Han pasado más de 50 años desde que el hombre pisó la Luna por última vez, y Estados Unidos cree que es momento de volver a hacerlo. A través del programa Artemis (nombre no elegido al azar, ya que en la mitología griega Artemisa es la hermana gemela de Apolo, nombre que se dio a las misiones que permitieron que los primeros astronautas alcanzaran el satélite de la Tierra), la NASA, junto con agencias internacionales y empresas privadas (como SpaceX de Elon Musk), busca establecer una presencia humana sostenible allí, como paso previo para llegar a Marte.

Aparte de crear bases lunares (como también quiere hacer Corea del Sur y China), la intención es explotar los recursos útiles disponibles allí. Para ello, será necesaria la ayuda de robots autónomos. Y es que en las futuras misiones a Marte y la Luna se explorarían tubos de lava subterráneos, pues en estas cuevas naturales podría haber indicios de vida, además de ofrecer refugios para asentamientos humanos.

Los robots autónomos serían los encargados de explorar los tubos de lava subterráneos, por lo que los científicos se han puesto manos a la obra para averiguar si es viable utilizarlos para tal fin poniéndolos a prueba en un entorno del mundo real. El experimento se ha llevado a cabo en una cueva de lava en la isla volcánica de Lanzarote, en las Islas Canarias (España) por un sencillo motivo: su gran similitud con las estructuras subterráneas de Marte y la Luna.

Lanzarote, el entorno ideal para poner a prueba robots autónomos antes de usarlos en la Luna y Marte

Un tubo de lava es un tipo de cueva natural que se forma durante una erupción volcánica, cuando la lava fluye por la superficie y se va enfriando primero en los bordes y en la parte superior, lo que permite crear una especie de techo sólido. Estas cuevas, que pueden tener varios metros de altura y anchura, a menudo se extienden a lo largo de varios kilómetros. Son comunes, lógicamente, en zonas volcánicas, como las Islas Canarias, Hawái o Islandia.

Al parecer, se han encontrado estructuras de tubos de lava también en Marte y la Luna, de modo que los investigadores, creyendo que pueden ser útiles para proteger a los astronautas de condiciones adversas, como temperaturas extremas, radiación e impactos de meteorito, quieren explorarlas. El problema es que la exploración humana de estas cuevas no es solo muy cara, sino también peligrosa, de modo que los robots son una solución mucho más segura y económica.

Las pruebas de campo duraron 21 días y se desarrollaron en cuatro etapas. Primero, dos exploradores escanearon y cartografiaron el terreno alrededor de la cueva. Luego, utilizaron un rover para lanzar un cubo con sensores a la abertura, creando un modelo 3D detallado de la zona de entrada. Lo más difícil de la misión fue que los robots trabajaran sincronizados. Una vez dentro del túnel, el robot más pequeño consiguió recorrer 235 metros mientras elaboraba un mapa 3D de la ruta.

Tras el experimento, se manifestaron varios desafíos técnicos, como la humedad en la cueva, que redujo la precisión del georradar. Algunos sensores cartográficos experimentaron interferencias y la falta de datos veraces limitó la verificación. Además, los robots, cuando estén en la Luna y Marte, tendrán que operar autónomamente durante períodos prolongados de tiempo, sin ayuda humana.