El excomisario José Manuel Villarejo ha abierto portadas en los mismos periódicos que hoy le niegan presencia en primera página. Mientras lo que ha declarado en otras ocasiones servía a los intereses de unos u otros, era buen material. Ayer el expolicía declaró que el imán de Ripoll, capitán de los terroristas islamistas que atentaron en Barcelona y Cambrils el 17 de agosto de 2017, se le escapó de las manos al exdirector del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), Félix Sanz Roldán, que pretendía dar "un pequeño susto a Catalunya", implicando que era un castigo para el independentismo. Cuesta creer a Villarejo. ¿Pero es que no costaba antes? ¿O es que los diarios solo creen lo que dice si encaja con sus intereses políticos o institucionales del momento? ¿Por qué en el asunto entre Juan Carlos I y Corinna tiene crédito y no lo tiene cuando habla del imán de Ripoll? Obviamente, los diarios valoran cada declaración del antiguo comisario como les parece y es justo que así sea, porque es ingenuo pensar que Villarejo dice siempre la verdad o que es verdad todo lo que dice, sobre todo cuando declara sin pruebas. Pero es casual que no apliquen la misma ponderación, tan fina y exquisita, cuando se trata de poner negro sobre blanco sobre cuál fue la relación del CNI con el imán, de desentrañar qué sabía el gobierno español del momento, si se aprovechó la ocasión para embadurnar al independentismo o qué se esconde aún a los ciudadanos. El resto de las consideraciones sobre el caso las tienes bien reunidas y relatadas en el editorial de esta santa casa y en la columna de Iu Forn. En portada lo dan, en pequeño, La Vanguardia y El Punt AvuiAra, un poco más grande.

Quien ha tenido suerte con Villarejo es el gobierno español actual, que ha vuelto a desdecirse de una promesa electoral con tanta alegría, lo cual ningún diario expone como tal en primera página. Casualmente se trata de la reforma de los delitos de rebelión y sedición, y delitos relacionados con la libertad de expresión (como las injurias a la Corona) incluidos en la llamada "ley mordaza" y en la reforma del Código Penal que el gobierno de Mariano Rajoy aprobó en 2015 pasando el rodillo parlamentario de la mayoría del PP, único partido que votó esta legislación represiva. Todo eso no se tocará en 2022, según el plan normativo del gobierno de Pedro Sánchez. Tampoco se emprenderán la reforma del sistema de financiación autonómica ni la Ley de la Corona, que debía obligar a una mayor transparencia a la monarquía y reformar la irresponsabilidad del Rey. Son materias referentes a la crisis catalana, a los derechos y libertades políticos y civiles de los ciudadanos y a la reforma de la arquitectura institucional de España. ¿Pero qué es todo eso al lado de las bolas, mistificaciones y engañifas de Villarejo o las consecuencias de la pandemia?

Justamente otra de las secuelas económicas de la covid-19 es la pérdida de poder adquisitivo de la gente. La inflación, que empobrece a todo el mundo, pero especialmente a las rentas más bajas. Lo dice un estudio de la Fundación La Caixa, que solo se ve en la portada de El País, que insiste —por segundo día consecutivo— en el tema: los salarios crecerán tres veces menos que el IPC, es decir, perderemos poder adquisitivo. Todo esto aparece en una pieza pequeña. Para más inri, el nuevo presidente del Bundesbank, Joachim Nagel, se ha estrenado en el cargo con el aviso de que la inflación puede seguir en valores altos más tiempo de lo que creemos. Naturalmente, Nagel pide al Banco Central Europeo que no le tiemble el pulso si conviene en tomar medidas duras para parar la inflación: léase tasas de interés más elevadas, restricción del crédito... Todo eso rima con recortes. Adivina quién sufrirá las consecuencias.

LV

La Vanguardia, portada

EPA

El Punt Avui, portada

AHORA

Ara, portada

EPC

El Periódico, portada

EP

El País, portada

ME

El Mundo, portada

ABC

ABC, portada

LR

La Razón, portada