El paso del tiempo inevitablemente deja en el olvido algunos de los acontecimientos más importantes de la historia. También en el caso de la lucha antifranquista, a pesar de su rol clave para sacarnos de la dictadura. Pero a pesar de las lagunas en la memoria, todavía hay páginas de los calendarios marcadas de rojo. El año 2022 se celebra el cincuenta aniversario del llamado Proceso 1.001, uno de los juicios más relevantes de la etapa franquista, y en especial de las postrimerías de este. El régimen, en su manía para evitar cualquier disentimiento, inició una ofensiva con el brazo judicial del Tribunal de Orden Público contra un total de diez miembros de Comisiones Obreras, entonces el sindicato clandestino con más apoyo social. Los sindicalistas habían sido cazados en junio de 1972 reunidos en el convento de los Oblatos de Pozuelo de Alarcón, en Madrid, y el juicio acabó imponiendo sentencias de más de 150 años, en total.

Los historiadores José Antonio Pérez y Mayka Muñoz se han encargado de recuperar estos hechos en formato libro, Proceso 1001. El franquismo contra Comisiones Obreras, a tiempo para el aniversario de este año. Y ella ha participado, junto con Nicolás Sartorius (uno de los encarcelados después de aquella batuta), en un acto organizado por CCOO este martes en Barcelona. Con la conferencia, han conseguido evidenciar hasta qué punto actuó el régimen franquista para intentar evitar la amenaza de que suponían las masas organizadas. "El juicio no fue solo contra un grupo de sindicalistas", ha remarcado Muñoz, "sino contra toda la clase obrera".

Como en tantas otras luchas contra las injusticias, en esta también fue fundamental la solidaridad con los presos políticos. Un apoyo que vino de entre amplios sectores de los trabajadores, pero también de fuera. La sociedad pudo organizarse de manera tal que las democracias occidentales constataron la represión de la dictadura. Celebrado en un momento similar a la ejecución de Salvador Puig Antich, todo el mundo pudo constatar que, aunque el Estado se esforzaba por dar una imagen de modernidad y equiparación al resto del mundo occidental, en realidad era un régimen represor de libertades y derechos. "Los detenidos se presentaron como trabajadores normales, padres de familia, representantes sindicales que eran condenados por penas que en otros países vecinos eran derechos reconocidos", señala Muñoz.

Como los catalanes evitaron la batida

La intervención de Sartorius ha servido para complementar la narración con algunas anécdotas. Una de sus aportaciones que más ha intrigado al público ha sido, precisamente, cuando ha explicado por qué, de entre los diez detenidos por el régimen, ningún sindicalista era catalán. La reunión clandestina se había preparado cautelosamente para que solo el círculo más estrecho conociera los detalles y evitar cualquier error. Pero había un elemento imprevisto: la presencia de un confidente del régimen, Diego Marcos Cruz, infiltrado a las altas esferas de las CCOO. Algunos de los dirigentes sindicalistas ya hacía tiempo que olían algo raro respecto a esta persona, pero el paso en firme contra Marcos no llegó a tiempo. El infiltrado tuvo conocimiento de la reunión de alto nivel y pudo comunicarla a la policía, que consiguió localizarla y detener a los líderes obreros. Los sindicalistas todavía tuvieron mala suerte: "Si hubieran tardado diez minutos más, no nos habrían encontrado", ha recordado Sartorius.

Pero un grupo de representantes sindicalistas sí que supo evitarlo. La delegación procedente de Barcelona había conseguido detectar que algo no funcionaba, y pudo prever la batida policial. Rápidamente, comunicaron la información a algunos compañeros ubicados en Pozuelo de Alarcón que tenían que llevarlos hasta el lugar de la reunión. Los catalanes se escaparon, pero el aviso no llegó a tiempo para salvar a la decena de sindicalistas que ya estaban en el convento, siendo Nicolás Sartorius uno de ellos. "Por eso, entre los presos de 1.001 no hay catalanes", explica. "Si no, habríamos sido 13". La dirección de CCOO se estableció a partir de entonces en Catalunya.