GRA369. CÁDIZ, 04/12/2015.- El líder de Podemos, Pablo Iglesias, durante su intervención en un acto electoral de su partido celebrado hoy en en el Palacio de Congresos de Cádiz. EFE/Román Ríos

Afirmaba el intelectual Vladímir Ilich Uliánov, más conocido como Lenin, que "Cuanto peor, mejor". Inspirado en Karl Marx y los postulados comunistas, Lenin, el artífice de la Revolución de Octubre –a quien la historia aún idealiza– estaba convencido de que cuanto peor fueran las condiciones para la masa campesina, más se beneficiaría la revolución proletaria. El fin del Estado opresor suponía su destrucción. No cabía otra opción para liberar del malestar a los oprimidos.

El 15M y los 'indignados'

Sin proponérselo, Podemos, el partido que Pablo Iglesias fundó tras las movilizaciones el 15 de mayo de 2011, parte de dicho mantra. El discurso de Podemos nace del descontento de unos ciudadanos ahogados por las medidas de austeridad, y de un sentimiento de rechazo hacia la clase política de aquellos que perdieron su trabajo y su hogar. En su génesis hay un conflicto social de enfrentamiento hacia el otro, de dialéctica schmittiana.

Si el movimiento social que lo encabeza es el de los indignados, se podría confirmar cierto malestar entre sus bases. Aquí compite con Ciudadanos, que también reproduce la idea del desgaste democrático. Pero entre ambos hay una frontera que los separa. En marzo, el politólogo Pepe Fernández-Albertos publicó un gráfico en el que el votante de C's se diferenciaba del de P's por la percepción en la situación económica personal.

Es decir, cuanto peor es la situación financiera que cree tener un ciudadano, más propenso es a votar a Iglesias. A mejores perspectivas, más posibilidades para C's. Si bien, la tendencia de Podemos era más acusada.

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Otros politólogos increparon a Albertos. Al leer el hilo, se observa que la discrepancia viene cuando se hace el estudio dividiendo la muestra por clases sociales –entonces, los resultados parecen ser otros–. Pero la idea de fondo ayuda a explicar por qué si hay dos partidos que enarbolan la bandera de la regeneración democrática hay uno, los naranjitos, que obtiene mejores resultados preeelectorales que el otro.

La metáfora Syriza

Iglesias no es reformista como Albert Rivera, sino rupturista. O al menos, lo era. Con las camisas arremangadas, y sin llevar nunca corbata, genuinamente conectaba con desafiantes ideas de parar los desahucios, fijar una renta mínima, o reestructurar el pago de la deuda. Podemos quería ser en España la coalición de izquierdas Syriza, de Alexis Tsipras, que con una mayoría apabullante rompió el bipartidismo en Grecia.

El malestar de sus primos-hermanos lo hacía crecer en los sondeos, en una espiral nunca antes imaginada. Cuanto peor para los griegos, mejor para Pablo. Pero el sueño se desmenuzó cuando el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea obligaron al gobierno griego a pagar las deudas. Podemos había logrado fragmentar el bipartidismo, contra "la casta", y Rivera lo avanzaba, absorbiendo el esfuerzo de los círculos ciudadanos.

Se dio cuenta de que el discurso de la austeridad no sólo es ideológico, sino que posee mecanismos de coerción legal para el cumplimiento de los contratos. De neomarxista, o nueva izquierda, Pablo se convirtió en el Eduard Bernstein, empujado a abrazar la socialdemocracia porque sabe que si no, no conquistará el Estado, ni conseguirá mejoras para la masa trabajadora. Y al hacerlo, pierde la autenticidad que le granjeó el respeto.

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El 'viaje' hacia el centro

Así como el Partido Popular con Aznar en su momento, Podemos también ha tenido que hacer el viaje hacia el centro para alcanzar una base de votantes más ancha. De aquella combatividad moral que atrae a estudiantes e intelectuales progresistas, Coleta morada tuvo que moderarse y comulgar con el establishment. De huir de actos institucionales, Pablo pasó a reunirse con el rey o elogiar el discurso del Papa de Roma.

Porque Pablo sabe, así como Rivera, que para gobernar España hay que ser presidenciable. Del partido hegemónico al que aspiraba, quedó en uno más pequeño que tenía que remontar. Y eso implicaba cuidar las apariencias, y moderar el discurso. También, controlar las bases. De los círculos de donde los candidatos emanaban, Podemos aprobó el listado para el Congreso, asegurando que su 96% eran fieles a Pablo.

El sistema aún se entiende con los partidos que reproducen estructuras jerárquicas clásicas, y perjudica su intento de reformarlos internamente. Pero no sólo eso. De cumplirse la hipótesis de Albertos, C's se habría beneficiado de una mejora de la percepción en el contexto económico, a través de su discurso de la "ilusión". Por un momento, parece como si la situación hubiese cambiado, mientras la UE recuerda que no.

Cambio por el PSOE

Podemos es hoy aquel partido que pierde su humilde esencia, cuando se sienta con Rivera en el Salvados y da la razón a su regeneracionista adversario. Podemos es la obligación de dejar a un lado los ideales, para aumentar votos. Podemos es el idealismo programático de recuperar un fuerte Estado del bienestar, y el intento de cambio de una UE empeñada en su proyecto económico, político y monetario. Pero Pablo es necesario.

El PSOE se hunde en los sondeos –anunciando en algún caso un sorpasso en escaños de Ciudadanos a los socialistas–. Y parece que buena parte de los votantes de Podemos provienen de PSOE e Izquierda Unida, según el politólogo Sergi Cristóbal. El hecho se habría producido desde el 15M, como afirmaba del analista Jaime i Miquel, quien vaticinó que Podemos podría ser el nuevo partido socialista, en unos años.

Así, quizás sí que cuanto peor le vaya a Pedro Sánchez, mejor le irá a Pablo. Alguien tendrá que capitalizar el malestar por una socialdemocracia europea debilitada, ante la que los ciudadanos tal vez no se identifican, ni se siente atendidos, ni escuchados –según las encuestas–. Ésta, una victoria que al menos sí parece consiguir Coleta Morada.