Ciudadans de Catalunya, ja les tornem a tenir aquí! En cinco días, el bien se enfrentará al mal, como dice Junqueras y como bien podría decir Albiol. En los últimos años, el movimiento independentista ha mostrado al mundo dos cosas y ha dejado entrever una tercera. Las dos primeras se alimentan entre ellas, la tercera es producto de las anteriores.

La primera: una capacidad movilizadora sin precedentes, fruto de una aparentemente contradictoria coalición entre institución y movimiento, ejemplarizado en la ANC y Òmnium Cultural. En Catalunya sí se puede repicar y estar en la procesión. Como mínimo se ha podido tener esta ilusión durante los últimos años.

La segunda: el escrupuloso pacifismo del movimiento-institución, que ha dejado a Gandhi como un amateur en la materia. La no-violencia de Gandhi implicaba un altísimo grado de represión hacia los suyos, que caían, inertes, bajo los golpes y las balas de los colonos británicos. Tras el 1 de Octubre, cuando miles de catalanes pusieron el cuerpo para defender las urnas de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, se renunció a la desobediencia pacífica, por lo que ha quedado claro que el pacifismo, como las buenas dietas, se seguirá de forma estrictamente escrupulosa.

La decisión de no desobedecer, acatar la aplicación del 155 y descartar la unilateralidad, ha roto parte de la fantasía que alimentaba el deseo independentista

Eso nos lleva al tercer punto. El motor del independentismo de esta coalición oximorónica se llama "Procés". El Procés se alimenta del deseo de la independencia, a la vez que castra su realización. Este último punto se ha camuflado e instrumentalizado con recelo por parte de los actores líderes del Procés (PDeCAT y ERC), pero la decisión de no desobedecer, acatar la aplicación del 155 y descartar la unilateralidad, ha roto parte de la fantasía que alimentaba el deseo independentista. Lo saben bien en la CUP, que en el punto 43 de su programa electoral apunta: "En este camino, el procesismo ha consolidado una cultura política que a estas alturas sigue siendo uno de los principales lastres para la independencia (...)." Y ahora, raspadas las costuras del Procés, se entrevé su esencia. Las encuestas, fusión de la técnica moderna y la clarividencia de los oráculos antiguos, dicen que una fuerza naranja puede sacudir la profecía de la República que está por venir. El auge de Ciudadanos es, en parte, el síntoma del Procés independentista.

¿Qué pasará si ni el Bloque Amarillo ni el Bloque Naranja tienen suficientes escaños para gobernar? Es remota, pero una opción empieza a sonar tímidamente. Ni ERC ni PSC descartarían sumar con los Comuns, que juegan en posición de inferioridad pero que pueden acabar siendo determinantes. Xavier Domènech admite abiertamente que esta fórmula permitiría abrir una nueva transversalidad, a la vez que rompería con la lógica procesista. Problemas: ni ERC quiere oír hablar del PSC y viceversa. Pero recordemos: estamos en campaña electoral y esta fórmula no es estrictamente contra natura

ERC, por el peso de la historia o por incapacidad, se encoge en los momentos importantes ante la sombra de aquellos que han construido el catalanismo político

Más problemas: las tres fuerzas tendrían que mejorar los resultados que les pronostican las encuestas, cosa que no se ve en ningún sitio. ERC, sea por el peso de la historia o por incapacidad propia, se encoge en los momentos importantes ante la sombra de aquellos que han construido el catalanismo político, primero bajo la figura de Pujol y Mas, ahora de Puigdemont. Los comunes, el único de los partidos capaz de tender puentes y crear alianzas que superen las trincheras interbloques, no acaba de tomar aire, lastrado por el divisor de la independencia, pero también por la incapacidad de acomodar un complejo mundo interno de liderazgos, egos, y batallas de poder. Por último, el PSC, que a pesar de aguantar la embestida, ve cómo sus bases tradicionales desertan por todos lados: un cinturón encarnado que se tiñe de naranja y lila, y un voto "ilustrado" que, por imaginar cosas, prefiere pensar más en una República Independiente que en la España Federal.

Pero hay un escenario más que la victoria de uno de los bloques, la geometría variable, o el tripartito de izquierdas. Un escenario caprichoso e irónico, un escenario para volver a empezar. ¿Y si las elecciones tienen que repetirse?