Durante décadas, Carpetania fue menospreciada en la historia de nuestras regiones, siendo definida como una región interior, alejada del litoral, culturalmente secundaria y políticamente marginal. Sin embargo, el hallazgo de un fragmento de terracota decorada, descubierto en la estructura 2 del yacimiento de El Cerrón, acaba de cambiar la historia. ¿Pudo tener esta zona un papel activo en la "mediterraneización" del mundo antiguo?
El bajorrelieve que rescató del olvido a Carpetania
Recientemente, a raíz de la publicación de un estudio en la revista científica Antiquity, hemos conocido un bajorrelieve, posiblemente parte de un santuario, que muestra una escena que podría ser propiedad de cualquier civilización cercana a nuestro país. Hablamos de una procesión que avanza de derecha a izquierda con un grifo portando una flor de loto, tocados rituales, caballos en movimiento y una cenefa en espiga.
El estudio, firmado por el investigador Pablo Sánchez de Oro, de la Universidad Autónoma de Madrid, nos invita a conocer un tipo de decoración que recuerda a motivos hallados en enclaves costeros ibéricos, lo cual es muy llamativo para un asentamiento tan alejado del mar. Pero lo crucial es lo que sugiere: una red de conexiones comerciales, simbólicas y culturales más densa de lo que se había creído.

La pieza, que data del siglo IV a. C., se ha interpretado como un emblema del poder de las élites locales, quienes habrían adoptado el lenguaje visual del Mediterráneo oriental. Ya no hablamos de una cultura que recibe pasivamente lo que llega de fuera, sino de una élite que manipula símbolos globales para consolidar estructuras de poder locales. Un indicio de globalización temprana, en pleno corazón de la península.
El yacimiento de El Cerrón es, ya de por sí, un enclave desconcertante. En él se pueden observar tres edificios superpuestos de tradición no celta, una distribución arquitectónica atípica y restos que sugieren prácticas rituales complejas. Frente a la entrada de la estructura principal podría haber existido un santuario, aunque su función precisa aún no se ha esclarecido. Lo que sí parece claro es que el asentamiento fue más que una aldea: tuvo su parte simbólica, con rituales e imágenes que servían para unir su comunidad.
Hasta ahora, Carpetania, un área que se sitúa en el valle del Tajo y el valle del Jarama, en el centro de la península ibérica, era vista como un rincón atrasado frente a la brillantez comercial de la ciudad de Tartessos o la efervescencia de los pueblos costeros. Hoy, gracias a un fragmento de arcilla, poder empezar a asomarnos a una importante pieza del puzle mediterráneo.