La salud mental del CEO: el KPI que nadie mide y que lo condiciona todo
- Edgar González
- Barcelona. Sábado, 6 de diciembre de 2025. 05:30
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En un momento en que las empresas pueden medirlo casi todo —productividad, rotación, engagement, eficiencia— sorprende que el factor que más condiciona el futuro de una organización continúe fuera de todos los cuadros de mando: la salud mental de su líder. Es el KPI invisible, aquel que no sale en ningún informe, pero que impacta directamente en la calidad de las decisiones, en el clima interno y en la capacidad de la empresa para innovar y competir.
Durante décadas, la figura del CEO ha estado rodeada del mito del líder infalible, siempre disponible, siempre fuerte. En entornos de presión creciente, este ideal ha funcionado como una coraza cultural. Pero hoy ya no aguanta el escrutinio. La velocidad de cambio, la digitalización constante, las crisis concatenadas y la necesidad de tomar decisiones en tiempo real han convertido el rol directivo en un espacio de riesgo psicológico alto. Y esto tiene consecuencias.
Cuando el líder está agotado, todo el ecosistema empresarial se resiente. El estrés sostenido deteriora funciones ejecutivas clave: la capacidad de concentración baja, la memoria de trabajo se altera y el criterio se enturbia. Un CEO saturado ve menos opciones, escucha con menos profundidad y opera con más impulsividad. En este estado, la visión estratégica se acorta y la toma de decisiones tiende a ser reactiva, no preventiva. El resultado es una cultura más rígida, menos creativa y más vulnerable a los errores.
Además, la salud mental del líder se contagia. Los equipos perciben inmediatamente la tensión, la incertidumbre o la irritabilidad al frente, y esto altera la confianza interna. Se reduce la sensación de seguridad psicológica, aumenta la rotación y se frena la innovación. Cuando la dirección está angustiada, las organizaciones entran en “modo supervivencia” aunque los números digan lo contrario.
Un CEO que sabe regularse emocionalmente decide mejor, transmite calma, favorece el pensamiento crítico y genera contextos de confianza
Si es tan determinante, ¿por qué no medimos este factor? Todavía pesa un doble tabú. Por un lado, el hecho de reconocer la vulnerabilidad del líder sigue siendo culturalmente incómodo. Por otro lado, la salud mental parece difícil de traducir en datos objetivos. Pero diversas empresas pioneras ya están avanzando: incorporan indicadores cualitativos en las revisiones de rendimiento, ofrecen espacios de supervisión emocional, limitan el exceso de reuniones y fomentan estructuras que reducen la dependencia del líder para cada microdecisión.
“Cuidarse” no es un capricho de bienestar; es una competencia directiva. Liderar con lucidez exige descanso, límites y una relación madura con la presión. Un CEO que sabe regularse emocionalmente decide mejor, transmite calma, favorece el pensamiento crítico y genera contextos de confianza donde el talento puede crecer. En tiempos de complejidad, la serenidad es una estrategia, no un lujo.
La gran cuestión es si las empresas están preparadas para aceptar que la salud mental de su máximo responsable es un activo corporativo. Al igual que medimos el riesgo financiero o la solvencia operativa, también deberíamos medir la sostenibilidad psicológica de quien ocupa el centro del sistema. No para controlar, sino para proteger.
Quizás ha llegado la hora de añadir un nuevo indicador a los informes trimestrales: la capacidad del líder para mantenerse centrado, equilibrado y mentalmente disponible. Porque cuando un CEO se quiebra, la empresa lo nota inmediatamente. Pero cuando lidera desde la claridad, la calma y la fuerza interior, toda la organización multiplica su potencial.