El Gobierno aprobó la semana pasada la nueva ley del aborto que contemplaba medidas inéditas que suponen un paso adelante en la lucha feminista. Sin embargo, España todavía tiene muchas asignaturas pendientes con respecto a los derechos de las mujeres. Una de ellas es el permiso por luto perinatal, una situación muy invisibilizada y todavía tabú en nuestra sociedad.

 

Las muertes perinatales son todas aquellas pérdidas de bebés que tienen lugar durante el embarazo, el parto o al cabo de pocos días del nacimiento. En estos casos hay muchos obstáculos legales que hacen lo convierten en un luto muy silenciado. Ahora mismo, la legislación española sólo permite coger una baja de quince días a las madres que han perdido a los hijos a partir de los seis meses de embarazo, cuando la realidad es que el 80% de los abortos espontáneos pasan en las trece primeras semanas de gestación. Además, el otro progenitor queda totalmente olvidado y ni siquiera tiene días de baja en ningún caso y tienen que ir a trabajar al día siguiente de despedir a su hijo. En España la pérdida perinatal afecta más 100.000 mujeres cada año y muchas familias que lo han sufrido reclaman un permiso laboral para transitar este luto independientemente de las semanas de embarazo.

Más derechos para la salud reproductiva de las mujeres

Por otra parte, en nuestra casa tampoco existe un protocolo hospitalario para atender a las mujeres que han perdido a sus hijos. Si bien es cierto que algunos centros tienen uno propio, todavía no se ha homogeneizado el tipo de atención que da al personal sanitario a las madres que se encuentran en esta situación. En algunos casos, los hospitales cuentan con espacios que permiten a los padres, incluso a los familiares y amigos, conocer al bebé y pasar un rato con él, pero en otros la atención es demasiado fría y no hay profesionales formados para estas ocasiones.

Además, las familias piden asistencia psicológica desde el primer momento, más formación para los sanitarios, cambios legislativos que favorezcan el reconocimiento de los niños muertos y que los municipios dispongan de un espacio de memoria para estas muertes. Todo eso, además de mejorar el pproceso de duelo de los padres, ayudaría a romper tabúes de una situación todavía mucho invisibilizada y silenciada en nuestra sociedad.