Una ruidosa grieta ha aparecido hoy en la unidad, que con mayor o menor solidez en función del momento, había conseguido blindar el independentismo durante estos meses. La decisión del presidente del Parlament, Roger Torrent, de aplazar el pleno de investidura del president Carles Puigdemont ha provocado un enorme enojo en Junts per Catalunya, que no había recibido ningún aviso previo de la decisión, y también en la CUP, que inmediatamente ha reclamado la convocatoria del debate por "lealtad".

Los diputados de JuntsxCat abandonaron anoche el palacio del Parlament convencidos de que habían cerrado un acuerdo para hacer posible hoy la investidura. También la CUP, que habían centrado sus exigencias en las líneas programáticas, contaban con que esta tarde se haría la votación.

Cuando a las nueve y media el presidente del Parlament ha convocado una comparecencia en la sala de audiencias ninguno de los dos grupos sabía qué tenía intención de anunciar. No lo sabían los miembros de Junts per Catalunya que forman parte de la Mesa. La única noticia que tenían de Torrent era que la habitual reunión que celebran los dos grupos independentistas media hora antes de la reunión del órgano de gobierno del Parlament había sido desconvocada.

Tampoco lo sabía el mismo Puigdemont, aunque fuentes de ERC aseguran que Torrent intentó contactar con él antes de anunciarlo pero el president no le cogió el teléfono porque no lo tenía registrado y no podía identificar quién le llamaba.

A partir de aquel momento, los reproches han empezado a volar por los pasillos de la Cámara y al atril de la sala de prensa. Si JuntsxCat se queja de que no se les había comunicado la voluntad de aplazar el pleno, los republicanos se muestran dolidos por la carta que Puigdemont había hecho llegar a Torrent el día antes emplazándolo a tomar las medidas necesarias para hacer posible la investidura.

Después de meses de contención ante las diferencias estratégicas y un malestar que se arrastra desde la campaña del 21-D, la desavenencias públicas se han hecho más que evidentes, mientras los grupos de la oposición exhiben la satisfacción por el choque independentista.