Las portadas de la prensa madrileña apuntan todas –El Mundo con menos ahínco– contra el relato independentista de un solo pueblo que lucha pacífico y determinado, por decidir su destino contra un estado autoritario, etcétera. Es decir, todo lo contrario de lo que, con penas y tráficos, se fue construyendo hasta llegar al clímax del 1-O impreso en otras portadas, las de la prensa extranjera de hace un año. El domingo, las primeras madrileñas hablaban de enfrentamientos entre indepes y, bueno, policías de paisano. Este lunes añaden divisiones dentro del soberanismo, Mossos d'Esquadra por en medio y todo.

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Los hechos en que se apoya este contra-relato unionista serán más o menos sólidos –encontronazos entre la CUP y el resto del soberanismo hay para dar y regalar desde el famoso "paso al lado". Este lunes de conmemoraciones, sin embargo, el contra-relato no parece tan ridículo. Se hace respetar más. Quizás lo que rezuman estos titulares (los de La Vanguardia y El Periódico incluidos) es el cañamazo de otro relato sobre la crisis catalana, una narrativa diferente que se abre paso a trancas y barrancas: ¿Se deshilacha el independentismo? ¿Se sublevan unos indepes contra los otros sólo un año después de su gran momento? ¿Es una fractura que puede perjudicar aquellos huesos que parecían de acero o sólo es una fisura? ¿Pueden perder a pesar del 21-D?

En el primer aniversario del 1-O, aquel momentazo telúrico del entre todos lo podemos todo, brava resistencia civil (el unionismo culto habla de "golpe de estado posmoderno"); aquel momentazo que el independentismo querría celebrar acoplado como las duelas de un tonel de roble, remachando el triunfo de su narrativa... resulta que todo eso los diarios madrileños –y los grandes barceloneses– lo presentan enemistado, partido, en una trifulca urdida por unos provocadores ultras.

Estas portadas dan la impresión de que los diarios han olido la sangre. A ver qué pasa en los días que vienen.