Hacerse famosa por pedir el exterminio de los judíos. Este es el resumen del perfil, hasta ahora anónimo, de Isabel Peralta. A sus 18 años, encabezó el turno de parlamentos en el homenaje a la División Azul en el cementerio de la Almudena en Madrid este fin de semana. Las palabras que la Fiscalía ha decidido investigar finalmente y que pronunció son estas: "Es nuestra suprema obligación luchar por España y por una Europa ahora débil y liquidada por el enemigo, el enemigo que siempre va a ser el mismo, aunque con diferentes máscaras: el judío. Porque nada hay más preciso que esta afirmación: el judío es el culpable".

Las barbaridades no acaban aquí, pero esta es la punta del iceberg que lo ha puesto de manifiesto. Sin cumplir las normas sanitarias, con discursos de odio y fascistas y autorizados por la delegación del Gobierno en Madrid de Pedro Sánchez, la prensa europea se ha preguntado cómo pudo celebrarse un acto como este en España. En una entrevista en el diario El Español, Peralta se reafirma en sus convicciones: "En Alemania, siendo un 1% de la población, el 99% de los cargos públicos estaban en manos de procedencia judía en época de entreguerras. Yo los considero culpables de muchas de las situaciones e injusticias que sufre el mundo, como el capitalismo".

Su perfil: escucha Wagner y "no es macarra"

La joven estudiante de la Universidad Complutense de Madrid reitera que se siente "orgullosa" de sus palabras y se define como una "fascista partidaria de un régimen socialista". Su referente es Ramiro Ledesma Ramos, fundador de las JONS y, a pesar de que se escucharon proclamas a favor de Hitler en la Almudena, ella niega que sea nazi, porque no cree "que sea una macarra, sino una persona que escucha a Wagner". Esta fascista también marca diferencias con Vox, quiere ir más allá y no se considera de derechas como Santiago Abascal, pero sí admira, como evidencia en su Twitter, algunos perfiles de esta formación de ultraderecha: Rocío Monasterio o Javier Ortega Smith.

Peralta se siente una incomprendida y está convencida de que acabará en la prisión a pesar de desear una guerra "ideológica sin metralletas". Pero no tiene miedo, porque es un "prejuicio burgués" y no piensa pedir perdón a nadie. Por todo ello, ya ha roto vínculos familiares. Vive sola, explica que su padre "ha intentado por todos los medios que no fuera fascista" e incluso le tiraba los libros, "no quería de ningún modo que siguiera esta ideología". Por este motivo, la echó de casa. "No tolera mi ideología", señala.