Esta Navidad será diferente. Un mensaje que hace días que escuchamos de manera recurrente. Muchas personas tendrán que pasar las fiestas solas porque no podrán volver a casa o a su país por las restricciones impuestas por el coronavirus. Y es justamente ahora que un estudio publicado en la revista Nature Communications constata que la soledad podría ayudar a construir estructuras del cerebro ligadas a la imaginación. De esta manera, las personas solitarias son más propensas a tener una actividad más importante en áreas del cerebro ligadas a recordar, pensar en los demás y planificar el futuro.

Los investigadores basan el estudio en la hipótesis que la denominada red predeterminada en el cerebro que está involucrada en la memoria y la cognición social podría sufrir cambios relacionados con la soledad. "Lo que nos sorprendió fue el mayor efecto en los datos", detalla el autor principal del estudio y profesor asociado de neurología en la Universidad McGill de Mont-real, Nathan Spreng. La CNN recoge que los lazos en estas áreas se habían fortalecido y el volumen de materia gris era más importante que en aquellos que no estaban solos.

Los resultados convergieron en la red predeterminada como la más afectada por el aislamiento y la soledad percibidos. Mucho antes de la pandemia, la soledad ya se veía como un problema de salud pública. De hecho, el Reino Unido nombró a un ministro para la soledad el año 2018. Los datos han demostrado que los adultos solitarios tienen aproximadamente 1,64 veces más probabilidades de desarrollar demencia en comparación con aquellos que no lo están, según una revisión del año 2015 de varios estudios internacionales.

Una muestra muy amplia

Los resultados se han extraído después de revisar imágenes cerebrales de 40.000 personas, todas extraídas del UK Biobank, una base de datos del Reino Unido a gran escala que guarda información biomédica de unos 500.000 británicos.

Los participantes en este estudio, de entre 40 y 69 años, han completado evaluaciones que incluían cuestiones donde se preguntaba si se sentían solos o no. Después, los investigadores comparaban las imágenes de resonancia magnética de personas solitarias autoidentificadas con aquellas que no sentían la soledad de forma regular.

La magnitud de la muestra de datos es un hecho extraño en esta área de la ciencia, según expone Spreng y recoge la cadena norteamericana. Si se ha podido tener una base de datos tan importante, es porque aumentaron las imágenes del Biobank desde febrero. "Empezamos a trabajar con eso inmediatamente cuando salieron y fue muy emocionante", comenta el investigador.

¿Pistas sobre el alzhéimer?

"Todavía hay muchos factores que se tienen que examinar, como por ejemplo, cómo interactúa la soledad con el genotipo APOE-4", expone el autor. Y es que este gen se ha relacionado con hasta el 25% de casos de alzhéimer, según la Asociación del Alzhéimer. Y a causa del hecho de que las personas en riesgo de demencia están a menudo más aisladas cuando viven solas o en instalaciones de vivienda compartida, más investigaciones podrían revelar cómo la soledad podría exacerbar una predisposición genética ya presente. "Este primer estudio ha sido realmente importante en términos de identificar qué partes del cerebro se ven afectadas por la soledad", insistía. "Estamos utilizando esta información y estamos siguiendo una gran muestra de adultos mayores. Estamos viviendo cómo su cerebro se hace mayor durante varios años y cómo su experiencia de soledad podría acelerar los patrones de atrofia".