Ninguno de los movimientos de ficha que está habiendo desde el 26-M no se puede entender ni interpretar de manera aislada. Las líneas rojas se doblan y decoloran. Cada paso tiene consecuencias y responde a una estrategia que supera las fronteras municipales. Cada sapo que se tragan los dirigentes políticos desdiciéndose de aquello que habían proclamado en campaña tiene un porqué. Es el efecto dominó de los pactos postelectorales. Unos acuerdos vendidos y justificados por unos principios que a menudo se contradicen cuando se salta de pueblo o de ciudad.

La primera ficha, la principal, la que acapara todos los focos, es la de Barcelona. Aquí la partida la juegan Ada Colau, Ernest Maragall, Jaume Collboni y Manuel Valls, que hace de muleta. La líder de los comunes sigue insistiendo en un tripartito con PSC y ERC cuando ambos ya le han dicho que se olvide. A pesar de la negativa pública, reiterada y rotunda, ella ha decidido apretar el acelerador y esta semana su militancia la ha avalado sobradamente para que evite ser desahuciada de la alcaldía. Y eso implica alejarse inevitablemente de una alianza con ERC, que sigue ofreciéndole mano tendida para un gobierno bipartito. Como los socialistas. Los dos piden exclusividad. La diferencia, no menor, es que Maragall no cede la alcaldía y Collboni, sí.

Aunque todos aseguran en público que no supeditarán las negociaciones en la ciudad de Barcelona a otras posibles alianzas, lo cierto es que qué acabe pasando tendrá una dependencia directa, para empezar en la Diputación de Barcelona. Allí el PSC y ERC han empatado en número de representantes. La diferencia es que en este caso JxCat tiene más peso y la suma ERC-JxCat supera la de PSC-comunes. Estos últimos podrían hacer decantar la balanza, abandonando al PSC con una abstención. Para los socialistas, sin embargo, la Diputación es una de las joyas de la corona, que han gobernado durante décadas hasta que a CiU -que durante los últimos años ha tenido el poder de las cuatro diputaciones catalanas- les desbancó.

La llave de los comunes

También en el Ayuntamiento de Tarragona ha habido empate técnico PSC-ERC. El actual alcalde, Josep Fèlix Ballesteros ha sacado medio millar de votos al candidato de los republicanos, Pau Ricomà. Los comunes tienen la llave y el lunes celebrarán la asamblea donde decidirán si dan la alcaldía al PSC o a ERC, que ya cuenta con el apoyo de JxCat.

Los pactos del anterior mandato, durante el cual han gobernado con el PP y Unió, han pasado factura al PSC, que a pesar de vencer, han recogido los peores resultados de la historia en Tarragona. Ahora Ballesteros mira hacia la izquierda para seducir a los comunes. De ellos dependerá que vuelva a ser alcalde, porque hay una mayoría alternativa ERC-JxCat-CUP.... Y los comunes.

ERC y JxCat: pactos de país

Los socios de Govern, Junts per Catalunya y ERC se han conjurado para que el independentismo pueda hacerse fuerte en las grandes ciudades y a los entes supramunicipales, es decir, las Diputaciones. Pactarán para que gobierne el partido de entre estos dos que haya obtenido más apoyos, sin buscar mayorías alternativas para hacerse con el poder. Siempre, claro está, que esté en sus manos. Ya hemos explicado que en Barcelona será difícil evitar que se impongan socialistas y comunes. Ahora bien, en las otras tres la situación les es más favorable.

En Tarragona, Convergència y el PSC sellaron hace años un pacto para co-gobernar la Diputación que les ha funcionado sin sacudidas. Los socialistas han intentado poder repetir esta alianza con JxCat, pero los de Puigdemont han optado por romper y entregar la presidencia a ERC. Los dos partidos suman la mayoría necesaria.

Lo mismo pasa a la Diputación de Lleida. ERC está en condiciones de gobernar gracias al apoyo de JxCat, ya que las dos formaciones llegan al umbral necesario para ganar la votación. La suma de ambos llega a los 20 diputados, cuatro veces más que los que tienen el PSC, Cs y los comunes.

Si seguimos en la tierra firme, esta misma alianza independentista servirá para expulsar de la alcaldía de Lleida a los socialistas, que han gobernado durante décadas. Los republicanos, con Miquel Pueyo al frente, ganaron las elecciones por primera vez en cuarenta años. Enterrarán así, definitivamente, la era Àngel Ros.

En Girona, en cambio, es JxCat quien ha quedado por delante. Es cierto que ha perdido apoyos, pero sigue siendo la primera fuerza tanto en el Ayuntamiento, que hasta el 2016 encabezaba Carles Puigdemont, como también en la Diputación. Como en Lleida y Tarragona, se repetirá el acuerdo independentista. Aquí, sin embargo, a favor de JxCat tanto en la capital como a la Diputación.

Sabadell y Terrassa, cara y cruz para el PSC

La sintonía entre socialistas y comunes ha servido para que en Sabadell, que durante los últimos cuatro años ha sido co-gobernado por ERC y la CUP, vuelva a manos del PSC, que históricamente había ostentado el alcaldia hasta que estalló el caso Mercurio, salpicando de lleno a su alcalde Manuel Bustos.

La cruz, en cambio, es Terrassa. Y aquí el papel de los socialistas con el procés vuelve a cobrar una importancia primordial. A raíz del apoyo del PSC a la aplicación del 155 su alcalde Jordi Ballart decidió abandonar. El partido y la alcaldía, que quedó en manos socialistas con un sustituto. Ahora, Ballart se ha presentado con una plataforma en solitario, Tot Terrassa. Y ha ganado las elecciones. Un pacto con ERC lo devolverá a la alcaldía, dejando fuera al PSC.