Un equipo de científicos chinos ha logrado demostrar que el concepto de motor hipersónico propuesto por la Fuerza Aérea de EE. UU. hace más de seis décadas no solo era viable, sino que podría estar más cerca de ser una realidad de lo que pensábamos. El motor, conocido como ODE (motor de detonación oblicua), fue probado con éxito en tierra bajo condiciones simuladas de vuelo a Mach 8 y a 30 kilómetros de altitud.
China resucita un motor hipersónico de la Guerra Fría
La investigación ha sido publicada en la revista científica Journal of Aerospace Power y describe cómo este motor logró mantener durante más de dos segundos una detonación estable alimentada por queroseno de aviación RP-3, un combustible que es habitual en la aviación comercial y militar. Para los investigadores, pertenecientes a la Academia China de Tecnología de Vehículos de Lanzamiento y a la Universidad Politécnica Northwestern, este trabajo es una validación experimental del mencionado motor.
Y es que el motor es capaz de combinar ondas de choque y combustión para generar empuje sin necesidad de turbinas ni compresores. Detrás del experimento están dos pesos pesados del desarrollo aeroespacial chino, cuyo trabajo viene a responder con hechos a décadas de escepticismo que rodeaban a esta tecnología.
El concepto original del ODE fue propuesto en 1958 por la Universidad de Míchigan y estuvo financiado por la Fuerza Aérea estadounidense. Más tarde, en 1978, científicos de la NASA apuntaron que un motor de este tipo podría alcanzar velocidades sostenidas de Mach 6 a Mach 16. Sin embargo, los desafíos técnicos eran tan descomunales que la idea fue archivada. Hasta ahora.

En esta nueva prueba, los investigadores emplearon un inyector central con orificios de solo 0,3 milímetros para pulverizar el combustible en una corriente de aire supersónico. Un sistema de cuñas provocó una detonación, que fue visible gracias a ventanas ópticas que captaron las ondas de choque azules y zonas de postcombustión amarillas.
Las simulaciones coinciden con los resultados físicos: picos de presión diez veces superiores a los valores iniciales y un empuje considerable. Aunque persisten limitaciones, como la mezcla incompleta del combustible o la inestabilidad ocasional de las ondas, el equipo ya propone soluciones para evitarlas: rediseñar los inyectores y ampliar los canales de mezcla.
Más allá del laboratorio, este avance tiene grandes implicaciones estratégicas. Ya en el pasado mes de febrero, el Instituto de Misiles Aerotransportados de China planteó que una prueba estable de más de un segundo sería clave para adoptar el ODE en sistemas de armas. Y la ambición va más allá: se estudia su uso en proyectiles inteligentes capaces de alcanzar blancos a distancias imposibles para la artillería convencional.