La pandemia de la Covid ha sido un precedente en el ámbito internacional, ya que, por primera vez, un fenómeno se ha expandido a la velocidad de la luz por todo el mundo para repercutir a todos los ciudadanos. En sólo dos meses, el 40% de la población mundial estaba cerrada en su casa para frenar la propagación del coronavirus. Todo empezó el 31 de diciembre del 2019, cuando China alertó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre una extraña enfermedad que estaba afectando su población. El 23 de enero del 2020, Pekín decidió confinar la ciudad de Wuhan, el epicentro de la enfermedad. Dos meses más tarde, el 28 de marzo, unos 3.000 millones de personas, de los 7.700 de la población mundial, estaba reclusa en su domicilio. Una situación que ha tenido repercusiones sociales, económicas y políticas tanto en el ámbito local como internacional.

¿En este contexto, cuál es el mundo y las relaciones internacionales que nos quedarán después de la pandemia? Eso, precisamente, es lo que intenta responder el documental Bouncing back. World politics after the pandemic (Resurgir. Las relaciones internacionales después de la pandemia) del CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs). El director del documental y también del CIDOB, Pol Morillas, relata que esta situación ha puesto de manifiesto que el sistema internacional no funciona en un mundo donde cada vez los retos son más globales y se requiere una mayor cooperación no sólo entre los Estados, sino también de nuevos actores que reclaman su papel dentro de las relaciones internacionales como las empresas, las ciudades o la población.

¿Por qué escogisteis este nombre para el documental?

La tendencia natural que hay después de cualquier crisis, emergencia o elemento disruptivo, es que se genera un movimiento de resurgimiento y bouncing back quiere decir eso, resurgir. Ahora la cuestión es: ¿este resurgir qué forma toma? Si restauras el mundo un poco tal como era antes o resurges transformando. Si lo haces transformando más que un bouncing back es un bouncing foward porque vas hacia adelante, ya que construyes una cosa nueva. En caso de que mejores alguna cosa, sería la visión de la crisis como oportunidad de repensar algunas de las dinámicas presentes en el mundo. En este sentido, la pandemia nos ha puesto de manifiesto que hay que actuar contra las desigualdades, el cambio climático o la cooperación internacional.

¿En el documental, se muestra que en el 2017 Bill Gates ya alertaba de que teníamos que estar preparados para una posible pandemia, como lo podía saber?

Existen análisis de riesgos y de alerta que muestran, desde la evidencia científica, que a mayor a nivel de deshielo de la capa ártica más posibilitados tenso que bacterias y virus que estaban congelados salgan hacia la atmósfera, cosa que produce que tengan más contactos con humanos y, por lo tanto, causen más pandemias. Otra realidad es la interacción descontrolada entre animales y humanos como ha pasado con el coronavirus, lo que provoca mayores translaciones del virus desde agentes del medio natural, al animal hasta el humano. Desde hace años, la ciencia alerta de estas cuestiones.

¿Entonces, por el que ningún país estaba preparado para una posible pandemia?

La cuestión es, sí una vez tienes estas alertas, como la de Bill Gates, tomas las precauciones para tener la maquinaria a punto para enfrentar la pandemia. En eso, los países asiáticos tenían experiencias como el SARS u otras epidemias que habían tenido anteriormente y, por lo tanto, tuvieron una capacidad de control tanto de la afectación como de la expansión del virus muy mayor. Más allá de la alerta temprana, lo que no tenemos, y seguimos sin tenerlo, es la acción temprana por si eso emerge hacer frente. ¿Por qué? Pues porque siempre es más fácil hacer frente sobre las catástrofes, en este caso la pandemia, cuando se han materializado, que destinar recursos antes de que sucedan. Entonces, por mucho que Bill Gates lo dijera, no había los mecanismos que te traen a la acción. Eso es lo que hemos aprendido, que no sólo necesitas la evidencia científica, sino también la acción política para hacer frente a las pandemias y la capacidad de anticiparte a las tragedias.

¿Así pues, tenemos que estar a punto por futuras crisis sanitarias?

El cambio climático nos dice eso, que tenemos que estar preparados por estos tipos de riesgos, como el de la Covid, volverán tarde o temprano. Estos son los deberes que tenemos como comunidad global: entender la magnitud del fenómeno, conocer sus amenazas, así como poder dar una respuesta política.

