Cuando se está continuamente expuesto al brillo de los focos, cuando cada palabra que dices aparece en un titular, debes tener mucho cuidado y pensar dos veces lo que haces. Porque, evidentemente, utilizarán lo que sea para sacar una noticia, y porque muy posiblemente llegues a la conclusión de que eres dueño de tus silencios y esclavo de tus palabras si no tienes cuidado

Esta semana estamos presenciando el desenlace del problema que Pedro Sánchez, él solito, ha generado con Argelia. Todo por actuar por su cuenta, a espaldas del propio Gobierno que lidera, y dejarse caer en los brazos de Marruecos. Ahora vienen los lamentos, cuando Argelia nos da, con razón, con la puerta en las narices. Está por ver si Úrsula le echa un capote a Pedro, su alumno preferido. Porque la UE también debe velar por Italia, que acaba de hacerse amiga de Argelia y será la que facilite la llegada de gas a Europa. Lo de ir por libre creyéndose las palmaditas en la espalda suele pasar factura si uno no reflexiona y no pone los pies en el suelo. 

Algo que parece estar pasándole a Gabriel Rufián, a quien desde ERC podrían reubicar después de convertir su acción política en una escena del Club de la Comedia (pero sin gracia). Faltarle el respeto a Puigdemont viene siendo la linde que ha tomado este hombre. Pensando que alimentar ese odio zafio y absurdo le va a generar aplausos. El problema de haber llamado "tarado" a Puigdemont por declarar la independencia de Cataluña no es solamente una falta inadmisible de respeto a una persona concreta. Es tirar por tierra un discurso que ERC decía defender, es destapar que puede que le hayan estado tomando el pelo a todos los que les han votado. Un patinazo que puede costarle caro a Rufián por querer correr demasiado en este "paso de página" tan descarado. La política debe ejercerse desde los argumentos. Los insultos son la evidencia de la ausencia de aquellos.