León y el Cupra Formentor.

Estos vehículos son piezas clave en la estrategia global de la multinacional. El objetivo inmediato es "minimizar" un impacto que, si se prolonga, podría tener repercusiones en las redes de exportación y en la ejecución de los planes de producción para todo el trimestre. La incertidumbre es total, y los trabajadores de la planta observan con preocupación cómo el conflicto de un sector como el metal puede acabar afectando a su propia estabilidad.

Mientras la fábrica de Martorell ralentiza su ritmo, Barcelona ha vivido una jornada de caos viario. Desde las primeras luces del día, centenares de huelguistas han cortado algunos de los accesos más críticos a la ciudad, como las Rondas de Dalt y Litoral, así como ejes hacia las zonas industriales del Baix Llobregat. Las imágenes de kilómetros de colas de vehículos y la irritación de los conductores han llenado las pantallas de televisión y las redes sociales, poniendo una presión mediática adicional sobre ambas partes en conflicto.

Los piquetes informativos, siempre con una presencia de los Mossos d'Esquadra para garantizar la seguridad, han coreado lemas contra la patronal y han exhibido pancartas donde se denuncia la "ruptura" de las negociaciones por parte de la Unión Patronal Metalúrgica (UPM).

El origen del conflicto 

Más allá de los cortes de carretera y las líneas de producción paradas, el núcleo de la disputa reside en una brecha numérica que, de momento, parece insalvable. Las posiciones están extremadamente enfrentadas:

  • La propuesta patronal (UPM): ofrece un 3% para 2025, un 2,75% para 2026 y un 2,5% para 2027. Desde la UPM defienden esta oferta alegando la necesidad de "competitividad" y "previsibilidad" en un contexto económico incierto, señalando que se trata de unos aumentos por encima del IPC previsto.
  • La reclamación sindical (CCOO y UGT): exigen un 3,9% para 2025, un 3,6% para 2026 y un 3,5% para 2027. Los sindicatos argumentan que estos porcentajes son los mínimos necesarios para recuperar el poder adquisitivo perdido durante los años de alta inflación y para asegurar que los salarios del metal no se queden atrás respecto a otros sectores.

El presidente de la UPM, Jaume Roura, ha lanzado durísimas acusaciones contra los sindicatos. En una comparecencia pública, ha asegurado sentirse "decepcionado por las imprecisiones y la falta a la verdad" de los mensajes que, según él, los sindicatos "están dando a los trabajadores y a la opinión pública". "Los sindicatos nos han abocado al conflicto con una huelga que no es solución para nadie", ha afirmado, asegurando que esta vía "provoca perjuicios innecesarios para los trabajadores y las empresas".

Sin embargo, en medio de este enfrentamiento dialéctico, Roura ha dejado una puerta abierta a la esperanza. Ha indicado que "la palabra negociación es una definición clara para todas las partes para llegar a acuerdos", una frase interpretada como una voluntad de volver a la mesa, siempre que se den las condiciones.

Desde las centrales sindicales han rechazado las acusaciones de "imprecisiones" y han reprochado a la patronal su falta de flexibilidad durante las últimas semanas de diálogo, que califican de "estéril y con poco afán de pacto". La cuestión que ahora planea sobre el sector es si esta primera jornada de huelga, con su impacto ya palpable, servirá como elemento de presión para una rápida reapertura de las negociaciones o si, por el contrario, endurecerá aún más las posiciones.

Los servicios jurídicos de las empresas evalúan ya las pérdidas económicas, mientras los sindicatos se preparan para nuevas jornadas de movilización. Lo que es incógnita es hasta qué punto la parálisis de una pieza fundamental de la industria catalana como Seat actuará como elemento catalizador para un acuerdo o, al contrario, como detonante de un conflicto largo y costoso para todos. El pulso del metal pone a prueba la resistencia del tejido industrial de Barcelona.