Pol Morillas director del CIDOB / cedida CIDOBPol Morillas director del CIDOB / cedida CIDOB

¿Y ahora mismo, estamos preparados por eso?

Todavía tenemos mucho trabajo a hacer con las instituciones internacionales como el refuerzo, por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud (OMS). En cambio, hasta ahora, en lugar de eso, como comunidad internacional hemos tendido a quitarle importancia y recursos. Además, estas organizaciones internacionales, como la OMS, han estado en manos de los intereses de los Estados y no de los globales. Por lo tanto, si queremos estar mejor preparados por la próxima crisis, habrá que destinar muchos más recursos de los que se han invertido hasta ahora en estas instituciones que tienen como objetivo abordar cuestiones de salud global, no desde el ámbito local o nacional. Evidentemente, se han hecho avances en materia de la vacuna, el tratamiento de los datos o en el conocimiento de la pandemia, pero nadie nos dice que la próxima pandemia pueda ser diferente y que, por lo tanto, no sepamos cuál será el remedio en aquel momento. Por eso, se necesitan instituciones robustas que sean capaces de anticiparse los hechos antes de que sucedan. Eso es costoso y políticamente complejo, pero necesario.

¿Cuáles son los efectos a corto y largo plazo de la pandemia?

El debate es siempre si con la vacuna devolveremos a una situación con el modo de vida, trabajo y relaciones como el de antes, con unas lógicas de movilidad internacional y de estructuras sociales como las anteriores. En cierta manera, creo que habrá una tendencia de recuperar lo que se ha perdido en los últimos tiempos. Eso lo veremos con las ferias o acontecimientos internacionales: habrá un boom de querer restablecer estas dinámicas de movilidad y contacto. Ahora bien, lo que habrá cambiado es nuestra interacción con las herramientas digitales, que será más habitual en aquellas profesiones que se lo pueden permitir. Así pues, habrá grupos de población con ciertas profesiones laborales, que se podrán adaptar a este cambio, mientras que de otras profesiones o modos de vida, no. 

¿Qué repercusiones va conllevar esto?

El peligro es que, como pasa en la mayor parte de las crisis, es que mayores segmentos de la población se quede atrás. Aquí viene la recuperación en K, que quiere decir que hay sectores, empresas o actores privilegiados que aprovechan estos cambios para transformarse e, incluso, mejorar, tener más rendimiento y ser más eficientes; por el contrario, otra parte de la población, que es la parte descendente de la K, su capacidad de recuperación es más limitada y, más, si el mundo y las maneras de trabajar cambian. Por ejemplo, los fondos de reconversión de la UE apuestan por la transformación digital y verde. Eso está bien, pero tiene que ir acompañado de la formación y capacitación de los que, en principio, no tienen la posibilidad de engancharse a esta transformación.

¿Eso comporta un incremento de las desigualdades?

Antes habíamos tenido muchos fenómenos globales, pero con la pandemia de Covid es la primera vez que tenemos una afectación global a casi en todos los rincones del mundo, en todo tipo de sociedades y condiciones sociales, que demuestra la gran interdependencia e interconexión entre las sociedades y las economías mundiales. Eso es la primera vez que pasa con esta magnitud. Lo que no ha sido igual son sus efectos, que han sido más fuertes algunos tipos de población que en otros. Lo estamos viendo ahora con la vacuna y su capacidad de ser distribuida que es desigual en todo el mundo. El impacto de la pandemia refuerza las desigualdades y brechas entre estratos socio-económicos.

¿El incremento de estas desigualdades y las diferencias sociales o económicas nos puede llevar hacia un mundo más inseguro?

Cuando hay elementos materiales de desigualdad como, por ejemplo, a raíz de la crisis social y económica del 2008, hay un malestar con razones de fondo muy evidentes. Eso comporta el crecimiento de los populismos, el descrédito de las instituciones, discursos antiélites o desafección de la gobernanza. Todo eso es causado por unos factores reales y existentes. El Fondo Monetario Internacional (FMI) dijo recientemente que, después de la pandemia, es cuando las consecuencias sociales y políticas sean más evidentes en clave de desafección, inestabilidad e inseguridad. Si no se actúa, habrá una mayor inseguridad política, inestabilidad y todo lo que se deriva.

