Ya hace tiempo que se habla de conceptos como fake news o bulos. Las noticias falsas no son nada nuevo. Existen prácticamente desde que existe la política y el periodismo. Ya hay casos de muchos siglos atrás, en el Imperio Romano. Pero con la proliferación de las redes sociales y el auge de los populismos han dado un salto exponencial. Y no sólo pasa en los Estados Unidos de Donald Trump o en el Reino Unido del Brexit. Las campañas de desinformación han entrado, con fuerza, en la política española. Incluso se ha convertido en una forma de hacer política contra el adversario (ya sea Podemos o Catalunya). Especialmente por parte de la extrema derecha, pero no sólo. Estos últimos días ha habido multitud de ejemplos. Probablemente el caso más paradigmático sea el de las declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, en The Guardian sobre la ganadería española.

¿Qué dijo exactamente el dirigente de Unidas Podemos? El diario británico titulaba que, según el ministro, los españoles tendrían que comer menos carne para limitar el cambio climático. Dentro, Garzón hacía una distinción entre la "ganadera extensiva" y la "ganadería industrial". Primero hacía una defensa de la agricultura extensiva: "Es una ganadería ecológicamente sostenible y que tiene mucho peso en determinadas regiones de España como Asturias, parte de Castilla y León, incluso de Andalucía y Extremadura". Y lo contraponía con la industrial: "La que no es en ningún momento sostenible es la de los llamadas macrogranjas. Cogen un pueblo de la España despoblada, meten 4.000 cabezas de ganado, o 5.000 o 10.000, contaminan los suelos, contaminan el agua y después exportan esa carne de peor calidad de animales maltratados".

Unas declaraciones que, a priori, no tendrían que desentonar. En clara sintonía con la hemeroteca del mismo presidente Pedro Sánchez, que lo defendía en un vídeo grabado en las puertas de las elecciones del 10-N del 2019: "Tenemos que reflexionar sobre la reducción del consumo de carne, apostar por la ganadería ecológica, de menor escala y gran valor ambiental y social, que genere puestos de trabajo en el mundo rural". Incluso el PSOE de Castilla-La Mancha ha aprobado esta semana una moratoria para impedir nuevas macrogranjas. De la misma manera, están en sintonía con lo que ha venido defendiendo el PP. También en Castilla-la Mancha, los populares hicieron campaña en Twitter contra la ganadería industrial, apoyando la plataforma Stop Macrogranjas y alertando de las consecuencias que las macrogranjas podían provocar en la salud pública. Estos tuits, curiosamente, han sido borrados esta semana.

Entonces, ¿cómo se ha creado toda la polémica? El artículo de The Guardian, con las declaraciones de Alberto Garzón, fue publicado el 26 de diciembre del año pasado. Pero no fue hasta ocho días después, el 3 de enero, que un medio del sector cárnico (Revista Cárnica) recuperó las palabras del ministro de Consumo totalmente descontextualizadas. "Garzón afirma en The Guardian que España exporta carne de mala calidad de animales maltratados", titulaba en una "noticia" que ni siquiera se refería a la parte de la agricultura intensiva que defendía el dirigente de Unidas Podemos. No es el primer artículo de Cárnica, lobby de la industria de la carne, contra Garzón. Hace tan sólo dos meses publicaba otro: "Dos medias pechugas en un libro de 40 recetas: Esta es toda la aportación cárnica del ministro Garzón en el menú de los españoles". Y ha hecho de altavoz de todo tipo de críticas al ministro. En los últimos días, catorce artículos contra él.

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Desde entonces, después de una noticia tergiversada recuperada ocho días después, la bola no ha parado de hacerse grande. Desde el primer minuto, toda la derecha y la extrema derecha, aunque fuera intentando borrar su propia hemeroteca, salió en tromba contra Garzón, como era previsible. El mismo PP ha puesto en marcha la campaña, estilo ayusista, "Más ganadería, menos comunismo." Y con puestas en escena surrealistas, como Pablo Casado desplazándose este viernes a una granja extensiva (las que defendió Garzón en The Guardian) para criticar a Garzón. El líder del PP empezó despotricando del ministro de Consumo y acabó hablando de los muertos del comunismo en la Unión Soviética y Camboya. Lo mismo han hecho Ciudadanos, la extrema derecha de Vox y los barones socialistas habituales, como el aragonés Javier Lambán o el castellanomanchego a Emiliano García Page (el mismo que esta semana aprobaba la moratoria a las macrogranjas). "Cuando uno mete la pata, lo que tiene que hacer es sacarla", le decía Page, además de invitarlo a visitar una fábrica a su tierra para que "pueda comer embutidos".

