Cuando en 1998 nació su hijo no se imaginaba que diez años más tarde presentaría, y perdería, un recurso en el Tribunal Europeo de Estrasburgo para poder registrar correctamente el nombre de Martí. Y es que al tercero de los hijos de Alà Baylac-Ferrer le ha sido denegado, en diferentes instancias de la judicatura francesa, inscribir el acento cerrado de la "í" al no pertenecer este carácter al alfabeto francófono. Para Francia, Martí se llama Marti.

La predilección para escoger un nombre de origen catalán no es fruto del azar. Baylac-Ferrer es director del Instituto Francocatalà Transfronterer de la Universitat de Perpiñán y uno de los principales impulsores del activismo en la Catalunya Nord. De hecho, Baylac-Ferrer también tiene un hijo con un nombre de procedencia catalana, Joan. Con él, sin embargo, no ha habido ningún problema porque no lleva ningún carácter ajeno al alfabeto francés.

Justo hacía unos días que Martí había salido de la placenta cuando chocaron con el primer obstáculo al registro de Estado Civil. En el momento de firmar la documentación, Baylac-Ferrer se dio cuenta de que había desaparecido el acento del nombre de su hijo. La justificación del registrador era que el carácter no aparecía en el teclado del ordenador, y que por lo tanto, no tenía la potestad de añadir el acento. Entonces, Baylac-Ferrer pidió que escribieran el acento a bolígrafo en el papel, pero tampoco accedieron porque, según el registrador, se trataría de un expediente falso. Ante la perplejidad de la situación, el padre presentó un recurso al procurador de la República, esperanzado que se impusiera el sentido común. No obstante, la contestación que recibió fue categórica: "En Francia todo se hace en francés."

Seguidamente recurrió la resolución al Tribunal Administrativo de Perpiñán, pero la balanza tampoco se decantó a su favor. La argumentación que esgrimieron decía que aquello se trataba de una "ilegalidad" teniendo en cuenta el marco legislativo francés. Baylac-Ferrer no se rindió y prosiguió su camino jurídico hasta el Tribunal de Apelación de Montpellier, donde pidió que se invalidara la sentencia precedente. Allí se ampararon en el artículo 2 de la Constitución, por la cual todos los actos de estado civil se tienen que hacer en francés, a la hora de denegarle la petición.

El siguiente paso fue el Tribunal de Casación de París, la última etapa dentro del marco jurídico francés. Este hecho supuso un coste extra de unos 4.000 euros para el Baylac-Ferrer, ya que se trata de una institución en la cual los abogados requieren una precisa especialización. De nada sirvió, porque la resolución expresaba la obligatoriedad de cumplimiento del alfabeto francés.

La sentencia del Tribunal Europeo

Y el círculo no se cerró hasta llegar a la sentencia definitiva del Tribunal Europeo, en la cual admitieron parte de razón. Sin embargo, desde Estrasburgo consideraron que el agravio no era suficiente como para dictar una sentencia a que obligara en el Estado francés a escribir correctamente el nombre de Martí.

Después de todo, Baylac-Ferrer percibe Francia como un estado "hostil y reticente" en cuanto a los derechos lingüísticos. La conclusión que se desprende de estos 10 años de proceso es como si hubiera puesto en peligro la estabilidad institucional de Francia" concluye el padre de Martí.