Xavier Pericay (Barcelona, 1956) es el único de los intelectuales fundadores de Ciudadanos que decidió implicarse activamente en la actividad del partido. Y duró cinco años, durante los cuales fue el portavoz en el Parlamento balear y miembro de la ejecutiva estatal de la formación. Siete meses después de abandonar todas sus responsabilidades, y antes del congreso del partido, publica el libro ¡Vamos? Una temporada en política (Editorial Sloper), donde repasa gran parte de los errores estratégicos y organizativos de un partido en ciertos puntos caudillista. Ahora ya no se considera ni "militante", sino simplemente "cotizante", porque lo único que hace es pagar la cuota. No se sabe todavía si a fondo perdido.

¿Por qué ha decidido escribir este libro? ¿Quería cobrarse alguna factura pendiente?
No. Lo he hecho primero porque soy escritor. Los escritores escribimos. Y porque creo que era mi deber incluso moral como ciudadano explicar qué había pasado. Mucha gente, cuando perdí las primarias, me paraba por la calle y me pregunta qué había pasado, que cómo era posible que Madrid lo hubiera permitido... El libro es una respuesta a eso. Y también es una reflexión sobre la política hoy, hecha por una persona que no viene de este mundo. Son unas memorias, no un ensayo político, aunque las memorias tienen una parte de ensayo político.

¿Ha sido casual que salga justo antes del congreso o quería influir?
¿Casual? Para nada. Ha sido voluntario. Por eso el título tiene ese interrogante... Es el lema de las campañas del año 2019. Es una reflexión sobre el camino que ha emprendido el partido y las causas que hicieron que este camino fuera un camino equivocado.

¿Qué falló el 10 de noviembre?
El 10-N falló todo lo que no había funcionado antes. Nos habíamos convertido en un partido que no era útil para la gran mayoría de ciudadanos. Todavía hqy muchos que votaron el 10-N por Ciudadanos, pero cuando tú pierdes dos millones y medio de votos, es que alguna cosa realmente has hecho mal. Simplemente habíamos dejado de ser útiles, de ser creíbles. Por lo tanto, la gente vota otras cosas o se va a la abstención. Unos 800.000 votos que no fueron a ningún otro partido. Es el nicho de esperanza. Si hay un cambio visible de manera de hacer política, debería ser recuperable. Por eso he hecho el libro, para contribuir al debate. Los que se han marchado a otras fuerzas costará más.

Abandonó el partido mucho antes del 10-N, en julio del año pasado. ¿Ya se lo veía venir?
Bueno, no lo abandoné; abandoné todos los cargos. Pero ahora soy cotizante, no militante. Estoy afiliado y pago, nada más. Y efectivamente, eso lo hice el 6 de julio. Y el libro lo empecé el 1 de agosto. Lo empecé ignorando lo que pasaría el 10-N. Es evidente que las cosas no iban bien. Pero nadie se imaginaba en julio o en agosto que pudieran ir tan mal como para que finalmente no hubiera una legislatura.

Rivera parecía obstinado...
Es obvio que el error estratégico fue el de no querer ni siquiera intentar hacer ver que queríamos pactar con el PSOE. La política muy a menudo consiste en simulacros. Este es un error estratégico de Albert Rivera, sin duda. El presidente del partido era el que decidía, el que convencía a los que estaban a su lado, de que no acostumbraban a llevarle nunca la contraria.

Rivera era el que decidía y los que estaban a su lado no acostumbraban a llevarle nunca la contraria

Él lo era todo...
Es otro de los problemas del partido, y eso tiene relación sobre todo con la falta de contrapesos internos. Es un partido, y me temo que continuará así, donde se deciden las cosas desde arriba de todo y después se trasladan hacia abajo. Este "arriba de todo" ni siquiera es el comité ejecutivo, del que yo formaba parte. Hay cosas ni las llegamos a decidir. Se hacía de una manera mecánica, sin grandes posibilidades para el debate. La decisión primera que tomaba el presidente del partido es la que iba a misa. Este fue otro de los problemas. Si un líder político no tiene al lado alguien que le lleva la contraria, mal asunto. Sobre todo cuando las cosas iban bien, hasta la moción de censura, el líder iba pensando siempre que todo lo que hacía es lo que se tenía que hacer.

