En lo alto de la escalera noble del Parlament estan los despachos del Govern. Es un espacio dividido en dos partes: a la derecha el despacho del president y una sala de reuniones. A la izquierda, el del vicepresident. En este punto se concentró este jueves el epicentro de la que hasta ahora ha sido la peor crisis que ha tenido que superar el Govern Torra.

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Se trata de una situación paradójica, teniendo en cuenta que el Govern funciona de momento sin problemas y que la tormenta se desencadenó en el Parlament, pero lo cierto es que el terremoto adquirió tal magnitud que obligó al president y el vicepresident a arremangarse y asumir el protagonismo de las conversaciones.

Nadie se molestó en esconder la gravedad de la situación. De hecho, era una crisis anunciada. Lo había dejado claro la tensión entre JxCat y ERC, perfectamente visible -y audible- en los pasillos de la Cámara, era evidente en la desbordada irritación de los republicanos ante lo que consideraba un engaño por parte de los socios y la igualmente intensa réplica de los responsables del grupo de Carles Puigdemont asegurando que ellos siempre han dicho que nunca aceptarán que el president en el exilio deje el acta de diputado.

Auto de Llarena

El origen de la tormenta está en el auto del juez Pablo Llarena del mes de julio ordenante la suspensión temporal de los diputados encarcelados por el 1-O y de Carles Puigdemont.

Después de semanas de discusión -que congelaron los plenos desde julio hasta el 2 de octubre-, JxCat y ERC acordaron una resolución con dos puntos, el primero tenía que dejar claro que el pleno rechazaba la suspensión de los diputados; el segundo fijaba que mientras dure la situación provocada por la causa, los diputados pueden "designar" otro miembro del grupo para que asuma sus funciones.

A pesar de los aspavientos de Ciutadans, esta fórmula fue interpretada por la oposición y por buena parte de la prensa como una aceptación por la puerta del detrás de las suspensiones que reclama el juez. Al mismo tiempo, sin embargo, permitía a las fuerzas independentistas afirmar que los diputados no habían sido suspendidos dado que sólo el Parlament puede suspender a sus miembros.

Crisis JxCat-ERC

La declaración se aprobó el martes por la mañana. Aquel mismo día, una vez ya se había puesto en marcha el debate de política general con la intervención de Quim Torra ante el pleno, ERC presentó un escrito a la Mesa en que Oriol Junqueras y Raül Romeva designaban al responsable del grupo republicano, Sergi Sabrià, para ejercer sus derechos. Era el paso previo para poder votar el jueves las resoluciones posteriores al debate de política general. La sorpresa saltó en los despachos de ERC cuando se supo que JxCat no designaría a nadie para asumir las funciones de sus diputados encausados sino que se limitaría a delegar el voto, igual que había hecho desde el mes de mayo, ignorando la resolución del juez.

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El enfrentamiento entre el republicano Sabrià y el vicepresidente del Parlament, Josep Costa, recorrió los pasillos y estalló ruidosamente en los despachos, mientras el presidente del Parlament, Roger Torrent, atravesaba el edificio para ir a pedir explicaciones al grupo. Eso era el martes por la noche.

La tensión no aflojó al día siguiente, miércoles, segunda jornada del debate de política general. La Mesa dio por recibida la designación de Sabrià para asumir los derechos de Junqueras y Romeva, pero no concluyó nada sobre un escrito del responsable del grupo de JxCat, Albert Batet, comunicando la delegación de voto de los diputados encausados. Los letrados advirtieron que no era suficiente, que el auto del juez había cambiado la situación, y el presidente del Parlament reclamó un escrito firmado por los diputados afectados para cerrar el debate.

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El miércoles por la noche, sin embargo, tampoco se consiguió una solución. La discusión continuó cada vez más encendida puertas adentro y se siguió exhibiendo sin ambages por los pasillos, donde los periodistas buscaban explicaciones de unos y otros. Nadie escondía las posiciones aparentemente irreconciliables. Por la noche, Puigdemont insistía desde Amsterdam en que el Parlament había decidido no suspenderlos y que mantendrían sus escaños.

Con las espadas en alto llegó el jueves, tercera jornada del debate de política general. El día que se tenían que votar las propuestas y por lo tanto había que desvanecer qualquier duda sobre quién y cómo podía votar. La reunión de la Mesa convocada para al mediodía se encontró en la misma situación en que había quedado el día anterior y sin salida posible.

El presidente, Roger Torrent, se quedó en minoría proponiendo un plazo de una hora para que JxCat presentara un escrito firmado por los encausados. JxCat y C's por razones diametralmente diferentes se opusieron y el presidente, sin el apoyo de la mayoría de la Mesa, levantó la reunión sin acuerdo. Los diputados recibieron un mensaje que el pleno que tenía que empezar se aplazaba hasta nueva orden.

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Con el hemiciclo vacío y la prensa descorcertada en los pasillos, el núcleo del debate se desplazó a los despachos del Govern. Decenas de cámaras se encargaban de registrar minuciosamente las entradas y salidas constantes de miembros del Gobierno y de los grupos parlamentarios.

Fueron horas de discusiones, de reuniones por separado en los despachos de Torra y de Aragonés, y de encuentros comunes; de idas y venidas en los despachos y en los grupos; de una comida a base de bocadillos de jamón, queso o tortilla -la especialidad del bar del Parlament- regado con coca colas y agua...

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A primera hora de la tarde, los responsable del grupo, Albert Batet, y el conseller Damià Calvet convocaron a una reunión a los diputados de JxCat, algunos de los cuales habían aprovechado para ir a comer, para anunciarles que se había alcanzado un principio de acuerdo.

