Las nuevas tecnologías no solo nos facilitan la vida diaria, también pueden convertirse en una herramienta eficaz para resolver imprevistos. Eso fue lo que demostró la propietaria de un restaurante, que recorrió internet para localizar a unas turistas que se marcharon de su local sin pagar la cuenta. Lejos de resignarse ante el clásico simpa, la empresaria decidió investigar por su cuenta y, después de rastrear en las redes sociales, consiguió dar con ellas. Los hechos se produjeron en Civitanova Marxi, una pequeña ciudad costera de Italia en una noche de verano, cuando dos turistas francesas disfrutaron de un restaurante en un conocido local de playa, que combina restaurando con discoteca el I Due Re. Las dos mujeres, de 35 años, aprovecharon la acumulación de gente para desaparecer sin pagar lo que habían consumido. Lo que no sabían es que la propietaria del local no se daría por vencida tan rápido y las acabaría encontrando después de una intensa investigación.

Investigación en las redes

La propietaria del restaurante, Michela Malantini, de 52 años, descubrió que no habían pagado poco después. No es la primera vez que alguien se marcha del local sin abonar la cuenta, pero en este caso no se dio por vencida. La cuenta, de solo 44 euros, no era lo que más le hacía daño. Lo que la ofendió realmente era el desprecio y la falta de respeto hacia su trabajo y la de sus compañeros y el esfuerzo diario. "Si la gente empieza a pensar que puede venir a comer y marcharse sin pagar, se convierte en un problema", recoge el diario italiano La Reppublica. Así pues, decidió que en esta ocasión investigaría para encontrarlas. El primero que hizo fue revisar las cámaras de vigilancia del local, donde aparecían claramente las dos mujeres, charlando tranquilamente mientras se marchaban sin pagar. Capturó la imagen y decidió publicarla en Facebook con un mensaje claro: "¿Alguien las conoce? ¿Alguien puede decirme dónde se alojan?"

La comunidad en las redes, que en muchos casos, se queda en silencio, respondió. En solo unos minutos, empezaron a llegar mensajes, datos, pistas. Una ola de solidaridad virtual alimentada por este sentimiento compartido que la justicia tenía que prevalecer, un movimiento del cual se hizo eco The Guardian. Al día siguiente, por la mañana, Michela cogió el ticket y se presentó en el alojamiento donde habían ubicado a las turistas. Sin dudar, picó en la puerta y la propietaria del lugar, que la reconoció, no puso ningún tipo de oposición. Abrió la puerta y la dejó pasar. Las jóvenes todavía dormían cuando ella entró, y lejos de gritar o reprochar alguna cosa, se limitó a enseñarles las imágenes de la cámara y les preguntó si recordaban alguna cosa de la noche anterior. Ellas no intentaron justificarse y simplemente se limitaron a pagar la cuenta que habían dejado a deber.