La Ley de Memoria Democrática reconoce expresamente como víctimas del franquismo a los españoles deportados a campos de concentración nazis, la mayoría de ellos exiliados en Francia tras la Guerra Civil, cuyos familiares lamentan el "silencio" y la falta de apoyo del Estado español durante décadas. "Me considero víctima del franquismo porque he sufrido mucho (...) quedarme sin mis padres fue lo que más sufrí", asegura a EFE Eufemio García, de 88 años. Su familia se trasladó de Madrid a Barcelona al comienzo de la Guerra Civil y más tarde se exilió a Francia, concretamente al campo de refugiados de Angulema, de donde salió el 20 de agosto de 1940 el famoso convoy con los 927 primeros españoles que fueron deportados a Mauthausen, entre los que viajaba Eufemio con sus padres, su hermana y una tía.

Eufemio se libró de acabar en el campo de concentración por tener seis años, menos de los catorce requeridos para ingresar, pero no volvió a ver a su padre, del mismo nombre, que fue el único miembro de la familia que acabó en manos de los nazis y no sobrevivió al encierro. Un encierro que, como el padre de Eufemio, sufrieron los cerca de 9.000 españoles que fueron deportados a campos de concentración nazis a partir de 1940, durante la ofensiva alemana en Francia en la Segunda Guerra Mundial, sin que la dictadura de Francisco Franco hiciera nada para remediarlo.

Historias silenciadas durante la dictadura

"Algunos dicen que la memoria es para abrir heridas, pero la memoria no abre heridas. La memoria es recordar las heridas que tenemos abiertas", comenta Eufemio, que tras regresar a España fue separado de su madre y vivió durante años sin mencionar el trágico destino de su padre porque "no se podía hablar de nada". Con el tiempo, empezó a investigar por su cuenta la historia de los españoles deportados a campos nazis, llegó a recibir una indemnización por parte del gobierno francés e incluso visitó Mauthausen en 2011 para poner una placa en recuerdo a su padre, pero lamenta que el Estado español no le haya dado "nada" en estos años.

También denuncia esta falta de apoyo Esther Calcerrada, cuyo tío abuelo, Enrique Calcerrada, fue deportado desde su exilio en Francia al campo de concentración de Mauthausen en enero de 1941 y luego, hasta 1945, al de Gusen. "Enrique logró sobrevivir, tuvo esa suerte", comenta Esther, que se enteró de la tragedia que había vivido su tío abuelo leyendo en 2005 un libro que él mismo escribió desde su nueva vida en libertad en Francia, poco antes de morir, para relatar su experiencia como prisionero de los nazis. Esther no pudo conocer a su tío abuelo con vida, pero gracias a este libro que acaba de reeditar se ha puesto en contacto con el hijo de Enrique, una experiencia que para ella ha sido muy "reparadora".

"Aunque parezca mentira, es algo bastante común con las víctimas del franquismo que los propios familiares no sepamos muchas veces qué ha ocurrido con nuestros antepasados por ese silencio de 40 años de dictadura (...) los que queremos sacar a la luz estas historias muchas veces resultamos incómodos", comenta.

Placas en recuerdo a los deportados

Eufemio y Esther visitan con frecuencia las placas instaladas en Madrid en recuerdo a sus familiares gracias a una iniciativa importada de Alemania por Isabel Martínez y Jesús Rodríguez. "Para muchas familias, sobre todo de los que fueron asesinados en los campos y no tuvieron un duelo, es como poner una lápida (...) tienen un sitio donde ir a ver a su familiar y llevar unas flores", cuenta Isabel, que subraya además la importancia de crear una red y un "vínculo de pertenencia" entre familias que han sufrido lo mismo. Ella y su pareja se encargan de sufragar los gastos de fabricación y envío de las placas Stolpersteine, que tienen que encargar al artista alemán que las ideó, y cuentan con la colaboración del Ayuntamiento de Madrid para instalarlas en el suelo frente a aquellos edificios donde vivieron o trabajaron las víctimas.

Esta iniciativa está presente en cerca de una treintena de países y solo en España se ha extendido por más de cien localidades, fundamentalmente por Catalunya y la ciudad de Madrid, donde ya hay 53 placas instaladas y otro medio centenar pendiente de colocar. "Sin los familiares no hubiera sido posible este proyecto", dice Jesús, que agradece su ayuda en la labor de investigación previa.

La ayuda de un historiador

Otra pieza fundamental en esta red es la del historiador Benito Bermejo, autor de 'Libro memorial: españoles deportados a los campos nazis (1940-1945)', que reúne datos sobre más de 8.700 personas, con cuyas familias ha llegado a establecer contacto. "La mayoría fueron exiliados que huyeron tras la Guerra Civil para evitar las consecuencias de haber estado entre los perdedores", explica a EFE el historiador, que certifica así la doble condición de víctimas de estos españoles, primero por parte del franquismo y luego del nazismo. Calcula que de los cerca de 9.000 españoles deportados a campos de concentración nazis la mayoría, más de 7.000, acabaron en Mauthausen y hubo en total alrededor de 3.000 supervivientes, aunque a día de hoy "seguramente no queda nadie" con vida.

"Apoyo material a las familias (por parte del Estado español) no ha habido absolutamente ninguno", denuncia Bermejo, que con su trabajo trata de sacar a la luz y poner nombres y apellidos a uno de los episodios más oscuros y olvidados de la historia de España.