El colesterol es una sustancia imprescindible en nuestro organismo, pues a partir de él se sintetizan hormonas y sales biliares que intervienen en la absorción de las grasas que proceden de los alimentos. La sangre es la encargada de transportarlo a todo el cuerpo, pero al no ser soluble, solo puede transportarse si previamente se ha combinado con otro elemento.

Por eso, el hígado lo envuelve con una lipoproteína llamada LDL (lipoproteína de baja intensidad). Si el nivel de LDL aumenta, el colesterol puede acumularse en las paredes de las arterias, ocasionando graves riesgos para la salud, por eso se le llama colesterol malo.

Huevos tostadas

Cuando realiza el camino desde los órganos al hígado se reviste de otra proteína HDL (lipoproteína de alta intensidad), que se elimina al llegar a su destino. A este se le denomina colesterol bueno. Si se suman ambos, se obtiene la cifra de colesterol total en nuestro organismo, que no debería sobrepasar los 200 mg/dl. Pero a medida que pasan los años los niveles aumentan, debido al envejecimiento del sistema metabólico que dificulta su absorción.

Es importante tener en cuenta una serie de factores para mantenerlo a raya y evitar problemas en el futuro. Uno de los aspectos más importantes es la alimentación, porque su producción se ve estimulada si abusamos de las grasas saturadas, que son las que proceden de las grasas animales. En los últimos años, el aumento del consumo de alimentos de origen animal es una constante, tanto entre los jóvenes como en los adultos, y este es uno de los motivos del incremento de las patologías cardiovasculares.

Por eso es aconsejable reducir el consumo de alimentos como la carne roja y los embutidos. No se deberían tomar más de dos raciones a la semana, sin ningún tipo de grasa. En el caso del pollo, el pavo, el conejo, la liebre, la perdiz o la codorniz, es aconsejable quitarles la piel, pues es donde se acumulan mayores niveles de grasas saturadas. Tampoco es aconsejable un alto consumo de mariscos, huevos, vísceras, quesos curados y alimentos precocinados.

En cambio, se debe primar la ingesta de aceite de oliva, rico en ácidos grasos monoinsaturados que provocan un descenso del colesterol malo y un aumento del nuevo. Consumir mucha verdura, sobre todo espinacas, lechuga, pimiento, puerro, repollo, coliflor, remolacha, acelgas, apio, cebolla, ajo o zanahoria. La fruta, hasta 3 o 4 piezas al día, la fibra, que tiene efectos beneficiosos, el pescado azul, rico en ácidos grasos omega 3, que reducen el nivel de colesterol y triglicéridos en nuestra sangre. También los frutos secos son alimentos muy recomendables.

Bicicleta (1)

En cuanto al ejercicio físico se refiere, se recomienda correr, hacer bicicleta, aeróbic, bailar, nadar, pasear con paso de trote… son todo actividades aeróbicas en las que nuestro cuerpo exige una demanda de oxígeno continua, de modo que el músculo utiliza como combustible principalmente las reservas de grasa. Uno de los aspectos negativos que influyen en las cifras de colesterol es el estrés. Está demostrado que las personas que saben ejercer el autocontrol en situaciones de estrés, tienen niveles superiores en sangre de HDL o colesterol bueno.

Una etapa importante en el caso de la mujer es la menopausia. Durante la etapa fértil de la mujer, gracias a la acción de los estrógenos los niveles de colesterol suelen no ser elevados, y el riesgo de sufrir arterioesclerosis o infarto cardiaco es relativamente bajo e inferior a los hombres. Pero cuando desaparece la menstruación, las cifras suelen aumentar.