Si bien es cierto que las potencias espaciales plantean un regreso a la Luna como objetivo inmediato de sus respectivas carreras espaciales, hay que tener claro que tal intención es, en la mayoría de los casos, un hito intermedio para alcanzar con más garantías un objetivo mucho más ambicioso: llegar a Marte. ¿Quién está mejor posicionado para plantar su bandera sobre la superficie marciana? Por desgracia para Occidente, todo indica que es China.

Marte
 

Los fracasos de la ESA y la NASA

Mientras China tiene en marcha su misión Tianwen-3 para, una vez alcanzada la superficie de Marte con un ingenio no tripulado, poder traer de vuelta a la Tierra diferentes rocas y fragmentos de suelo para analizarlos y, con ello, responder de manera fidedigna si hay o no agua en la superficie del Planeta Rojo, las dos agencias espaciales occidentales más potentes (la NASA y la ESA) enlazan contratiempos: el rover Perseverance ha quedado fuera de combate por un problema en su láser y proyectos como el Ingenuity (una especie de helicóptero teledirigido adaptado a Marte) sufrió daños en un rotor y está también fuera de servicio. La NASA, además, tiene problemas de presupuesto que pueden lastrar su equivalente del programa Tianwen-3

Dudas estadounidenses

La NASA, conocedora del empuje del programa espacial chino, tiene en marcha un proyecto similar al Tianwen-3 que se llama Mars Sample Return, pero reconocen que no van a estar en condiciones de traer rocas marcianas a la Tierra hasta después de 2031, aunque en origen esperaban hacerlo en 2028. La administración Biden, que no tiene la carrera espacial entre sus prioridades, ha recortado presupuestos. China, mientras, anuncian que completará su misión en 2030 y, allí, el dinero no es un problema porque la carrera espacial sí que es prioritaria para un país que quiere dejar de ser visto sólo como la gran fábrica mundial y que ha encontrado en la industria aeroespacial un escaparate tecnológico que no quiere perder. Cuenta, además, con la complicidad de otras potencias espaciales como Rusia o India, que trabajan al margen de la NASA y la ESA e, incluso, plantean estaciones espaciales propias. La respuesta, con todo, llegará en breve: de aquí a 2030, quedan sólo seis años.