Fíjate en las portadas de la prensa de Madrid —en realidad son una y la misma. ¿Cuántas veces las has visto, con ese énfasis medio impostado, medio cortesano, sobre el mismo y eterno vacío de los reales discursos? ¿Diez, quince... treinta veces? Mira ahora las primeras páginas de los diarios de Barcelona. El real discurso no manda, no es la noticia más destacada. Muy significativamente, no lo es ni en La Vanguardia, diario que siempre ha tratado a la monarquía con una deferencia arraigada en la convicción de sus propietarios, a veces incluso más allá de lo que los reales asuntos merecían.

Hoy no es el caso. Enviar al Rey al faldón de la primera página no habrá sido una decisión poco meditada o mal ponderada. Tampoco pasará desapercibida. El diario ha estrenado director hace veinte días. Con ocasión de la retirada de Juan Carlos I de la vida pública, el editor del diario, Javier Godó, firmaba un artículo (cosa infrecuente) titulado con una frase tomada a Fernando Ónega: "Un buen rey, incluso un gran rey". El editor menciona medio de paso al heredero, Felipe VI, y remarca una sola idea de su discurso de coronación: "La voluntad de dar un paso más en la transparencia de la institución, reforzando la ejemplaridad en la vida pública". Si este es el criterio que ha guiado la portada de hoy, quizás no es una exageración considerarla una señal de disconformidad o un aviso. Quizás. De lo que hay poca duda es que de esta manera la leerán en los salotti buoni de Barcelona y Madrid, cosa que no ignoran en la torre de la Diagonal.

Como sea, el titular principal, sin embargo, se lo lleva un asunto más grueso que el real aleluya, aunque el titular sea pelín tremendista. En el Estado español hay 4.404 camas de UCI (sin contar neonatales, quemados y coronarias), de las que 600 ya están ocupadas por graves de coronavirus. La cosa pinta fatal, cierto, pero aún no estamos en el apocalipsis. Tal vez vale la pena esperar a que llegue —si llega. Las camas de intensivos no se multiplicarán por muy terribles que sean los titulares.

El resto de la prensa de Barcelona tampoco da mucho espacio al discurso del Rey, al que tratan con indiferencia. El Periódico lo mata en un subtítulo. Ara, que hace correr la historia sobre el título principal, parece que aprovecha el real pronunciamiento como excusa para arrojarle la cacerolada a la cara. El Punt Avui titula por debajo con la cacerolada, sin ambages, y abre con un material más optimista que sus competidores barceloneses, que son un mar de lágrimas —así están las cosas, sin duda, pero no hace daño ponerle una brizna de esperanza, especialmente porque los días que vienen serán aun peores que ayer.

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