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Las conversaciones continuaron en el despacho del Govern para concretar la salida. En el último tramo se sumó el presidente de la Cámara, que a las cuatro salió para asegurar que había acuerdo: La Mesa aceptaría el escrito de delegación de voto de Batet, en el que se haría referencia a la resolución del martes, y JxCat añadiría los escritos firmado por sus diputados encausados. El republicano Sergi Sabrià y el portavoz de JxCat, Eduard Pujol, anunciaron la buenanueva en una rueda de prensa. No tardaría mucho en saltar todo de nuevo por los aires.

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El problema surgió minutos más tarde, cuando la Mesa se reunió para rubricar la salida pactada y tuvo que votar. El resultado fue cuatro votos a favor y tres en contra, con un nuevo aviso de los letrados y mociones de reconsideración de PSC, Cs y PP, que obligaron a una nueva reunión de la Mesa para aceptar a trámite las iniciatives, la Junta de Portavoces para debatirlas, y de nuevo la Mesa.

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El peso de la decisión cayó, por lo tanto, de nuevo en la enèsima reunión de la Mesa, pero estalló con toda su contundencia a la posterior Junta de Portavoces.

Emoción de Alamany

Allí se sintieron los reproches del vicepresidente Josep Costa contra el letrado mayor, Joan Ridao. Pero el momento en que la tensión se condensó hasta la lágrima fue cuando tomó la palabra la líder de los Comunes, Elisenda Alamany. La diputada morada, visiblemente dolida después de que su grupo había avalado la resolución que rechazaba la suspensión de los diputados y la puerta de salida encarnada en el "diputado designado", acusó a los independentistas de jugar con el país y tensionarlo. Ante la emoción de Alamany, según diferentes asistentes a la reunión, se hizo un silencio, que rompió el popular Santi Rodríguez, aconsejando los diputados independentistas aprovechar la fórmula del diputado designado, que permitiría a cada uno defender el relato y evitaría devolver a la situación de la anterior legislatura.

La reunión de la Junta de Portavoces provocó un efecto y los diputados decidieron darse un tiempo. La Mesa que tenía que seguir a la reunión de la Junta se desconvocó. El pleno del Parlament, también. Los diputados dejaban un paréntesis hasta el martes próximo para concluir el debate de política general. Antes de abandonar el palau del parque de la Ciutadella, Torrent se reunió en los despachos de ERC con sus diputados para explicarles la situación.

Reunión noctura

No obstante, las reuniones entre las responsables independentistas todavía continuaron hasta la noche, cuando el Parlament estaba ya cerrado a la prensa: Torra, la conseller Elsa Artadi, Batet, por parte de JxCat, Aragonés, el conseller Ernest Maragall y Sabrià, por parte de Esquerra. Se evaluaron los daños en el acuerdo de Govern y fue allí donde se acordó una comparecencia conjunta el viernes por la mañana en el palau de la Generalitat.

Tampoco el contenido de la comparecencia fue senzillo. El viernes, pasadas las diez de la mañana, Torra y Aragonés se reunían en el salón Torres Garcia para abordar la situación, los respectivos equipos preparaban -por separado- el contenido del texto, unos en los despachos de Presidencia, los otros en las dependencias que el vicepresident tiene en el Saló Sant Jordi del palau de la Generalitat.

El trabajo de intercambio de papeles y enmiendas en el texto lo acabaron los dos equipos juntos, delante de un ordenador hasta conseguir cerrar la declaración. Finalmente lo presentaron en el salón Torres Garcia con los dos máximos responsables del Govern.

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Reformular el acuerdo de legislatura

Entre las dos partes existía una cierta coincidencia en la perplejidad por el hecho de que sea el Govern quien tenga que hacer una declaración a raíz de la división que explosionó en el Parlament. A pesar de ello, según fuentes presentes en la reunión, los republicanos llegaron incluso a proponer que se declarara que el acuerdo de legislatura no ha funcionado y se tenía que "reformular" para que fuera más efectivo ante los embates del Estado. JxCat lo desestimó.

Entre debates y enmiendas al texto, la comparecencia que tenía que ser entre las once y media y las doce empezó casi a la una.

Cuando los dos máximos responsables del ejecutivo comparecieron ante la prensa leyeron un texto dividido en dos partes. Cada uno se hizo responsable de la suya e incorporó el mensaje que quería transmitir.

La parte que leyó Aragonès, admite que los mecanismos de coordinación son mejorables y hay que definirlos con "más concreción". El vicepresidente también subrayó la necesidad de garantizar una doble agenda, en qué se dé respuesta a las necesidades de los ciudadanos y al mismo tiempo qué se pueda garantizar que Catalunya decida su futuro en libertad.

Caducidad de Sánchez

Una raya en el texto que se pasó a la prensa separa la parte que leyó Torra. El president recordó que el pleno del martes aprobó no aceptar las suspensiones de los diputados e insistió en la fecha de caducidad del gobierno de Pedro Sánchez, uno de los puntos que había incluido al president en el discurso del debate de política general y que también levantó chispas en las relaciones con ERC y parte del PDeCAT.

Cada uno defendió sus posiciones, el vicepresident marcó perfil propio, el president remachó las sus compromisos del debate de política general... Y lo que se convirtió en el titular de la comparecencia, es decir, que los socios se habían conjurado para que el acuerdo de Govern resistiera hasta la sentencia, no aparece en el texto.

Con todo ello, la semana se ha convertido en una auténtica prueba de estrés en el Parlament de las relaciones entre JxCat y ERC. Y en el trasfondo ha quedado el convencimiento de los presentes que la crisis a penas se aplaza, pero volverá. De momento, el martes, la Mesa del Parlament tendrá que asumir el voto delegado de los diputados de JxCat. De nuevo, por lo tanto, la tormenta se prepara sobre la Ciutadella.