En su día, y de la mano de Marcel Duchamp, fue un objeto artístico y hoy, además de objeto cotidiano, es objeto de estudio, porque los urinarios también pueden mejorarse para que cumplan mejor su función. A ello se ha dedicado durante lo que llevamos de año un grupo de ingenieros de la Universidad de Waterloo, en Canadá. Y ya tienen sus primeras conclusiones.

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Ni una salpicadura

Para desarrollar su estudio, los investigadores partieron de lo que para ellos sería el urinario perfecto, que no es otro que un receptáculo con tamaño suficiente como para atender las necesidades de cualquier adulto y con un diseño capaz de evitar cualquier tipo de salpicadura siempre y cuando el usuario respete las normas básicas de comportamiento. Al final, tras meses de ensayos durante los que vertieron líquidos pigmentados en urinarios de distintos tipos fabricados con una mezcla de espuma y resina epoxy para comprobar dónde se salpicaba, han alcanzado su objetivo: ya saben cómo debe ser ese urinario perfecto con el que soñamos todos y que, al usarlo, impide que ni una sola gota salpique los alrededores del receptáculo o los pies, las manos o las piernas del usuario. Sorprendentemente, comprobaron que los urinarios tradicionales son los peores.

Altos y estrechos

El urinario perfecto, y así lo explica Zhao Pan, coordinador del equipo que ha desarrollado el estudio, es alto, estrecho y con una superficie interior curva. Al usarlo, es importante que el chorro de orina golpee la porcelana en un ángulo poco profundo. Conocidos estos datos, fabricaron un urinario que cumplía con las especificaciones que se demostraron idóneas y repitieron el experimento: el éxito fue completo y ni una sola gota acabó fuera de donde debía. Para usarlos, explica Pan, sólo habrá que respetar una norma: mirar al suelo mientras se alivia uno. De los de la foto, el urinario perfecto es el cuarto de izquierda a derecha.