"Esta legislatura ya no tiene más recorrido político". El destino ha querido que el inicio de la campaña electoral coincida con el día en que hace un año Quim Torra daba por agotado su Govern. El 29 de enero de 2020 los planes pasaban por convocar elecciones aquella primavera, una vez validados los presupuestos de la Generalitat gracias al apoyo de los comunes. La irrupción de la pandemia un mes después sacudió el tablero político y condenó a JxCat y ERC a seguir conviviendo a pesar del divorcio. La legislatura la acabó finiquitando en septiembre el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya con la inhabilitación del president Torra. Y es el mismo TSJC quien se reserva la potestad de acabar aplazando las elecciones a media campaña.

Esta medianoche se pone en marcha, oficialmente, la campaña más inédita e incierta de la historia reciente de Catalunya. Si el 1-O fueron las porras, esta vez la amenaza es microscópica. El riesgo de que el electorado opte por quedarse en casa por miedo al contagio marcará las elecciones. De hecho, es uno de los principales argumentos por los que el Govern de la Generalitat insiste en la necesidad de suspender los comicios y dejarlos para la primavera, cuando previsiblemente la situación epidemiológica será, cuando menos, un poco mejor gracias a la vacuna.

Si meses atrás la mayoría de encuestas auguraban una victoria cómoda de ERC, dos rivales han ido recortando distancias. Ahora, los sondeos platean un escenario mucho más abierto, donde los republicanos se disputarán el primer cajón del podio con el PSC y JxCat. Ninguno de ellos tendrá mayoría absoluta y la aritmética, el 15 de febrero, envenenará los pactos electorales en un Parlament que puede acabar siendo el más fragmentado de la historia.

Vía amplia vs. confrontación inteligente

A lo largo de la última década la pugna entre las fuerzas políticas catalanas ha pivotado sobre el eje nacional, desdibujando a menudo las fronteras ideológicas entre partidos. El azote de la pandemia y la crisis económica y social que se derivan vuelven a situar el eje izquierda derecha encima de la mesa.

El lema escogido por Esquerra Republicana es la mejor prueba. Lo descubrirán esta noche y se centrará en la apuesta firme por la gestión del día a día, el famoso mientras tanto. La carta de presentación de los republicanos: erigirse como el independentismo inclusivo, realista y netamente de izquierdas. Como en cada campaña, los republicanos empiezan afirmando que no quieren entrar en el cuerpo a cuerpo con JxCat. Eso sí, siempre que no se los provoque. La estrategia pasa por desacreditar el programa de los socios sin llegar a mencionarlos. A lo largo de las últimas semanas, los dirigentes de ERC se han hartado de criticar a los que quieren ser "pocos y puros" y se dedican a "vender humo". No ponen nombre, pero se entiende todo. Coincidiendo con el pistoletazo de salida de la campaña, Oriol Junqueras podrá empezar a salir de la prisión al haber cumplido un cuarto de la pena. En ERC guardan este as para poder jugarlo y que el hombre fuerte del partido acompañe a su sustituto como presidenciable, Pere Aragonès.

A diferencia de la tónica habitual en los últimos tiempos, Junts per Catalunya evitará polemizar con los socios de ERC. Los de Puigdemont, que vuelve a encabezar simbólicamente la lista esta vez sin la promesa de volver para hacer de president, se han propuesto dejar en standby la batalla con ERC para concentrarse en cargar contra el nuevo adversario, el PSC. En cualquier caso, con la exposición de su hoja de ruta habrá implícita una enmienda a la totalidad a la propuesta de los republicanos. Mientras la candidata efectiva, Laura Borràs, defiende que con el 50% de los votos el 14-F el independentismo ya podría desconnectar de España, en ERC están en contra. Consideran que hacen falta repetidas victorias por más de la mitad de los votos y, en paralelo, ir ganando aliados en sectores estratégicos dentro y fuera del país.

El 14-F habrá más papeletas independentistas que nunca. La nueva candidata de la CUP, Dolors Sabater, ha tendido la mano para entrar a formar parte del Govern. La oferta de la exalcaldesa de Badalona ha incomodado a las bases del partido, que la han forzado a endurecer el discurso.

Los anticapitalistas tendrán su contrapunto dentro del independentismo con el PDeCAT. Después de la negociación fallida para construir una candidatura conjunta con JxCat, los postconvergentes han optado por probar suerte en solitario con la exconsellera Àngels Chacón. Cuentan con el apoyo del expresident Artur Mas e integran en la lista a la exvicepresidenta Joana Ortega y el exconseller Mas-Colell. Casi ninguna encuesta les otorga representación.

