Los nuevos horarios derivados del confinamiento obliga a muchas personas a salir a la calle a última hora de la tarde, lo que está provocando que se esté retrasando la hora de volver a casa, la cena y el momento de acostarse. El hecho de ingerir los alimentos tan tarde no es muy adecuado para nuestra salud y hay estudios que lo demuestran, como este que concluye que comer más temprano puede ayudar a las personas a perder peso, mientras que comer más tarde en el día puede promover el aumento de peso y ralentizar el metabolismo. Además muestra que las comidas tardías aumentan los marcadores inflamatorios que generalmente se asocian con diabetes y enfermedades cardíacas.

Chica cenando

Otra investigación llevada a cabo en la Universidad de Vanderbilt en Estados Unidos, demostró por su parte cómo el reloj interno del cuerpo modula cientos de procesos, desde dormir y comer hasta la temperatura corporal y los niveles hormonales. Los expertos hallaron que aquellos que tenían unos patrones de hábitos muy alterados desarrollan efectos adversos para la salud, incluida la obesidad. Es decir, que para acumular peso, no se trata solo de cuánto comemos, sino también de cuándo lo hacemos.

La lista de efectos adversos es larga. Por ejemplo, a lo largo de los años, también ha habido una serie de estudios que han analizado los vínculos entre la obesidad y el cáncer. Sin embargo, el impacto de cuándo se comen los alimentos ha sido mucho menos investigado. De ahí la importancia de este trabajo que pusieron en marcha, entre otros, investigadores del Hospital del Mar de Barcelona que investigaron los posibles vínculos entre el horario de comidas y dos tipos comunes de cáncer: el cáncer de próstata y el cáncer de mama. Los expertos concluyeron que las personas que cenan antes de las 21 horas o al menos 2 horas antes de acostarse tienen alrededor de un 20 por ciento menos de riesgo de cáncer de mama y de próstata que aquellos que comieron después de las diez de la noche o se fueron a la cama poco después de comer.

Postre

Por último, el hecho de retrasar la cena puede hacer también que nuestra piel sea más vulnerable al daño solar. Así queda de manifiesto en otra investigación que reveló algunos datos curiosos. Específicamente, que una enzima llamada xeroderma pigmentoso grupo A (XPA), que normalmente ayuda a proteger la piel contra el daño de los rayos UV, se vuelve menos activa durante el día y más activa durante la noche. Es decir, que alterar los patrones alimenticios modifica el ritmo circadiano en la piel reduciendo la actividad diurna de esta enzima protectora de la piel y provocando que nuestra piel sea más vulnerable.