El diario alemán Telepolis ha acusado hoy al juez Pablo Llarena de falsear la acusación de rebelión contra los miembros del Goven catalán i dirigentes de las entidades soberanistas, en su instrucción. Según Telepolis, en un reportaje que titula La rebelión catalana, un invento del poder judicial español 'independiente', el punto de partida del "falso relato de violencia" en el que se basan los argumentos de la Fiscalía es la entrada de las fuerzas de seguridad del Estado en la conselleria d'Economia el 20 de septiembre del año pasado, en una operación en la que fueron detenidas en total 14 personas.

"El problema para Llarena -señala- es que nunca hubo la necesaria "alteración violenta del orden público", ya que la rebelión se define como una especie de golpe de estado. Los hechos ante la conselleria d'Economia consistieron en una manifestación de 50.000 personas que protestaban contra el asalto. Llarena indicó en la orden de extradición que envió a la Justicia alemana, que los manifestantes habían tenido una actitud "violenta" porque unos vehículos de la Guardia Civil sufrieron algunos desperfectos".

Telepolis afirma que en realidad estos desperfectos fueron porque muchas personas subieron sobre los dos vehículos, y que entre ellas había "numerosos periodistas que querían tener una mejor visión de la manifestación desde un punto elevado, tal como se vio en un reportaje televisivo". El diario añade que las imágenes también mostraron que los "líderes del motín", que después fueron acusados por Llarena de rebelión (Jordi Sànchez y Jordi Cuixart), hicieron desde encima de estos vehículos llamamientos reiterados a disolver la manifestación, para permitir que los guardias civiles encerrados dentro de la conselleria pudieran retirarse sin incidentes.

Según el medio, la acusación de rebelión en realidad es una "fábula", tanto con respecto a los hechos del 20 de septiembre como en el referéndum del 1 de octubre. "Se ha demostrado de sobra que no hubo ningún tipo de violencia por parte de los independentistas", añade. "El monopolio del uso de la violencia estuvo en manos de las fuerzas de seguridad del Estado, y más tarde de ultras enrolados en las filas del unionismo", concluye.