Sánchez se arremanga para impulsar el efecto Illa

El PSC ha sido el único partido catalán que no comulgaba con el aplazamiento electoral que acordaron el resto de partidos y el Govern. Finalmente, la decisión del TSJC de mantener la fecha del 14-F a la espera de un veredicto que podría llegar a media campaña, beneficia a los socialistas, que el penúltimo día de 2020 anunciaron un cambio de cabeza de lista: Illa por Iceta.

La operación, tramada hace meses, pasa por aprovechar el tirón del ministro de Sanidad después del inicio de la campaña de vacunación para presentarlo como el "president que Catalunya necesita". Lo han bautizado como efecto Illa. Ahora bien, los problemas logísticos surgidos con la vacuna y la crudeza de la tercera ola pueden hacer tropezar a los socialistas.

Pedro Sánchez se volcará en la campaña catalana. El fin de semana pasado ya trasladó a Barcelona el comité federal del PSOE para ungir a Illa. Y lo seguirá haciendo a lo largo de los próximos quince días. El presidente español viajará a Catalunya hasta cinco veces en dos semanas para participar en los mítines del PSC. No será lo único, también lo harán las tres vicepresidentas del PSOE y tres ministros.

Desembarco de líderes estatales

Como Sánchez, los presidentes del PP y Ciutadans desembarcarán también en Catalunya para hacer campaña con sus candidatos catalanes. Pablo Casado apoyará a Alejandro Fernández, mientras que Inés Arrimadas acompañará en varias ocasiones a Carlos Carrizosa, que apartó a Lorena Roldán como presidenciable aunque había ganado las primarias del partido. Una decisión que ha llevado a Roldán a fichar para los populares e integrarse en su candidatura.

Los pronósticos para ambas formaciones son grises. Vox podría comerle terreno al PP, que ha quedado atrapado entre erigirse como el voto útil y pasarse de frenazo como la ultraderecha. Cs, que todavía hoy es la fuerza más votada en Catalunya, no tiene ninguna opción de quedar entre las tres primeras fuerzas.

En el lado opuesto, los comunes han quedado descolocados con la candidatura de Salvador Illa. Su cabeza de lista, Jéssica Albiach, apuesta abiertamente por un tripartito con el PSC y ERC y se postula como la rótula que puede hacer encajar las dos piezas. Colau e Iglesias serán los revulsivos de su campaña.

¿A quién castiga la abstención?

En las últimas elecciones en el Parlament, las que se celebraron el 21-D de 2017 en plena aplicación del artículo 155, registraron una participación récord, de casi el 80%. Un factor que fue determinante para la victoria de Ciutadans. 

La gran incógnita es saber a quién puede perjudicar más una elevada abstención. La teoría haría pensar que a quien más puede afectar el miedo es a los ciudadanos de edad más avanzada. Y eso podría restar apoyo a partidos como el PSC o JxCat, que habitualmente cuentan con una bolsa de votantes más envejecida. Ahora bien, aparte del temor al virus, hay que añadir el desánimo y la fatiga que se han instalado en la sociedad catalana. Y eso puede ser especialmente perjudicial para el independentismo, con buena parte de su electorado harto de las batallas internas entre JxCat y ERC. Habrá que ver si este cansancio conduce o no a una desmovilización. En el otro lado, sin embargo, también puede pasar factura a los partidos contrarios a la independencia la percepción que el independentismo no es ahora una amenaza real a corto plazo como sí sucedió en el 2017. El hecho de que no haya riesgo inminente de separación puede frenar a aquellos que en el momento álgido del procés votaron para evitar la independencia.

Los precedentes de elecciones celebradas en plena pandemia indican que, efectivamente, el coronavirus castiga la participación. Así, por ejemplo, en las autonómicas que se hicieron en Euskadi y Galicia el 12 de julio —tras haberlas aplazado por la voracidad de la primera ola— la abstención alcanzó récords históricos, rozando el 50%. Concretamente, en el País Vasco se quedó en casa el 49,2% del censo, y en Galicia el 41,2%. Los datos son todavía más abrumadores si nos fijamos en qué ha pasado en Portugal. En las presidenciales del pasado fin de semana la abstención llegó al 60%.