Cocinar en una sartén (o otros utensilios de cocción) fabricada con acero inoxidable es cómodo y, también, muy elegante, pero también tiene una desventaja o, mejor dicho, un par: engordarás y, además, gastarás más dinero cuando vayas a hacer la compra.

Sin duda, una idea no del todo buena

¿Por qué no es lo mejor cocinar en una sartén de acero inoxidable? Pues porque usarlas garantiza que consumirás más calorías. Detrás de su atractivo aspecto –imbatible y seductor en todos esos vídeos de recetas de los que tanto se disfruta en la red- hay un secreto: sus características obligan a utilizar una cantidad extra de aceite que aporta calorías adicionales a cualquier plato que cocines utilizándolas. Si las eliges, ten por seguro que engordarás. Y no sólo tú: también tu familia.

maxresdefault (2)
 

Las razones

Para que cualquier alimento que se cocina en una sartén de acero inoxidable no se pegue, no queda más remedio que emplear una dosis extra de aceite. En un restaurante, también generan problemas, porque con los precios actuales del oro líquido –aunque digan que va a bajar no hay forma de encontrar aceite de oliva decente a menos de 8 o 9 euros el litro- no es cuestión de utilizar más cantidad que la imprescindible. ¿Tienen algo positivo estas sartenes? Sí, la dosis extra de aceite que requieren hace que los alimentos cocinados con ellas sean más sabrosos, aunque el gusto original de cada materia prima que utilizas queda enmascarado por el del aceite.

Hay otra manera

La respuesta a todos esos inconvenientes es emplear sartenes de teflón. El teflón, por cierto, tiene alguna que otra contraindicación, porque el adhesivo que se utiliza para pegar este material en la superficie de la sarten (PFOA) es un posible carcinógeno según la OMS. El riesgo, eso sí, se puede evitar no empleando utensilios metálicos para cocinar y sin rascar la superficie. Lo importante es evitar ingerir el recubrimiento de teflón. Si no te fías, puedes optar por lo clásico: las sartenes de hierro fundido son también buena alternativa.