El economista Santiago Niño Becerra ha advertido que, después de la Gran Depresión de 1929, se decidió que los mercados no podían caer, y por eso se crearon los estímulos a la economía. "Esta es una de las cosas que se aprendió de la Depresión: los mercados aunque estuvieran inflados como globos, no tenían que caer, por eso se pusieron en marcha las anfetas. El problema es que la capacidad de un globo para ser inflado no es infinita", ha señalado. El economista también ha explicado lo que habría pasado sin lo que él denomina las "anfetas". "Imagínense un cataclismo bursátil como el de 1929: un montón de millonarios arruinados, ahora más que entonces porque hay más. Y las repercusiones que eso tendría sobre la economía real: el capital de algunas compañías podría llegar a costar cero", ha añadido.

Niño Becerra ha adjuntado un artículo del diario El País, que señala que las crisis aumentan las desigualdades y se las enquistan. "En España y en muchas otras economías desarrolladas la concentración de la riqueza ha ido aumentando en los últimos años: el 1% más rico tiene a manos del 17% de la renta nacional, ante el 13% que la detentaba en el 2007, antes de la Gran Recesión. Los segmentos más humildes y con trabajos menos calificados fueron las más golpeadas por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, y aunque estaban recuperando terreno en los últimos años todavía no habían conseguido recuperar el nivel de ingresos cuando llegó la emergencia sanitaria. "El estallido de la pandemia de la covid-19 frenó este proceso de recuperación y la evidencia más reciente apunta a un aumento de la desigualdad de ingresos", señala el diario citando el estudio Desigualdad de la Renta y Redistribución en España: Nueva Evidencia a partir de la Metodología del World Inequality Lab, publicado este miércoles por el think tank EsadeEcPol.

Según el estudio, eso se produce porque para el 1% con más dinero, las rentas del trabajo (es decir, salarios, pensiones y paro) suponen menos del 35% de sus ingresos, a causa del mayor peso del capital financiero sobre el total de la riqueza. Para el resto de la población, en cambio, los ingresos procedentes de la actividad económica representan entre un 65% y un 85%. El estudio argumenta que los impuestos, las transferencias sociales y el consumo público como la sanidad y la educación sólo reducen en parte la desigualdad. "En el 2019 el 50% más pobre tenía un 14% y un 17% antes y después de redistribución, respectivamente. Sin embargo, los patrones de desigualdad no varían sustancialmente a través de la acción redistributiva del Estado", señala.