Ya no está Albert Rivera, e Inés Arrimadas ha conseguido quedarse. Eso sí, por el camino Ciudadanos se ha convertido en un partido inútil en el sentido estricto del diccionario. El 10 de noviembre la formación quedó a las puertas del Grupo Mixto y su hombre fuerte saltó por los aires. Desde entonces, sus diez escaños han servido para muy poco. Paradójicamente, el coronavirus se ha convertido en su único salvavidas. Ahora dispone de un respiro, un poco de espacio para volver a ser la muleta que el régimen quería que fuera. Este camino tiene oportunidades, pero también riesgos y contradicciones. Habrá que ver si acaba saliendo adelante o acaba siguiendo los pasos de la absorbida UPyD. El congreso para pasar la página de Rivera, el único presidente que ha tenido la formación, ya está en marcha,

Este jueves ha empezado finalmente la asamblea general de Ciudadanos, que se tenía que celebrar el pasado mes de marzo y acabó aplazándose como consecuencia del estado de alarma por el coronavirus. En este contexto, será el primer congreso telemático de la historia de la democracia española. Servirá para dejar atrás diez años del partido bajo un hiperliderazgo. El nuevo liderazgo está claro: Arrimadas, también sin contrapesos internos, arrasó con el 76% de los votos de la militancia. La ejecutiva también es de su cuerda. Estos días servirán para aprobar los estatutos y, sobre todo, la estrategia. La pandemia ha vuelto a situar en el mapa el "viaje al centro" iniciado desde la marcha de Rivera. Puede ser su revulsivo para un partido desbaratado, si sabe jugar bien las pocas cartas de las que dispone.

Un análisis DAFO permite detectar sus oportunidades. En primer lugar, que siguen ostentando poder: son los socios de coalición imprescindible en Madrid, Andalucía, Murcia y Castilla-León. También disponen de espacio en el centro político, una posición que según las encuestas anhelan los españoles y que hasta ahora ha acaparado todo el PSOE. A favor tiene que Pablo Casado juega en otra liga, haciendo golpes de volante y compitiendo con Vox por el espacio de la extrema derecha. Es la oportunidad por Arrimadas para marcar perfil propio y diferenciarse del PP. Por eso no paran de tender la mano al PSOE de Pedro Sánchez, con quien meses antes se negaban a reunirse.

Pero sigue habiendo un lastre: la foto de Colón. Si todavía mantienen alguna cuota a las instituciones es sobre todo a remolque del PP y dejándose arrastrar por la extrema derecha de Vox, cuyos votos necesitan para mantenerse en el poder. No son pocos los que advierten del peligro de absorción por parte de Casado. "Existe un riesgo claro", avisaba Xavier Pericay, uno de sus fundadores de Cs, en una entrevista en ElNacional.cat.

Con Arrimadas, hay un cambio claro de estrategia: ahora sí que se puede pactar con Sánchez. La línea roja ha pasado a ser Iglesias. Aunque el informe de gestión presentado hoy evita toda autocrítica, argumentando que mantuvieron una promesa, el partido ya se mueve en otras coordenadas. Una vez decapitado el padre, Arrimadas probó suerte con la "vía 221" para la investidura, donde sus diez escaños eran irrelevantes. Y en el transcurso de la pandemia no han dejado de "tender" la mano y aprobarle casi todo al PSOE. Fue de los primeros a sumarse a los Pactos de la Moncloa 2.0. Ahora, en la desescalada, podrían aprovechar el vacío que dejan los socios de Sánchez y el PP después de una gestión de la pandemia desastrosa. Después vendrá el debate de los presupuestos del Estado, sobre el que se prevén presiones del sistema para un cambio de alianzas.

La estrategia de Arrimadas parece clara, "volver al centro", si es que realmente se han ubicado nunca allí. El CIS sopla a favor de Ciudadanos, que remonta del 6,8% de voto del 10-N a un 7,6% en el último barómetro del mes de abril. También la sitúa como la segunda líder política mejor valorada, sólo superada por Pedro Sánchez. El principal handicap es que ya no tienen el músculo que tenían antes. Y que la fotografía de Colón, hoy por hoy, todavía les persigue. Tendrá que enterrar del todo el legado de una década de Albert Rivera. Matar definitivamente al padre.

 

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