Estados Unidos, la UE o Israel está recaudando, recaudando y recaudando para abastecerse de más dosis de vacunas de las que requiere su población

¿Cómo se puede frenar?

Con el New Deal americano se actuó para frenar las consecuencias socioeconómicas mediante una intervención pública, que consistió en fortalecer las inversiones del Estado en los planes de recuperación. Así pues, cuando hay catástrofes, para evitar el incremento de las desigualdades, se requiere de una intervención decidida. El nacimiento del estado del bienestar o el New Deal es eso y, evidentemente, es un tipo de medida que se tiene que dar en este caso. No podemos olvidar la batalla en el campo de las ideas, pero tampoco en los ámbitos campos socioeconómicos que, a menudo, son el origen y la transformación política.

En el documental se hace una metáfora que con la pandemia, los 193 países iban en un mismo barco, pero cada uno en su cabina sin comunicarse con los otros. ¿Ha faltado cooperación internacional?

Sí, sin embargo, sobre todo, han faltado organizaciones internacionales que los países quisieran empoderar. No podemos imaginar la lógica de un gobierno global, pero lo que sí que estamos buscando es mayor cooperación internacional para dar respuesta a los problemas globales. La foto no es un único gobierno para todos y un solo capitán de la humanidad, pero sí que requieres elementos de cooperación que sean efectivos y fuertes, ya que estas cabinas lea afectan cuestiones que están fuera de ellas y son comunas en todas.

¿Durante la pandemia ha habido más competición que cooperación como, por ejemplo, a la hora de adquirir productos sanitarios?

Hay un elemento de base y es que los Estados que tienen competencias en materia de sanidad o de salud pública, evidentemente, su prioridad es su propia población, que es de donde emana su soberanía. Ahora, la cuestión es: ¿es el cierre o el repliegue nacional la mejor respuesta? Aquí es cuando nos dimos cuenta de que necesitábamos la producción de mascarillas en diferentes lugares y, por lo tanto, la libre circulación de estos bienes porque no los países no les tenían asegurado a escala nacional. Eso está pasando ahora con la vacuna. Los Estados Unidos, la UE o Israel están recabando más dosis de las que requiere su población. Después, te das cuenta de que si no eres capaz de avanzar con la vacunación en otros sitios del mundo, nada te dice que en aquellos lugares donde no ha llegado el tratamiento, no surgirá otra variante para la cual tu vacuna no es efectiva. Así pues, aunque al principio se apueste para el repliegue, la lógica nos lleva hacia la transversalidad y globalidad.

¿Estamos obligados a entendernos entre todos?

Sí, porque el fenómeno es transnacional, es global. La otra opción es que cada uno se encerrara en su casa y que los estados, se proveyeran por ellos mismos, pero eso es irreal en el mundo donde vivimos.

¿Esta lógica de repliegue es la de Donald Trump, Jair Bolsonaro o aquí Vox?

Esta es la receta que estaba antes de la pandemia: mi país primero. Ahora bien, también hemos visto que eso no es posible. En el caso del Brexit, por ejemplo, lo que no ha conseguido cambiar es la geografía del Reino Unido, que sigue teniendo como mercado principal la UE. Por lo tanto, se tenía que llegar a un acuerdo comercial, que replique las condiciones que había anteriormente, pero sin el acceso al mercado único. Entonces, aquí está donde está la falacia de este tipo de discursos, tú puedes querer tu país primero, pero no puedes cambiar las dinámicas con las cuales tu país se mueve y si tu país se mueve en dinámicas globales, mi país primero se acaba convirtiendo en una frase vacía.

Donald Trump Casa Blanca Efe

El expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, el día que abandona la Casa Blanca / EFE

¿Eso es lo que ha pasado con Biden y Trump?

Biden gana porque Trump hace una gestión pésima de la pandemia. Primero la niega, como si no existiera. Ve los casos, las infecciones y las muertes subir y sigue negando la pandemia. Eso, no sólo tiene una afectación sanitaria, sino también socioeconómica. Antes de la pandemia, Trump podía vender que a nivel económico Estados Unidos vivía una buena situación, pero eso le falla con la aparición de la Covid. Todos aquellos líderes que negaban la pandemia y que decían que se tenía que mantener las economías abiertas, han acabado dando pasos atrás y han acabado poniendo medidas restrictivas. Han acabado viendo que la pandemia existe y tiene sus efectos.

