A los diarios de bien se les presentaba hoy una oportunidad de oro para comparar a dos familias en dificultades. Las dos son, seguramente, incomparables, pero el tratamiento que les dan los diarios sí lo es. Por una parte, la familia real española, aturdida por las revelaciones sobre los tejemanejes crematísticos y fiscales de Juan Carlos que investiga la Fiscalía suiza. De la otra, la familia Pujol Ferrusola, a quien la Audiencia Nacional, tras seis años de instrucción, por fin les ha formado causa y les acusa "de organización criminal" para enriquecerse.

En el caso de la familia Borbón, a los diarios de papel, que es de lo que aquí se trata, les costó casi un mes decir alguna cosa desde el momento que aparecieron las primeras informaciones sobre la investigación en Suiza. Siempre en tono defensivo, con mucho cuidado en separar lo que denominan "la institución" de "las personas" —una contorsión destacable, dado que la institución misma es hereditaria y, por lo tanto, familiar— y muchas exhortaciones a recordar el pasado de servicio a España del emérito Juan Carlos, etcétera.

En el caso de la familia Pujol Ferrusola, los mismos diarios han servido estos seis años de parrilla para asar a cada miembro de la familia, sin distinguir entre romanos y cartagineses, y sin ninguna alusión al pasado de servicio del patriarca Jordi.

Si el veredicto se construyera sobre las portadas dedicadas a una y otra familia, la real quedaría cubierta y protegida de los "pecadillos" del emérito —que es como llaman ahora a las acusaciones de blanqueo de capitales si llevas corona. La otra familia ya hace años que está condenada, aunque aún tengan que juzgarla, porque la instrucción es justamente lo que hay que probar en la vista pública, que —casualmente, ni que decir tiene—, tendrá altibajos proporcionales a otros asuntos públicos que convenga disfrazar porque son de mal conocer.

Que al complicarse la cosa para el rey emérito saltara la causa de los Pujol ha sido todo un déjà-vu de aquellos tiempos del procés en que, a cada pronunciamiento del Govern o del Parlament en dirección al referéndum del 1-O, a cada patinazo jurídico o político, etcétera, seguía un registro, emitido en directo, a los Pujol, o a cualquier dirigente independentista, o un hallazgo decisivo relacionado con el 3% o cosa parecida. Al día siguiente, el registro, la detención o el hallazgo seguían su camino en las portadas de la buena prensa. Pronóstico: con el juicio a los Pujol pasará lo mismo. Hoy es sólo el primer día. Las portadas hablan de los Pujol como reos —bueno o malo, es lo que son— y los Borbones aparecen presidiendo un homenaje a las víctimas de la Covid-19 que parecía hecho a mayor gloria de Felipe VI. Da en qué pensar.

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