La convivencia en pareja supone la fusión de dos proyectos de vida, pero no necesariamente la de dos economías. Mientras que el amor puede ser infinito, el dinero, por desgracia, no lo es. La gestión de las finanzas se erige así en uno de los pilares más sensibles y potencialmente conflictivos de cualquier relación. Frente a modelos tradicionales que abogan por una cuenta única y común, o por la separación total de bienes que puede generar desequilibrios, emerge con fuerza una estrategia avalada por planificadores financieros y psicólogos: la técnica de las tres cuentas. Este método, sencillo en su base, pero profundamente eficaz, no solo busca el control y el ahorro, sino también preservar la autonomía individual y prevenir disputas.
La discusión sobre el dinero rara vez es solamente sobre cifras. Según un estudio reciente del Instituto de Terapia de Pareja, más del 40% de las disputas conyugales recurrentes tienen su origen en desacuerdos financieros. "El dinero está cargado de valores emocionales, creencias heredadas y expectativas distintas", explica Elena Torres, terapeuta familiar. "Para uno puede representar seguridad, para otro, libertad. Cuando estas visiones chocan sin un marco de gestión claro, el conflicto está servido", explica la doctora.
El problema se agrava en escenarios de diferencias salariales significativas, donde la contribución equitativa puede ser injusta, o cuando surgen discrepancias sobre lo que se considera un gasto necesario versus un capricho. Es en este contexto donde la técnica de las tres cuentas ofrece una solución estructurada. La esencia de esta estrategia reside en la creación de tres cuentas bancarias distintas, cada una con un propósito definido que, en conjunto, cubren todas las dimensiones de la vida financiera de la pareja.
-La cuenta común. Esta es la cuenta operativa, el eje central de los gastos compartidos. En ella se domicilian los pagos recurrentes e ineludibles: hipoteca o alquiler, suministros, internet, compra semanal, gastos de los hijos y seguros del hogar. La clave aquí no reside necesariamente en aportar la misma cantidad, sino en hacerlo de forma proporcional a los ingresos de cada uno. Si una persona gana un 60% del total de los ingresos de la pareja, aporta el 60% del monto necesario para la cuenta común. Este sistema de contribución proporcional es considerado por los expertos como lo más justo, ya que equilibra el esfuerzo financiero y evita resentimientos.
-La cuenta de ahorro e inversión. La segunda cuenta compartida tiene una mirada a largo plazo. Su objetivo es materializar los sueños y metas comunes: la entrada para una vivienda, un vehículo familiar, unas vacaciones soñadas o la creación de un colchón de seguridad. Lo ideal es tratarla como una cuenta intocable para gastos del día a día. Muchas parejas optan por cuentas remuneradas o productos de inversión conservadores para que el capital no pierda valor con la inflación. Al igual que con la cuenta común, las aportaciones pueden ser fijas o proporcionales.
-La cuenta individual. Este es, quizás, el componente más innovador y psicológicamente saludable del método. Se trata de la cuenta personal e intransferible de cada miembro. A esta cuenta llega el remanente de la nómina después de realizar las aportaciones a las dos cuentas compartidas. Este dinero es de gestión exclusiva e incuestionable por parte de su titular. Aquí radica su poder: gastarlo en un hobby, en ropa, en salidas con amigos o en un regalo para la propia pareja deja de ser motivo de discusión. "La cuenta individual actúa como un salvavidas de la identidad dentro de la pareja", expresa la Torres.
La implementación de esta técnica trasciende el mero control presupuestario. Sus beneficios impactan directamente en la calidad de la relación:
-Elimina la fiscalización mutua. Al tener un espacio financiero propio, se acaban los reproches por gastos considerados superfluos por la otra parte.
-Fomenta la comunicación. Establecer los porcentajes de aportación y revisar periódicamente el estado de las cuentas comunes obliga a una comunicación abierta y honesta sobre el dinero.
-Promueve la equidad. El sistema proporcional garantiza que cada uno contribuya según su capacidad, generando una sensación de equipo.
-Facilita la gestión. Al tener los fondos segmentados, es más sencillo hacer un seguimiento del gasto y ajustar los presupuestos.
La técnica de las tres cuentas no es una fórmula mágica, sino una herramienta de gestión basada en el sentido común. Representa un pacto de confianza. Lejos de ser una muestra de desunión, como podrían pensar algunas parejas más tradicionales, esta separación funcional del dinero es una apuesta consciente por la sostenibilidad del proyecto común. Al definir las reglas del juego desde el principio, se desactiva un potente foco de conflicto y se sientan las bases no solo para una economía saneada, sino para una relación más fuerte y respetuosa. En el arte de vivir en pareja, a veces, la mejor manera de estar unidos es saber dónde trazar las líneas que protegen la individualidad.