¿En el documental se pone el acento que tanto gobierne Biden como Trump seguirá la disputa con China, por qué?

La segunda potencia mundial, China, compite con la primera, los Estados Unidos. Así pues, encontramos el resurgimiento de una potencia que rivaliza en primer plano económico, político, de defensa y seguridad, en todos los ámbitos, a Washington. Por eso, los Estados Unidos vira su preocupación principal hacia el renacimiento de China, su papel en la escena internacional, así como su influencia en las instituciones internacionalse. La cuestión es ¿cómo abordas eso? La nueva presidencia de Biden no tiene unas lógicas basadas en la rivalidad constante con Pekín, como si tenía la de Trump que lo acusaba de ser el causante de la pandemia, pero sí que entiende que es su competidor. También te puedes acercar con la lógica de la cooperación en las cosas que se pueden colaborar como el cambio climático. Aquí está donde hay un cambio entre Biden y Trump.

Hay una geopolítica de la vacuna, que no es sólo una herramienta por|para la salud, sino también de influencia política

¿Qué papel ha jugado China dentro de la pandemia?

Primero jugó su rol de país autoritario porque reprimió las voces que hablaban de la importancia de la pandemia. Por eso, impidió la libertad de expresión relativa a todo lo que sucedía y, como país autoritario, también puso en riesgo la respuesta primera de la pandemia. Una vez la Covid empezó a afectar de manera general en China y expandirse sí que muy rápida su política de contención, de expansión y de control porque ya tenían experiencias previas, así como una capacidad de control digital muy mayor. Su génesis autoritaria también hizo que la OMS no tuviera acceso al país para investigar los orígenes y la propagación. Eso responde la voluntad de China de ser una potencia mundial y, por lo tanto, en su voluntad de incidir en el ámbito internacional es cada vez mayor. Ahora bien, su finalidad es  defender sus propios intereses en lugar de los globales.

¿Qué influencia tiene China en el mundo?

Todo eso, nos lleva hacia la configuración de un orden mundial más multipolar con un crecimiento de China. Eso también lo notamos con la geopolítica de la vacuna, que también lo hace Rusia, que no es sólo una herramienta para la salud, sino también de influencia política.

¿Entiendo que en los países donde ellos proveen las vacunas?

Aquí hay una presencia que se deriva del fortalecimiento de las relaciones diplomáticas, comerciales con aquellos países que son los receptores. Hay una diplomacia de la vacuna que se despliega con su distribución, pero eso no es nuevo y China lo hace desde antes en el ámbito de las inversiones como, por ejemplo, en África hay una lógica de incremento de las inversiones, compra de puerto o de infraestructuras. Eso se basa en tener una mayor presencia económica e incidencia política.

¿Cómo la pandemia ha afectado a las relaciones internacionales?

El mundo que teníamos configurado antes de la pandemia es multipolar, es decir, con diferentes países que quieren incidir de acuerdo con sus intereses nacionales en los asuntos globales, pero ninguno de ellos tiene capacidad de incidir por encima de los otros, que sería un mundo unipolar. Hay varias potencias con capacidad de influir en el ámbito internacional y, eso, lo vemos con la vacuna en Europa, los Estados Unidos, China o Rusia. La cuestión es: si las relaciones internacionales responden sólo en esta lógica de influencia de estas grandes potencias. Si alguna cosa ha quedado clara es que estas potencias por sí solas no tienen capacidad de dar respuesta a todas las cuestiones internacionales como el estado de las tecnologías, el intercambio de información, los flujos comerciales. Ni el mayor Estado tiene la capacidad de controlar lo que hacen las empresas internacionales, las organizaciones de la sociedad civil, las ONG, las regiones, las ciudades, la ciencia o las farmacéuticas, entre otros. Todo eso, son elementos de poder con capacidad de decidir, pero que nos lo estamos perdiendo en un mundo que las organizaciones internacionales se configuran en torno a los Estados.

Sinovac vacuna xina coronavirus EFE

Una sanitaria china manipula las vacunas Sinovac elaboradas en este país / EFE

¿Han aparecido nuevos actores internacionales?

