Aunque la realidad virtual no acabe de ser lo que nos imaginábamos, como demuestra el triste ejemplo que ha dado6 Meta, hay gente que sigue empeñada en crear mediante la tecnología una copia de la realidad que pueda llegar a ser mejor que ésta. La última ocurrencia tiene que ver con el olfato, un sentido que, hasta la fecha, no formaba parte de las cada vez más inmersivas experiencias que se quieren vincular al noble pasatiempo que es jugar a videojuegos.

Maquina olores sueca
Maquina olores sueca

Idea sueca

En Suecia, y más en concreto en las universidades de Estocolmo y Malmö, un grupo de investigadores se ha empeñado en que utilicemos el sentido del olfato para jugar a la Play Station o, en el caso de los más mayores, con el PC. La herramienta para dicha hazaña es un juego, agárrate, de cata de vinos en el que se obtienen puntos por adivinar los aromas correctos. Para lograrlo, han cosntruido una máquina de olores que consta de cuatro válvulas conectadas a cuatro diferentes canales. El dispositivo se completa con un ventilador y todo el sistema funciona gracias a un aplicativo que permite abrir y cerrar los distintos canales y mezclar aromas que, remarco, imitan a los que podemos encontrar e una copa de vino. Según ellos, pueden regular hasta la dificultad y aseguran que puede hasta servir para formar “sumilleres o perfumistas”.

Comparten los planos

Los chicos, muy seguros de sí mismos, han colgado los planos de la máquina en Internet para que, quien quiera, pueda hacerse una igual con una impresora 3D. Habida cuenta que existen cuatro series de aromas primarios (floral, vegetal, frutal y mineral) en el vino e imagino que habrán escogido estas para su maquinita, conviene recordar también que, en cada una de estas, hay hasta un mínimo de seis variantes y que, a todo el asunto, se le suman las tres series (fermentación, lácticos y amílicos) de aromas secundarios y, también, los aromas terciarios, que se vinculan a la crianza a la que se somete cada vino y se identifican con madera, cuero, pieles o frutos secos. Por tanto, el invento se antoja cosa pazguata apta sólo para escandinavos sosos: Ragnar Lodbrok (o incluso Joey Tempest) seguro que preferirían irse de vinos a enchufarse a la maquinita esa.