El margen de explotación de las empresas, definido como la ratio del resultado económico ordinario sobre el importe neto de la cifra de negocios, no ha recuperado los niveles anteriores a la pandemia, según se pone de manifiesto en el “Observatorio sobre el Ciclo Económico de España” elaborado conjuntamente por Fedea, BBVA Research y la Fundación Rafael del Pino. Los autores del trabajo -José E. Boscá, Rafael Doménech, Javier Ferri, Vicente Pallardó y Camilo Ulloa- argumentan los menores márgenes de explotación actuales respecto a 2019 en la Central de Balances del Banco de España.

Respecto a los fuerte incrementos de los excedentes de explotación de las empresas que se han producido en los últimos trimestres, también apuntado por el Banco de España, el informe reseña que en parte se deben a un efecto estadístico. Así, alegan que la caída temporal y atípica del 21,3% de los impuestos sobre la producción y las importaciones netos de subvenciones “aumenta artificialmente el excedente bruto de explotación y rentas mixtas en la Contabilidad Nacional. Los autores reseñan que “resulta sencillo comprobar que, asumiendo un comportamiento de los impuestos sobre la producción y las importaciones netos de subvenciones en el último trimestre del pasado año en línea con los trimestres precedentes” el excedente empresarial habría mantenido su ritmo de recuperación, en línea con la observada para la remuneración de asalariados.

En contraposición con el incremento de las rentas empresariales sobre el reparto de la riqueza en detrimento de las rentas salariales en pasado año, el Observatorio señala que la participación de los salarios en el conjunto de la renta nacional se situó a finales del pasado año en el 50,2%, cerca del mínimo muestral. No obstante, apunta el informe, “buena parte de esta caída de la remuneración de asalariados sobre el PIB tiene un carácter temporal”, pues en el cuarto trimestre de 2022 se produce una “disminución temporal y atípica”, ligada a anticipos de ayudas públicas en 2023 para paliar los efectos de la guerra en Ucrania -de los impuestos sobre la producción y las importaciones netos de subvenciones-, que aumenta artificialmente el VAB (valor añadido bruto) al coste de los factores (en referencia a los excedentes empresariales), reduciendo “artificialmente” el peso de los salarios.

Empeoramiento de la calidad institucional

Por otro lado, el Observatorio incide en el efecto de la “calidad institucional” en la competitividad de la economía española. Los autores elaboran un “índice compuesto de Calidad Institucional” desde hace ya tiempo y resaltan en esta edición del Observatorio que “el resultado que arroja es uno de los indicadores con mayor margen de mejora”. Concluyen que el tejido productivo español sufre un “coste institucional” desfavorable respecto al resto de la Unión Europea y cuantifican ese diferencial adverso, que rondaba el 7.5% a comienzos del siglo XXI, en el 11.5% actual. Y advierten de que el aumento de la brecha “institucional” no deriva de una mejora en los resultados de los países con los que se compara, “más bien lo contrario, sino de un deterioro sensible en España”.

Aunque advierten de que no resulta factible traducir ese peor marco institucional en términos de PIB, inversión, empleo o productividad, “sí es fácil imaginar. que el atractivo y los resultados para y de la actividad empresarial en España serían reforzados de manera apreciable por un acercamiento de nuestro entorno institucional al de nuestros socios europeos”, sentencian los autores.

España, sigue siendo atractiva

No obstante, matizan que “incluso con esa desventaja institucional, España resulta atractiva para la Inversión Directa Extranjera. Durante todo el período analizado, los flujos de entrada neta de la inversión directa extranjera, la variable utilizada en nuestro Indicador, han sido superiores en España a los recibidos por la UE, en ambos casos con un previsible perfil procíclico”. En paralelo, añaden, el stock acumulado de esta inversión directa extranjera (siempre como porcentaje del PIB) en España es también algo superior durante las dos décadas al del conjunto de la UE, entre cuyas economías hay disparidades notables.