Desde hace más de dos años, el tabaco sin combustión se está extendiendo entre los fumadores bajo la idea de que no es tan perjudicial para la salud como el tradicional. En España, el más conocido es el IQOS, de la marca Philip Morris. Aunque de momento el número de investigaciones científicas específicamente destinadas a su estudio no es demasiado extenso, un nuevo estudio publicado concluye que no son mejores que los tradicionales o los electrónicos.

El informe ha sido publicado en la revista ERJ Open Research, y su objetivo ha sido comparar los efectos que produce en las células humanas de los pulmones y las vías respiratorias el vapor de las sustancias presentes en el IQOS, así como el del cigarrillo electrónico y el humo del tradicional cigarro. Pues bien, concluye que los tres son tóxicos y el vapor del IQOS presentó una toxicidad parecida a la del tabaco tradicional.

En definitiva, estas tres formas de fumar pueden provocar inflamación, estrés oxidativo y otros efectos perjudiciales para los pulmones y las vías respiratorias. ¿Las consecuencias de estos efectos? Pues a largo plazo, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y el cáncer de pulmón. La novedad de los dispositivos sin combustión frente a los electrónicos o los clásicos de vapor es que no utilizan líquidos de nicotina, sino tabaco real que experimenta un calentamiento a 299° C produciendo un aerosol inhalable con aspecto de vapor que desprende un olor menos perceptible y que desaparece del ambiente antes que el humo del tradicional cigarrillo

En Estados Unidos no están disponibles todavía, debido a que están pendientes de la aprobación de la FDA (la Administración de Medicamentos y Alimentos, por sus siglas en inglés), pero en Europa y Asia sí, y su consumo se está extendiendo con rapidez entre la población.

La FDA norteamericana estudia si los termina por calificar de “productos de tabaco de riesgo modificado” (MRTP), que se venden o distribuyen para ser usados ​​con el fin de reducir el daño o el riesgo de enfermedades relacionadas con el tabaco asociadas con productos de tabaco distribuidos comercialmente. Para conseguir esta calificación, el producto tiene que tener la capacidad de “reducir significativamente el daño” y las enfermedades relacionadas con el tabaco, pero estudios como el que se ha presentado esta semana ponen esta cuestión en entredicho.