Cuando se habla de del Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), siempre se piensa en los niños y adolescentes, en las dificultades que tienen que atravesar en esta etapa de sus vidas en el colegio o en su socialización. Pero lo cierto es que en un 50% de los casos, esta patología persiste en la vida adulta y puede causar graves perjuicios a quienes la padecen. Con el paso de los años, los síntomas que tienen que ver más con la hiperactividad se suavizan, pero persisten los que están relacionados con el déficit de atención.

El TDAH

El Transtorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, según la OMS, es una patología psiquiátrica grave que afecta a entre un 5 y un 7% de los niños y entre un 4 y un 5% de los adultos. La ciencia parece haberse puesto de acuerdo en que su aparición se debe principalmente a factores genéticos en la mayoría de los casos, aunque también puede deberse a daños durante el periodo de gestación en el desarrollo del cerebro o a lesiones cerebrales durante los primeros meses de vida.

En el caso de los adultos, los síntomas que pueden hacer pensar que una persona padece TDAH son, principalmente, los problemas de concentración y de atención, la desorganización e incapacidad para emprender, desarrollar y finalizar trabajos o tareas, la inconsistencia, la imposibilidad de planificarse de una forma adecuada o los despistes continuos.

Cuando se presenta la hiperactividad de forma más manifiesta también puede aparecer la dificultad para permanecer quieto, un movimiento corporal excesivo, una adicción a la actividad constante o al trabajo, una mayor impulsividad, la pérdida de control, la falta de paciencia para realizar cualquier tipo de actividad…

Cualquiera de estos síntomas tiene un impacto muy grande en la vida de estas personas, el problema es que a veces se confunden con otro tipo de patologías como la depresión, la ansiedad y otros trastornos psiquiátricos, por lo que se sabe que existe un gran número de adultos con TDAH que están sin diagnosticar.

Cuando una persona tiene sospechas de que puede padecer este trastorno, lo primero que tiene que hacer es acudir a un neurólogo que hace una serie de pruebas estandarizadas para determinar el diagnóstico. Entre ellas se encuentran una historia clínica completa del paciente, cuestionarios autoadministrados de síntomas, como el Wender Utah Rating Scale (WURS), ADHD Rating Scale (ADHD RS), Adult Self-Report Scale (ASRS), Conners Adults ADHD Rating Scale (CAARS), un informe neuropsicológico y una evaluación de la comorbilidad psicopatológica. Para que el resultado sea positivo tienen que cumplir una serie de criterios, como la presencia de nueve posibles síntomas o el deterioro significativo en determinadas áreas.

El tratamiento

En los casos confirmados por el neurólogo y con una evidente incapacidad para desarrollar su actividad diaria, el tratamiento farmacológico suele ser la primera opción, tanto el estimulante como el no estimulante.

Además, se suele acompañar de terapia cognitivo-conductual, que modifica pensamientos y comportamientos. Asimismo, se suelen ofrecer una serie de consejos para el día a día, que básicamente consiste en establecer rutinas para la vida diaria, disminuir la carga de trabajo si esta es muy importante, establecer pautas que permitan tomarse unos minutos de descanso cada cierto tipo de actividad, llevar unos hábitos de vida saludable y evitar en la medida de lo posible situaciones conflictivas.