Los abogados de la defensa han citado a declarar en el juicio contra los responsables del procés que se sigue en el Supremo a un ejército de personas normales y corrientes que el 1-O estuvieron en los colegios electorales. Farmacéuticos, horticultores, informáticos, ingenieros, maestros, empresarios... y jubilados.

Las defensas han contrapuesto el discurso de las masas, las paredes y los escudos humanos, con personas con nombres y apellidos, profesionales de todos los ramos y perfiles sociales que a menudo al acabar la declaración piden permiso para quedarse en la sala a seguir el juicio.

Todos ellos han respondido sin problemas y con naturalidad a las preguntas de las partes –aunque muchos advertían que respondían a los abogados de Vox por imperativo legal-, y todos han explicado un relato bien alejado de la violencia descrita por los agentes de los cuerpos estatales que han comparecido previamente. De hecho, la mayor parte de los testimonos demuestran que en aquellos centros de votación donde no acudieron policías españoles y guardias civiles no hubo violencia.

Dentro de esta estrategia de las defensas, las personas de mediana edad o sencillamente personas mayores han tenido un claro protagonismo, el mismo que han asumido en las movilizaciones y protestas independentistas.

Ya lo hicieron la semana pasada y ha continuado esta, empezando por el exalcalde Xavier Trias, que al comparecer el lunes se describió como un "concejal a punto de retirarme", aunque en aquel momento todavía era uno de los candidatos provisionales que sustituía Carles Puigdemont y los consellers Toni Comín y Clara Ponsatí a las europeas.

Después de Trias, tres testigos más se han definido como prejubilados esta semana y casi una decena como jubilados, entre los cuales, Nemesio Fuentes, un antiguo agente del CNP que el 1-O estuvo en una de las mesas del colegio de Sant Joan de Vilatorrada y que ha sido la última declaración de la semana y una de las más chocantes.

Entre los testigos de las defensas de esta semana tampoco nadie ha sabido explicar de dónde salieron las urnas, aunque fiscalía y abogacía del Estado han insistido en preguntarlo; algunos no sabían ni cómo había llegado el material electoral a los colegios; todos aseguran que se autoorganizaron; que fueron al colegio electoral el día antes porque tenían muchas ganas de votar...

De hecho, quién más quién menos ha aprovechado para reivindicar el derecho a votar y para describir el 1-O como un día histórico, emocionante y de ilusión. Casi todos llevaban lazos amarillos y prendas de ropa amarilla. Y alguno, como Toni Altaió, ha protagonizado una protesta silenciosa ante los presos políticos dejando sobre la mesa un ejemplar de libro de Benet Salellas Yo acuso: en defensa de los presos políticos, con una papeleta del 1-O dentro.

Antoni Altaió llibre votant 1 O

Esta semana se ha cerrado con el único incidente que se ha registrado en el Supremo desde que ha empezado el juicio, cuando, al acabar la sesión de la mañana, dos jóvenes con el puño alzado han gritado "¡fuerza!" y "pit i collons" dentro de la sala. El presidente, Manuel Marchena, ha ordenado que se les identificara y se les expulsara y agentes de la policía los han obligado a salir y los han mantenido retenidos, con una tercera mujer, hasta que han sido identificados. Se les ha prohibido volver a asistir al juicio.