Este fin de semana, la película de Joker ha reventado las taquillas de medio mundo, tal y como han recogido medios de comunicación nacionales e internacionales. Después de la expectación creada tras las buenas críticas y el León de Oro concedido en la Mostra de Valencia, millones de personas han acudido en masa al cine a ver en primera persona esta nueva producción, que rescata a uno de los grandes villanos del cine de superhéroes, Joker, la némesis de Batman, y a la magistral interpretación de Joaquin Phoenix, que da vida a tan diabólico personaje.

En esta nueva entrega de la saga, se narra el origen de Joker. Antes de convertirse en esta figura, era Arthur Fleck, un hombre marginado que no se integra en la sociedad y que termina convirtiéndose en un criminal. Fleck, en la película, padece un trastorno llamado labilidad emocional, que provoca unos ataques incontrolados de risa en situaciones inapropiadas.

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Esta condición le hace sufrir un gran rechazo por parte de los demás, lo que le provoca un aislamiento que, sumado a otras circunstancias, le lleva a cometer todo tipo de actos aberrantes.

Qué es la labilidad emocional

Se trata de un trastorno que generalmente tiene su origen en una alteración neurológica que provoca que, el cerebro de aquellos que la sufren, no pueda ejercer un control emocional normal. Las personas enfermas no pueden controlar la risa o el llanto, que aparecen de forma exagerada y sin estar vinculadas al estado emocional en el que se encuentra la persona.

Los ataques, que generalmente empiezan con risas y terminan en lágrimas, pueden llegar a durar minutos. Existe cierta controversia acerca de si es un trastorno o el síntoma de otra patología. La labilidad emocional está generalmente asociada a patologías como la depresión profunda, el trastorno bipolar, la epilepsia, la ciclotimia e incluso la celiaquía. Pero algunos defienden que existen casos de labilidad emocional tan pronunciados que se puede concebir como un trastorno en sí mismo y no una derivación de otros.

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Lo cierto es que, a día de hoy, no tiene cura. Solo se pueden atenuar sus síntomas con una combinación de antidepresivos y terapia, que son las indicaciones más prescritas. Sin embargo, ninguno de estos tratamientos debe realizarse sin supervisión médica. Si se detecta con tiempo, la persona puede llevar una vida prácticamente normal. Sin embargo, no suele ocurrir. En la mayor parte de las ocasiones pasa inadvertida o se confunde con otras patologías como la depresión, que también pueden causar llantos recurrentes.

En todo caso, lo mejor es hacer una terapia de manera continua, que ayude al individuo a controlar sus emociones, fundamentalmente en lo que tiene que ver con el hecho de saber identificarlas y de desarrollar las habilidades sociales necesarias para poder entablar relaciones normales con el resto de personas.