Cuidar la higiene y la salud de la boca va mucho más allá de una cuestión estética. Si no se limpian de una forma adecuada se pueden estar sentando las bases para desarrollar patologías del aparato circulatorio, digestivo y respiratorio. Y no nos debemos olvidar del aspecto psicológico: una mala salud bucodental puede perjudicar notablemente la autoestima de una persona, porque poseer mal aliento, manchas en los dientes o encías sangrantes, suponen una traba para muchas personas en las relaciones personales y provocan una pérdida de confianza en uno mismo. Por este motivo, se ha de realizar una buena limpieza diaria. Estos son algunos consejos para hacerlo bien.

El cepillado es el primer paso para lograr una buena higiene bucodental y es importante hacerlo de forma correcta. Sirve para eliminar los restos de alimentos y las bacterias de la boca sin producir daños en el esmalte que protege los dientes. Un cepillo adecuado debe ser ergonómico adaptarse a la forma de cada mano para poder ejercer una presión adecuada, no tener unas cerdas demasiado duras y poseer una cabeza pequeña que permita acceder a todas las zonas. La pasta dentífrica debe contener flúor, un mineral que protege a los dientes contra la caries, y elementos abrasivos leves como el fosfato cálcico y el sílice.

Cepillo pasta

Es importante cepillarse después de cada comida y, de forma imprescindible, antes de dormir, pues durante la noche producimos menos saliva y los dientes están menos protegidos. El truco para hacerlo bien consiste en realizar movimientos cortos y suaves, sobre todo en la zona de la encía. Hay que empezar primero por las superficies externas de los dientes superiores con movimientos de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba en los inferiores, con una inclinación del cepillo de unos 45° contra el borde de la encía.

Una vez se ha terminado hay que pasar a limpiar de la misma forma la cara interna de los dientes y después pasar el cepillo por las superficies de masticación de los dientes con movimientos cortos. Para acabar, cepillar las caras externa e interna de las muelas con movimientos circulares para remover los restos de alimento y las bacteria. También es aconsejable cepillar la lengua, el paladar y los surcos entre las muelas y la cara interna de las mejillas.

Una vez terminado el cepillado, hay que utilizar el hilo dental, porque ayuda a eliminar los restos de comida que quedan entre los dientes y a los que no puede acceder el cepillo. Se debería utilizar después de cada comida, aunque como mínimo de tres o cuatro veces por semana.

Para utilizarlo bien, hay que cortar aproximadamente unos 50 centímetros de cinta dental y enrollar la mayor parte en uno de los dedos. El resto, en el mismo dedo de la mano opuesta. A continuación, tensar 2 o 3 centímetros con los dedos pulgares y los índices e introducirlo entre los dientes con un movimiento de sierra. Hay que tener un especial cuidado con las encías para evitar daños. Lo mejor es curvar el hilo en forma de C contra uno de los dientes y deslizarlo en el espacio entre la encía y el diente. En cada una de las piezas se debe frotar la seda para eliminar restos de alimentos y placa, usando siempre hilo limpio en cada uno de ellos.

Hilo dental

Por último, se debe hacer un enjuage con fluor, porque ayuda a prevenir el deterioro de los dientes, fortaleciéndolos. Se suele aplicar mediante colutorio bucal que, además, ayuda a acabar con las bacterias que se encuentran en los espacios interdentales, las zonas con mayor riesgo de caries. Se aplica al finalizar con el hilo dental, y basta con enjuagarse durante 30 segundos y expulsar después el líquido sin ingerirlo.