Sí y ya hace tiempo que reclaman su lugar. Lo que pasa es que las estructuras de las instituciones o las relaciones internacionales todavía están muy fundamentadas en una lógica entre los Estados.

¿Cómo tienen que ser las relaciones internacionales postpandemia en este mundo global?

Si el mundo se ha transformado tanto en estas lógicas internacionales y de interdependencia, no podemos seguir con la misma estructura de organizaciones internacionales y multilaterales que se crearon hace 75 años, cuando en el mundo era otro. Es necesaria una reforma en el ámbito global y que haga que estas instituciones no pierdan relevancia, vigencia y eficacia. Eso también pasa en el ámbito europeo. En algún momento tiene que haber un cambio en la toma de decisiones, ya que cuando nació la UE eran seis estados y ahora somos 27. Tiene que haber un cambio de las estructuras. Por ejemplo, en el Consejo de Seguridad de la ONU es muy difícil su cambio porque los Estados que tienen derecho a veto son muy reticentes a perder este beneficio y dejar que otros lo tengan.

¿Cómo se puede hacer eso?

Hay muchas maneras que no sean de renuncia de este derecho como el veto rotatorio o ampliar el número de Estados con veto. Hay muchos mecanismos para encontrar salida a este bloqueo. Lo que está claro es que en el fondo de la cuestión es que si quieres que el Consejo Seguridad sea el reflejo del mundo actual, ya no es sólo con que unos Estados dejen de tener el derecho a veto, sino que tiene que incluir a los nuevos actores internacionales como las empresas o ciudades. En definitiva, ahora, las relaciones internacionales son más plurales que hace décadas y, por lo tanto, las estructuras de poder tienen que ser más plurales e inclusivas.

La ciudadanía tiene más conciencia que la agenda internacional cada vez está más ligada en la doméstica

¿Qué papel tiene que jugar el EU?

Si Europa quiere ser líder y aprender a hablar el lenguaje del poder o ser un actor geopolítico, se tiene que dotar de las capacidades y mecanismos para serlo. Por eso, los estados miembros tienen que entender que su posición en el mundo vendrá determinada por su fortaleza como UE, no en el ámbito nacional. Delante tienen potencias como China, la India, Rusia o los Estados Unidos, en las cuales, cualquier país europeo, incluso los que tienen más poderes como Alemania o Francia, tienen una capacidad relativa de hacerles frente. Así que el primer esfuerzo está en casa. El problema es que la UE está muy fragmentada entre los Estados miembros y en los diferentes ámbitos de poder.

Actualmente, se estan dando manifestaciones en diferentes puntos del mundo, especialmente, de jóvenes que reclaman tener su voz ve en la escena política. ¿Son también unos nuevos actores?

En general, la ciudadanía tiene más conciencia de que la agenda internacional cada vez está más ligada a la doméstica. Ya no se percibe los fenómenos internacionales como una cosa extraña y lejana, sino que tienen repercusión en los fenómenos locales. Se han incrementado los vínculos entre los fenómenos locales e internacionales. La pandemia es una evidencia de todo eso. Por eso, hay una mayor voluntad de la ciudadanía de participar en este ámbito internacional.

BOUNCING BACK cartel documental CIDOB / cedida CIDOBCartel del documental Bouncing back. World politics after the pandemic del CIDOB / imagen cedida por el CIDOB

Una de las conclusiones del documental es que se tiene que construir un mundo con unos nuevos cimientos que se basen en una mayor cooperación entre los actores. ¿Cómo tiene que ser este mundo y cooperación?

Pues es la gran pregunta, como lo llevamos a cabo. La pregunta es que el cómo será el mundo postpandemia: si pasará por una transformación tan radical que no se parecerá al anterior o será gradual. Yo creo que será más bien como una evolución, que una revolución. Un buen sitio por donde empezar es el refuerzo de la cooperación internacional en aquellos ámbitos que se han visto más tocados por la pandemia como es la salud global. No podemos esperar un cambio de la noche a la mañana de cómo serán las relaciones internacionales, por lo cual volveremos a muchas de las cuestiones que teníamos antes y los problemas de antes seguirán existiendo. Ahora si dentro de estos cambios, hay evoluciones que refuerzan la cooperación en ámbitos temáticos concretos y hacen avanzar la agenda global.

 

Imagen principal: El director del CIDOB, Pol Morillas / cedida por el CIDOB