Ahora hace cuatro meses, durante el debate de investidura, Gabriel Rufián envió un aviso a navegantes: "Sin diálogo no hay legislatura". Se tenía que constituir una mesa bilateral entre el Estado y la Generalitat y entonces no había una mayoría alternativa a la de la moción de censura. Cuatro meses más tarde, en plena gestión centralista del coronavirus, el jefe de filas de ERC en Madrid ha reiterado la misma advertencia: "Sin diálogo, simplemente, no hay legislatura". La diferencia es que ahora el comandante único Pedro Sánchez sí tiene alternativa: puede prescindir de sus compromisos con Catalunya si las cosas se tuercen. Desde aquella primera reunión en La Moncloa, no se ha sabido nada más de la mesa bilateral entre el Estado y la Generalitat.

La semana que acaba es la de la ruptura de la mayoría que hizo posible la moción de censura y la primera investidura fructífera de Pedro Sánchez. Ha sido dinamitada. Ante la pérdida de apoyos fundamentales, que hacían inviable la cuarta prórroga del estado de alarma, el Gobierno decidió finalmente mirar hacia la derecha. Allí encontró Inés Arrimadas, en su tercer día de reinado en un partido que busca la supervivencia. Los dos sellaron un acuerdo, horas antes del pleno del Congreso, que tienen al menos predisposición de prolongar en el tiempo. El PNV, barriendo hacia casa, puso los pocos votos que faltaban. Según transmiten desde Calàbria, los contactos con ERC, a través de los vicepresidentes Carmen Calvo y Pere Aragonès, fueron meramente protocolarios, sin nada concreto encima de la mesa.

La nueva alianza con Ciudadanos dinamita la mayoría de la moción de censura y la investidura

Paréntesis de la batalla de la derecha. Ciudadanos ha visto su oportunidad y no lo ha desperdiciado. En sólo tres días, Arrimadas convirtió a sus 10 diputados en más útiles que los 57 que obtuvo Albert Rivera ahora hace un año. El gran perdedor ha sido el PP de Pablo Casado, arrastrado por la extrema derecha de Vox en su acción política, que protagonizó la escena más absurda de la semana: primero amagó con votar en contra y después anunció una abstención cuándo sus votos ya eran totalmente irrelevantes. Por el camino, ha resucitado a Ciudadanos, que ha sellado un acuerdo con La Moncloa cuyos términos son propios de un socio de legislatura, con reuniones semanales de seguimiento entre las dos partes.

Desde la prisión de Lledoners, el mismo Oriol Junqueras ha instado a Pedro Sánchez a escoger entre ERC y Ciudadanos. La respuesta de La Moncloa: los dos. Con todas las contradicciones y riesgos, el Gobierno de coalición ha optado por la geometría variable. En palabras de la portavoz María Jesús Montero este viernes, "la mayoría que este gobierno contó para la investidura y las diferentes leyes tiene vocación de poder ampliarse". Este mismo sábado, en su comparecencia semanal, era el mismo presidente español quien rechazaba la dicotomía entre un socio u otro. En pleno giro estratégico, Arrimadas no ha descartado apoyar una quinta prórroga del esta de alarma, confirmado la predisposición a la perdurabilidad.

Sánchez ha encontrado su oasis en el centralismo, desde el que gestiona la grave crisis del coronavirus. Desde el primer día recentralizó las competencias e impuso el mando único, que todavía se ha negado a soltar en favor de las autoridades que conocen el territorio. Las conferencias de presidentes autonómicos se han convertido en un escaparate donde el presidente español expone lo que previamente ya ha decidido y en la mayoría de veces anunciado el día anterior desde la sala de prensa de La Moncloa. A pesar de la "cogobernanza", el Estado sigue teniendo la última palabra en todo el proceso.

La última palabra del Estado

Seguramente el caso más comentado y más sonado ha sido el de la presidenta de la Comunidad de Madrid, la popular Isabel Díaz Ayuso, a quien el Ministerio le ha negado pasar a fase 1 a pesar de haberlo pedido. Aún siendo el principal foco de la pandemia en España. Pero también han acabado pagando las consecuencias los mismos dirigentes autonómicos socialistas. Que se lo pregunten al presidente del País Valencià, Ximo Puig, que ha visto cómo Salvador Illa le ha negado el cambio de fase de todo su territorio a pesar de tener buenas cifras. Puig propuso los 24 departamentos de salud valencianos, y el Ministerio sólo lo ha permitido en 10 de estos territorios.

Contra la descentralización de ERC

La exigencia de ERC era muy simple: que la gestión de la desescalada se pudiera hacer desde el mismo territorio, sin mando único, con plenitud de competencias de los gobiernos autonómicos. Es decir, la descentralización de la que hace bandera el PSOE. En todo momento se mostraron dispuestos a negociar con el gobierno de coalición para reconducir el no hacia una abstención. Pero en Calàbria hay la sensación de que los socialistas llegaron tarde, mal y siempre de cara a la galería (como a la misma crisis del coronavirus). De hecho, la información de las llamadas fue difundida por el mismo equipo de Carmen Calvo. No son tiempos para declaraciones de Granada y Barcelona.

 

 

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