El grupo hotelero Hotusa ha protagonizado una de las operaciones inmobiliarias más significativas del año en el sector turístico con la adquisición de una cartera de nueve establecimientos de la cadena Silken, por un monto de 250 millones de euros. Sin embargo, esta expansión agresiva llega en medio de una enorme polémica por su timming, ya que se produce inmediatamente después de que la compañía devolviera, de forma anticipada y con gran repercusión mediática, los últimos 56 millones de euros que debía del fondo de rescate de la SEPI.

Según informa El Confidencial, Hotusa se impuso en la puja al fondo de inversión LCN, que hasta abril tenía la exclusiva en la negociación. La compra ya se habría formalizado y comunicado a las plantillas de los nueve hoteles, que suman un total de 1.350 habitaciones y se ubican en puntos estratégicos como el Silken Puerta América (Madrid), Al Andalus Palace (Sevilla), Amara Plaza (San Sebastián) y el Atlántida (Tenerife), entre otros. El cambio de propiedad ha generado inquietud entre los empleados sobre el futuro de sus condiciones laborales.

Esta adquisición sitúa bajo los focos la estrategia de crecimiento de Hotusa, presidida por Amancio López, durante el periodo en el que fue beneficiaria de ayudas estatales. En octubre de 2021, el grupo fue uno de los mayores receptores del fondo de rescate aprobado para solventar los daños económicos de la pandemia, al recibir 241 millones de euros de las arcas públicas, una cifra solamente superada por gigantes como Celsa o Air Europa. La normativa que regulaba estas ayudas era clara: los fondos no podían destinarse a una "expansión comercial agresiva" ni a "asumir riesgos excesivos" para evitar distorsiones en la competencia. No obstante, en los cuatro años con el respaldo público, la cartera de Hotusa creció en 68 establecimientos, pasando de 219 a 287 hoteles. Esta trayectoria ya había despertado suspicacias entre sus competidores, quienes veían una clara ventaja financiera.

La devolución total del rescate, anunciada a bombo y platillo el pasado 29 de agosto, es interpretada por analistas como un movimiento estratégico indispensable para despejar cualquier traba legal o de imagen que pudiera obstaculizar una operación de la envergadura de la compra de los Silken. Resulta prácticamente imposible justificar una inversión de 250 millones con dinero público aún en el balance, máxime cuando las condiciones de la ayuda lo prohibían expresamente. La financiación para esta nueva etapa de crecimiento parece pivotar hacia otras fuentes. De hecho, en paralelo a la devolución a la SEPI, Hotusa ha obtenido un préstamo de 17,5 millones del Instituto de Crédito Oficial (ICO) para financiar la adquisición de un hotel en Boston, y ha anunciado recientemente la compra de otro establecimiento en Washington.

La historia de Silken comenzó en 1992 de la mano de la familia Arpa, con la apertura del Hotel Hesperia Madrid. Pero no fue hasta principios de la década de 2000 cuando la marca, liderada por Gerardo Arpa, embarcó en una estrategia de crecimiento agresivo. Bajo el lema "Hoteles con Arte", Silken se diferenciaba de sus competidores. No compraba edificios; encargaba obras nuevas y espectaculares. El Hotel Puerta América de Madrid, donde cada planta fue diseñada por un arquitecto o diseñador de talla mundial como Jean Nouvel, se convirtió en su buque insignia y en un icono global.

La cadena creció a un ritmo frenético: de 10 hoteles en 2003 a más de 40 en 2012, con presencia en las principales capitales españolas. La estrategia era clara: captar al viajero de negocios y al turista de alto poder adquisitivo con una propuesta de valor única. Por un tiempo, funcionó. Silken era la "niña bonita" de la hotelería española, un ejemplo de éxito y modernización. El principio del fin llegó con la crisis financiera de 2008. El modelo de Silken, fuertemente apalancado y dependiente de un flujo constante de clientes corporativos y turísticos, mostró sus debilidades. La drástica caída del turismo y la contracción del gasto empresarial dejaron al descubierto una realidad insostenible: una deuda monumental que superaba los 300 millones de euros.