Rusia, para bien o para mal, sigue hace años su propio camino al margen del resto de lo que consideramos Occidente. Con planes más que claros en África –lo hemos visto en Níger hace nada- y con alternativas para los bloqueos derivados de su muy meditada invasión de Ucrania, disponen hace tiempo ya de sus propias redes sociales y, también, de un ecosistema propio comparable a escala rusa con la WWW que se denomina Ru.net. También, por supuesto, tienen su propia plataforma de streaming.

Kinopoisk
La alternativa rusa a Netflix, Amazon Prime o Disney se llama Kinopoisk y funciona desde 2003. Arrancó a finales de los 90 como una web informativa centrada en estrenos, información sobre actores y espacios para opinar sobre cine y televisión. De hecho, su nombre puede traducirse a nuestro idioma como buscador de películas. El 40% de sus acciones están, eso sí, en manos de una empresa francesa, AlloCiné, que las compró en 2009. El 60% restante es propiedad de los fundadores del invento, que se llaman Vitaly Tatsiy y Dmitri Sujánov. Opera principalmente en Rusia, Ucrania y Kazajistán, pero también es popular en el resto de antiguas repúblicas soviéticas.

Integrada con VKontakte
Kinopoisk está integrada con VKontatkte, el equivalente ruso de Facebook, y ofrece diferentes sistemas de disfrute de contenidos: como en Netflix, hay planes mensuales y, también, un servicio de videoclub como el que funciona en Filmin. A diferencia de NetFlix, ofrece la posibilidad de ver películas graris con publicidad. Fuera de su área objetivo, sólo se puede acceder mediante VPN o accediendo a un servidor de Internet ruso. Con todo, una cosa queda clara: Putin sabe que, si la URSS cayó, fue porque no supo librar la batalla cultural con USA y Europa en igualdad de condiciones. De momento, y haciendo bueno aquello por lo que abogaba su admirado Stalin de instaurar su régimen en un solo país, Putin se limita a garantizar que existe una red en la que se les ofrece a los rusos –y a sus aliados- contenidos culturales de su interés que, de momento, no se limitan sólo a producciones rusas. Con todo, la mera existencia de Kinopoisk brinda ya a Rusia una herramienta que le permitirá crear, si le conviene, un imaginario colectivo propio y alternativo al de Europa y USA. Si Gabriel Celaya decía que la poesía es un arma cargada de futuro, Putin sabe que lo mismo vale para el audiovisual y los social media.