Sabemos que algunos peces contienen mercurio y su ingesta resulta tóxica para el ser humano. Realmente la toxicidad viene dada por una forma de mercurio que recibe el nombre de metilmercurio, que se puede crear mediante el contacto del metal pesado con bacterias.

El metilmercurio, peligroso como es para el ser humano, lo es más aún para los niños pequeños y las mujeres embarazadas. Las personas nos exponemos a su toxicidad cuando comemos pescado y marisco, fundamentalmente. Las algas absorben el metilmercurio orgánico y los peces que las comen reciben a través de su alimentación el tóxico presente en ellas.

La cadena alimentaria existentes en los océanos hace que los peces más grandes se vayan comiendo a los más pequeños y de esta manera las especies de mayor tamaño cada vez van acumulando más metilmercurio y, por lo tanto, resultan más peligrosos cuando llegan a nuestros platos. Un hecho que ocurre no solo con los peces sino también con el marisco. Tan es así que en una investigación bastante reciente, se ha descubierto que más del 80% de la exposición al metilmercurio a la que nos enfrentamos los seres humanos, proviene del marisco.

Langosta

El estudio de Harvard

Un nuevo trabajo publicado en la revista Nature sugiere que los niveles de metilmercurio presentes en peces como el bacalao, el atún rojo del Atlántico y el pez espada están en aumento.

Para este su estudio, los investigadores analizaron 30 años de datos sobre el ecosistema del Golfo de Maine en el Océano Atlántico. En este análisis observaron lo que comieron dos depredadores marinos desde 1970 hasta el año 2000: el bacalao del Atlántico y el tiburón mielga.

Por una parte, los niveles de metilmercurio han disminuido entre un 6 y un 20% durante estas tres décadas. La razón de este descenso se debe, según los científicos, en que la población del arenque –alimento habitual del bacalao– descendió mucho en el Golfo de Maine por causa de la excesiva pesca de esta especie. Por eso, el bacalao tuvo que comenzar a alimentarse de peces más pequeños como la sardina, que tienen cantidades muy bajas de metilmercurio y, por tanto, los niveles del tóxico también descendió en el bacalao.

Mientras tanto, el tiburón mielga recurrió cambió su dieta a calamares y otros cefalópodos, que como depredadores que son, tienen niveles más altos de metilmercurio que el arenque.  Esto ha provocado que desde los años 70 a los 2000, los niveles tóxicos del tiburón mielga creciera entre un 33 y un 61%.

En la década de los 2000, el Golfo de Maine volvió a repoblarse de arenque a sus niveles habituales, lo que provocó que todo volviera a la normalidad. El metilmercurio subió otra vez en el bacalao y descendió en el tiburón mielga.

Pero según los científicos de Harvard, el cambio en la disponibilidad de los alimentos no es el único factor que influye en los niveles de compuestos tóxicos presentes en peces más grandes.

Tiburón mielga

La creciente temperatura del mar

Al principio, los investigadores encontraron difícil dar cuenta del aumento de los niveles de metilmercurio en el atún con solo observar lo que comían estos peces. Sin embargo, encontraron una conexión diferente. El atún es una especie migratoria que nada a velocidades muy altas. Por lo tanto, consumen mucha energía y necesitan comer más para mantener su velocidad y agilidad.

Pero también hay otro factor clave que influye en la cantidad de energía que los peces necesitan para nadar y, por lo tanto, cuánto necesitan comer. Este factor es el calentamiento global.

Según los investigadores, el Golfo de Maine es una zona de mar que se encuentra entre el 1% con el calentamiento más rápido del mundo. Y, cuanto más caliente es el agua, más energía necesita gastar el pez para nadar, lo que significa que se alimenta de una mayor cantidad de peces más pequeños y termina teniendo una mayor ingesta y acumulación de metilmercurio.

Tanto es así, que según revela el estudio de Harvard, entre 2012 y 2017 el atún rojo del Atlántico sufrió un incremento en los niveles de metilmercurio hasta en un 3,5% cada uno de los años.

Las predicciones

Los científicos extraen unas conclusiones preocupantes como consecuencia de los resultados del modelo utilizado. Así, afirman que con un aumento de un grado de temperatura en el agua del mar, el tiburón mielga podría sufrir un incremento del 70% en los niveles de metilmercurio y el bacalao, uno del 32%.

Según afirman, para que la población no se exponga a una situación de tan alto riesgo, no queda otra que reducir las emisiones de mercurio y los gases de efecto invernadero.