Beyoncé, Miranda Kerr, Hugh Jackman, Nicole Kidman, Rob Lowe, Jennifer López… son algunos de sus seguidores y, por lo tanto, responsables de que el ayuno se haya extendido por todo el mundo. Pero lo cierto es que más allá de la moda, esta propuesta tiene una amplia base científica y son cada vez más los expertos que aconsejan su práctica para mejorar la salud en general.

La investigación más extensa realizada hasta la fecha fue publicada recientemente en la revista Science y se llevó a cabo por un grupo de expertos del Instituto Nacional del Envejecimiento de Baltimore, en Estados Unidos. Las conclusiones del estudio son muy positivas: “las intervenciones dietéticas que van acompañadas de largos períodos de ayuno han surgido como estrategias prometedoras para abordar una gran variedad de parámetros clínicos que constituyen la base del síndrome metabólico, las enfermedades cardiovasculares, el cáncer e incluso las enfermedades neurodegenerativas. Aunque los mecanismos específicos están lejos de ser entendidos completamente, esta ausencia periódica de ingesta de energía parece mejorar los múltiples factores de riesgo y, en algunos casos, revertir la progresión de la enfermedad en ratones y humanos”.

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Aunque todavía es necesario realizar más estudios para determinar las diferencias en la tasa metabólica, los tiempos de ayuno, el papel de la composición de la dieta y la duración de la intervención en relación con una enfermedad particular, lo cierto es que otras investigaciones que se están realizando en centros y universidades del resto del mundo apuntan a la misma dirección. Eso sí, destacan que aún se está en fase experimental y que no deben iniciarse sin supervisión médica.

La prestigiosa revista Cell Reports, acaba de publicar también otro estudio realizado en ratones en el que aborda las cuestiones del ayuno y los ritmos circadianos (aquellos cambios físicos y psicológicos que ocurren en el cuerpo a lo largo de un día). Los autores, de la Universidad de California, tenían interés en comprobar cómo el ayuno influye en los ritmos circadianos en el hígado y los músculos esqueléticos. Para ello, dividieron a los ratones en dos grupos, uno en un régimen de ayuno intermitente, y otro que comía cuando quería. Ambos grupos consumieron la misma cantidad de grasa y calorías, sin embargo los ratones en el grupo de ayuno no desarrollaron obesidad o trastornos metabólicos como los otros ratones.  Pero es que además, las oscilaciones circadianas de los animales eran más robustas en el grupo de ayuno, o lo que es lo mismo, estaban más claramente definidas lo que parece ser la principal razón por la que el ayuno promueve una mejora en la salud.

Diferentes tipos de ayuno

Existen diferentes tipos de ayuno. Aquellos que promueven una restricción calórica (de hasta el 50% de calorías de nuestra dieta) durante un tiempo prolongado de tiempo y los que promueven una restricción de alimentos en concreto: lácteos, grasas, hidratos de carbono… Pero, sin duda, el que más notoriedad ha alcanzado y más investigaciones está reclamando es el llamado ayuno intermitente, que consiste en combinar unos periodos de abstinencia (en los que se permite tomar líquidos como caldos, aguas e infusiones) que pueden durar horas o días, con otros de ingesta de alimentos. Los más seguidos son el 16:8, que consiste en mantenerse 16 horas en ayunas (coincidiendo principalmente por la noche) y comer en las 8 restantes; el de 24 horas, con el que se realiza una sola comida al día. O el de días alternos, que consiste en comer un día sí y otro no. Se debe realizar siguiendo unas pautas médicas, porque puede provocar mareos, dolor de cabeza o estreñimiento.

En cualquier caso, nunca debe hacerse sin supervisión médica, pues entre otras cosas, está desaconsejado para niños, personas mayores, mujeres embarazadas o personas que padecen algún tipo de enfermedad.