Si Yuri Gagarin levantase la cabeza –y si lo hiciese Neil Armstrong, más o menos- seguramente volvería a morirse de la impresión: llegaremos a Marte a medio plazo pero, si finalmente lo hacemos, será con capital privado de por medio y con un empresario haciendo de taxista galáctico. Los cohetes más grandes y potentes ya no los construyen ni la NASA ni los rusos: son responsabilidad de Elon Musk.

Más potencia, que está a 54 millones de kilómetros de distancia

Marte, si de lo que se trata es de enviar allí personas, tiene un grave problema que no es otro que estar muy lejos. Por supuesto, el hecho de que allí no haya oxígeno ni agua añade dificultades al asunto, pero la distancia es pieza clave del galimatías, porque esa incógnita sólo se despeja de una manera: con mucho dinero. ¿Y quién tiene hoy dinero a espuertas para invertirlo en proyectos de dudoso rédito inmediato? Uno de los que lo tiene –o lo maneja, porque lo que tiene en realidad es una capacidad de endeudamiento ilimitada- es Elon Musk. Y lo dedica, al menos desde 2005, a desarrollar el cohete más potente que el mundo ha conocido. Ahora se llama Starship pero; cuando, hace casi 20 años empezó con estos negocios, el nombre no dejaba espacio a la imaginación: el proyecto se llamaba BFR siglas de Big Fucking Rocket o, si se prefiere, jodido cohete enorme en nuestro idioma.   

starship cohete comparacion
 

Ya lo tiene casi listo (dice)

De momento, al Starship le está pasando como al Hyperloop: parece que ya está casi listo, pero no acaba de estarlo del todo y lo que se supone iba a pasar casi ya se aplaza una vez y otra. Ahora, la última predicción es que, este mes de marzo, puede ser ya que lo lancen. El cohete mide 120 metros, puede transportar hasta 150 toneladas de carga y, además es reutilizable. Sólo tiene una pega: es de alguien y eso significa que, a lo mejor, esta vez el gran paso no lo da la Humanidad.