Lo más inesperado ha llegado esta semana, cuando desde la misma Moncloa dieron carta de veracidad a la noticia fabricada por una revista de la industria cárnica. Lo hizo el presidente Pedro Sánchez el lunes en una entrevista en la cadena SER, donde desautorizaba a su ministro de Consumo y "lamentó" de forma reiterada sus declaraciones, porque no casaba "con la realidad del sector" en España. Todo esto después de que Unidas Podemos ya denunciara que se trataba de un bulo. La guinda la puso al día siguiente el ministro de Agricultura, Luis Planas, que hasta entonces se había quedado en silencio. Estuvo toda la entrevista en Onda Cero enmendando al dirigente de Izquierda Unida. Y se produjo un momento bastante sintomático al final de la conversación. El presentador, Carlos Alsina, le soltó: "Después de escucharlo llego a la conclusión de que la persona que ocupa el Ministerio de Consumo es la menos indicada por este cargo". Y el ministro de Agricultura se quedó en silencio unos segundos para responder: "Ningún comentario por mi parte".

Este es un caso de desinformación prácticamente de manual, donde una noticia directamente falsa acaba dominando el debate político –todavía duran las consecuencias– y acaba arrastrando a todo el mundo, incluso al PSOE. Tampoco es la primera vez que Sánchez lo hace. Ya desautorizó a Alberto Garzón cuando, en julio del año pasado, el ministro de Consumo se limitó a apostar por la reducción del consumo de carne, tal como dicen los organismos internacionales. La derecha inició una campaña, denunciando que supuestamente quería prohibir el consumo de carne. Y el presidente del Gobierno reaccionó con una ocurrencia: "¿Qué queréis que os diga? A mí donde me pongan un chuletón al punto... Eso es imbatible".

El manual de Ciudadanos

Otro caso bastante representativo de los últimos días tiene que ver con Catalunya y con la lengua, uno de los frentes de conflicto por excelencia de la política española. Tuvo lugar en TV3 (¿dónde si no?). En la versión infantil del programa Atrpa'm si pots (un concurso en catalán sobre léxico catalán, equiparable a Pasapalabra en castellano). La pregunta era "de qué cereal está hecha la pasta italiana más tradicional". La concursante, Júlia, no sabía la respuesta en catalán –o no la sabía directamente– y preguntó si podía responder en castellano. "No, aquí eso sí que no. Es un concurso de TV3 en catalán y tenemos que responder en catalán", le respondió el presentador Llucià Ferrer, con más habilidad o menos. Entonces la joven de 14 años intentó con "cereal" y la respuesta era "blat". E inmediatamente después saltó la concursante con "trigo". Una anécdota que en aquel momento pasó desapercibida.

De hecho, no fue hasta una semana después de que lo recuperó Jesús Martín, un concejal de Ciudadanos en l'Hospitalet de Llobregat, que lo tuiteó en su cuenta: "Prohibido responder en castellano en TV3. Ni para decir trigo". A continuación vino un titular descontextualizado del diario 20 Minutos: "Un presentador de TV3 impide responder en castellano a una niña en un concurso". Y la bola se fue haciendo grande hasta que lo remató Inés Arrimadas: "En TV3 entrevistan a Otegi y bromean con agredir guardias civiles pero les parece intolerable responder en castellano en un programa infantil". Se sumaron también el PP y la extrema derecha de Vox. Tan grande hizo la bola que la madre de Júlia denunciaba, en declaraciones a RAC1, cómo se había construido un caso de la nada para hacer un uso político y cómo se había expuesto públicamente su hija, que lo estaba pasando muy mal.

Ya se ha visto en otros casos este patrón de titulares sesgados en prensa y reacciones desmesuradas de dirigentes políticos. Se vio en el caso de los maestros de Sant Andreu de la Barca, a quienes se acusó de humillar en clase a los hijos de guardias civiles. Fue el ultra Javier Negre, entonces en las páginas del diario El Mundo, quien los expuso con fotografías suyas y el titular "los 9 maestros catalanas de la infamia". Una publicación que aprovechó insistentemente el entonces líder del partido, Albert Rivera, para situarles en la diana y reclamando contundencia al Gobierno. Finalmente, el caso fue archivado por los tribunales. Pero con la campaña de la derecha política y mediática el daño ya estaba hecho y los maestros ya habían pagado las consecuencias en su vida personal.

En el terreno de la extrema derecha

Pero si alguien se mueve bien en la desinformación es la extrema derecha. Es su terreno de juego preferido, en Estados Unidos, en Europa y también en España con Vox. Es interesante el análisis que ha hecho el medio independiente Al descubierto en su artículo sobre "los bulos que Vox ha intentado que creas en este 2021". Hay de todo, desde falsas agresiones a guardias civiles por parte de izquierdosos (era un seguidor de Abascal) hasta los carteles contra los MENA que supuestamente cuestan 4.700 euros al mes, pasando por el caso de la supuesta mujer mayor expulsada de su casa por su cuidadora marroquí. Y tantos otros. Porque es en el terreno de las noticias falsas donde se mueve mejor. Después no hace falta rectificarlas, sino pasar a la siguiente.