Dos nombres mandan en las portadas: Pedro Sánchez y Boris Johnson. Sánchez es protagonista por el enfoque que da al conflicto catalán (o español): se trata de un problema político que hay que discutir entre gobiernos. Podríamos dejarlo así, para hacerla corta. Hay que tener presente, sin embargo, que el demonio se esconde en los detalles y también el sistemático incumplimiento de los acuerdos por los gobiernos españoles. Una prueba es el informe de la Cambra de Barcelona sobre el impacto de los incumplimientos del Estado en inversión en infraestructuras en Catalunya entre 2001 y 2018: 8.000 millones de euros comprometidos y no ejecutados —equivalen al 3,3% del PIB catalán—, que han supuesto 20.000 millones de euros menos de facturación adicional para Catalunya, 111.501 puestos de trabajo menos, 3.776 millones menos en rentas salariales y 3.895 millones menos en rentas fiscales y cotizaciones. No hace mucho, a eso se le llamaba "coste España".

Es una lástima que los diarios, salvo El Punt Avui, no se hagan eco del informe en sus portadas. También es lástima que sólo Ara y La Razón destaquen que Sánchez recupera el acuerdo de Pedralbes, firmado por él y el presidente Torra en diciembre de 2018 y recibido en Catalunya como una buena manera de reconducir, desescalar y gestionar el conflicto. Sánchez vuelve a la casilla de salida después de dos elecciones generales, la sentencia cruel del 1-O y sus consecuencias, etcétera, etcétera. Este es un asunto que hace estallar la cabeza porque para este viaje no se necesitaban esas alforjas ¿no?

Boris no era un loco

Otro asunto que hace estallar la cabeza es la victoria electoral magnífica de Boris Johnson tras una campaña con un solo argumento: get the Brexit done. El hombre no sólo dispone de una mayoría absoluta, calzada con 39 diputados de más. Es que también se ha pulido a Laboristas, Liberaldemócratas y al Partido del Brexit. Los diarios aquí, en cambio, han presentado a Johnson como un payaso loco, iliberal, xenófobo, irresponsable y sin planes... y resulta que tenía una estrategia pensada y ganadora.

Ya se explicó aquí mismo a finales de agosto: "[Boris] presentará [las elecciones] como un segundo referéndum sobre el Brexit, esta vez con las cartas descubiertas y no como el anterior, donde no quedaba claro en qué condiciones se ejecutaría [Johnson ya pactó un acuerdo de salida con la UE y el Parlamento se lo aprobó]. Podrá reclamar todos los votos de los favorables a marcharse, incluidos los del xenófobo Nigel Farage. De paso, le servirá para purgar a su partido de los elementos más resistentes al Brexit y para demostrar a la UE y al mundo que tiene lo que hay que tener".

Más estallidos. ¿Qué ha dicho Boris en su discurso de la victoria? Que la prioridad de su gobierno será recuperar el Servicio Nacional de Salud, el problema que más preocupa a los británicos —¡y tema principal de la campaña del Labour!

A los lectores de ABC, por poner un caso, les habrá estallado la cabeza muy fuerte. En la última portada que el tabloide monárquico dedicó al premier británico, el 29 de agosto, le acusaba de engtusar a la mismísima Reina en sus tejemanejes. ¿Qué pensarán hoy esos lectores al leer el titular chupamedias "Boris el Grande"? Pensarán que el payaso loco era ABC y no Johnson.

Escocia da miedo

Se ha quedado solo y vencedor en todas partes. ¿En todas partes? ¡No! Una aldea del Norte poblada por escoceses indomables rechaza una y otra vez ferozmente al invasor. Esta circunstancia también hará estallar cabezas. Lo explican La Vanguardia y El Mundo en sus titulares principales: Escocia pide un segundo referéndum porque quiere permanecer en la Unión Europea. Los escoceses pueden invocar que el hecho de que los ingleses quieran arrastrarlos fuera de la UE rompe las Leyes de Unión de 1706-1707, aprobadas por los parlamentos de los reinos de Inglaterra y de Escocia para reunir a ambos países en el nuevo Reino Unido de Gran Bretaña. O pueden argumentar que es lo que quieren para su país. Continuarà.

Lo que más hace estallar la cabeza, sin embargo, es comparar a Boris Johnson y a Pedro Sánchez, dos políticos ante desafíos que parecen imposibles. Uno sale adelante con decisión. Otro no se aclara y va hoy adelante y mañana para atrás. Podría tomar nota la prensa de Madrid y Barcelona, que desde hace años da lecciones de democracia al Reino Unido, donde hace ocho siglos que se dedican a construirla. Resulta que Johnson no era un idiota, sino un político como una catedral, y el Reino Unido una democracia viva y vibrante, confusa y conflictiva, como son las democracias de verdad, las que debaten, discuten y dejan decidir a la gente su destino y el destino de su país.

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