Los cierres de fábricas anunciados en las últimas semanas son, para algunos economistas, sintomáticos, y para otros, más anecdóticos, pero todos los consultados por ON ECONOMIA coinciden en que la semilla del problema es europea. La zona cero de la crisis es Bruselas y una regulación demasiado exigente para un mundo global, que resta competitividad a la industria. La farmacéutica lo puso claramente de manifiesto en el FOCUS ON celebrado esta semana y los cierres son un mal augurio, pero los expertos también apuntan a que hay otros factores, pero confían en que tenga solución.
“Estamos llegando a un punto de colapso y no se aguanta más”, advierte Pau Vila, presidente del Institut Ostrom, sobre la situación de la industria en la Unión Europea a causa de las exigencias en sostenibilidad, a pesar de que entiende y comparte el objetivo. “Ni medioambientalmente tiene sentido, no podemos pretender ser el Robin Hood del mundo, porque el peso de la UE en las emisiones del mundo es el que es, entre el 8 y el 9%. Hacer esto si nadie te sigue, es contraproducente, porque si externalizamos la producción a Marruecos, China o Bangladesh, allí en lugar de producir con gas, queman carbón, y se contamina más”.
Y es que no se exige lo mismo a los productos que se importan de fuera de la UE, porque no se puede controlar: “Cada empresa europea gasta millones al año en derechos de emisión de CO2, pero al producto que entra de fuera no se le exige, entonces será más competitivo”. El presidente del Institut Ostrom, empresario y colaborador de ON ECONOMIA cree que “Europa ha hecho el click, porque Draghi ha avisado de que no se está haciendo nada, y está en modo pánico, pero tiene unas estructuras tan grandes que funcionan por inercia”.
Salvador Guillermo, director de Economía y Estudios de Foment del Treball, tampoco ve mucha solución, pero insta a pactos globales. “Esto es como una comunidad de vecinos, se deben tomar las decisiones por mayoría y cumplirlas. El problema es cuando no hay comunidad de vecinos”, lamenta. Coincide con Vila en que “en Europa nos hemos hecho trampas al solitario, porque hemos ido reduciendo la producción de CO2 porque una parte de la producción se ha ido al sudeste asiático”.
"No podemos ser el Robin Hood del mundo, porque el peso de la UE en las emisiones del mundo es el que es", advierte Pau Vila
“El loable objetivo de reducir emisiones hace que algunas empresas no puedan competir. Hay que ver cómo compensamos la falta de visión medioambiental de los países de los que importamos. Debemos pedir competir con las mismas condiciones, pero no puedes poner aranceles porque no eres el dueño del mercado, solo tienes un trozo del pastel. Europa va perdiendo peso, pero todavía nos pensamos que podemos decir a los demás qué pueden hacer”, concluye el directivo de Foment.
Carles Mas, director del área de Economía y Empresa de Pimec, pone sobre la mesa que “el trilema del sector industrial, la productividad, la transición ecológica y la resiliencia, no son compatibles a la vez”, porque “si presionas mucho en lo ambiental puedes perjudicar la productividad y la resiliencia”. La transición energética es “totalmente necesaria, pero a la velocidad que se puede hacer, no hay demanda que pueda pagar el sobrecoste que tiene para las empresas”.
En la solución, coincide con Vila en que es necesario frenar: “No se trata de dar marcha atrás, sino de no ir más allá de donde se puede. Los estándares europeos de lucha contra el cambio climático son acertados, pero no podemos acelerar más, porque hace que las empresas sean menos competitivas”. Confía, sin embargo, en que la industria europea se modernizará y cambiará en los próximos 10 años.
Carlos Puig de Travy, decano del Col·legi d'Economistes de Catalunya, es más optimista: “No veo un problema industrial catalán. El año pasado, la producción industrial creció igual que el PIB. Esto significa que la industria catalana no ha perdido peso, el empleo no baja. Tenemos futuro, tenemos una base para crecer. Y los cierres de fábricas no los veo estructurales, veo algunos sectores muy afectados, como el plástico”.
No obstante, coincide con el diagnóstico sobre la UE: “Ya sabes cómo está Europa, está plasmado en los informes Draghi y Letta. Tenemos que ganar competitividad si queremos competir con el mercado de China y los EE. UU. Tenemos una competencia brutal y tenemos que reducir cargas administrativas, intentar que la normativa medioambiental no afecte tanto”.
Los problemas particulares de Catalunya y España
Al hacer zoom hacia España y Catalunya, los economistas también ven problemas más particulares. Pau Vila hace la metáfora de las muñecas rusas: “Cada administración pone una capa más de dificultad. En Catalunya es la urbanística, cuesta mucho hacer cualquier cosa en el ámbito urbanístico”.
Salvador Guillermo y Carles Mas señalan la falta de dimensión de las empresas, que si ya es un problema para la UE en comparación con Estados Unidos y China, en Catalunya todavía son más pequeñas. El directivo de Foment responsabiliza de ello al hecho de que “durante muchos años, la industria no ha sido una preferencia política” ni en el continente ni en nuestro país.
“Los políticos catalanes, especialmente en Madrid, antes CiU, ahora Junts, siempre han defendido la economía productiva, pero los políticos españoles han tenido poca sensibilidad al respecto”, añade Guillermo, que defiende el Pacto Nacional de la Industria como una vía para resolver el “problema grave de dimensión empresarial”.
“Los políticos catalanes siempre han defendido la economía productiva, pero los políticos españoles han tenido poca sensibilidad”, cree Salvador Guillermo
Carles Mas apunta a otro factor: “El hecho de ir perdiendo centros de decisión arraigados en el territorio”, en parte “por el relevo generacional” hace que muchas empresas acaben cambiando de manos. “Una empresa catalana puede estar en 150 países, pero si el centro de decisión está aquí es donde se crea el valor añadido máximo. No es que se cierren empresas, que es preocupante, sino que se vendan a fondos extranjeros”, concluye.
Puig de Travy confía en el futuro de la industria catalana, pero avisa que “necesitamos un entorno regulatorio estable, previsible, que facilite la investigación; los poderes públicos deben ayudar a las empresas a invertir, y también es vital la modernización de la administración y las infraestructuras”. El decano del Col·legi d'Economistes cree que “el sector industrial está en plena transformación y es necesario un cambio de modelo productivo hacia sectores de más valor añadido, más innovación, fomentar el talento y colaboración, hacer más alianzas”.