¿No era así Ciudadanos cuando usted decidió implicarse orgánicamente?
Sí. Yo orgánicamente entré el año 2015. Evidentemente funcionaba así, que es como había funcionado en Catalunya y en la fase de expansión en toda España. Este es un partido que sólo había tenido un presidente. Y que tenía un núcleo en torno al presidente, que era el núcleo de Catalunya, que se trasladaba a la política española. No es que no hubiera otros dirigentes, pero no tenían el mismo peso. Y sueño los que continúan allí. Dificilmente cambiará la estructura. Puede cambiar un poco la estrategia de pactos, pero la estructura no cambiará si el aparato se impone en la asamblea.

Dice que Albert Rivera no toleraba las críticas. ¿Me podría poner un ejemplo en carne propia?
En carne propia, no. Mi relación con él creo que fue siempre buena y respetuosa. No tengo nada que decir a nivel personal. Ahora bien, evidentemente, yo puedo criticarle políticamente. Lo digo más bien por lo que se veía en el comité ejecutivo y por las maneras de hacer. La misma actitud de no querer escuchar a los otros. Sólo escuchaba a los otros cuando le daban la razón. Eso se vio cuando se planteaba cambiar la estrategia de no absoluto al PSOE. La manera de reaccionar del presidente fue no sólo no escuchar las críticas internas, hasta el punto que algunos se fueron, sino tampoco escuchar nada de lo que pasaba fuera. Él había decidido una cosa y no estaba dispuesto a escuchar nada más. La crítica no sólo es hacia Albert Rivera, sino que hacia toda la gente que le rodeaba y no fue capaz de hacerle ver que no podía seguir así.

Usted ha dicho que la foto de Colón fue un error. ¿Por la vía de los hechos, Ciudadanos se ha convertido en el partido de derechas que no quería ser?
No, Ciudadanos no es un partido de derechas. Lo que pasa es que, al final en política, los aliados también cuentan. Si coges el programa del PP y Cs en Andalucía, no es un programa de derechas. Es liberal en muchas cosas que lo podría haber firmado perfectamente el PSOE. ¿Cuál es el problema? Que hay otra fuerza política, que se llama Vox, que no forma parte del gobierno pero que es necesaria para que pueda existir. No creo que sea un error, porque en Andalucía hacía falta un cambio. El problema de tener que contar con los votos de Vox es que Vox quiere su peaje. Aquí es donde se complica la gobernabilidad.

¿No es peligroso ir de la mano de esta gente?
Ese es el problema. El problema es saber cuál es el precio. Si el precio es tan grande, quizás nos habríamos tenido que plantear, en Murcia por ejemplo, llegar a un pacto con el PSOE.

Nos habríamos tenido que plantear pactos con el PSOE, como en Murcia

¿Se tendría que haber planteado en Murcia este acuerdo?
Sí. Lo que pasa es que el partido decidió una política de pactos cogiendo al PP como socio preferente. Eso lo aplicó en todas las comunidades y ayuntamientos donde se podía producir. El problema es la tercera pata, Vox. Si no votaba por el cambio, aunque no formara parte del gobierno, no salía. Insisto: mientras no afecte al programa de los dos partidos, no es un problema. El problema es cuando hay una serie de medidas que vienen a cambio de este apoyo.

Como el veto parental de Murcia...
Por ejemplo. Es un error. Una cosa es que haya casos de adoctrinamiento en la enseñanza, que los hay y no sólo por cuestiones nacionalistas, sino también por razones de orden moral. Pero esta no es la manera de resolverlo. La manera es una mayor transparencia e información a tiempo, a través de los conductos normales. No creo que sea asumible que el padre pueda decidir unilateralmente en función de lo que dice un profesor si va a clase o no.

¿Es una estrategia acertada la coalición con el PP que se plantea en Catalunya, País Vasco y Galicia?
Yo no lo acabo de ver. Entiendo las urgencias electorales, pero creo que este no es el momento para que este partido tome estas decisiones. Con una comisión gestora, en un periodo precongresual... Entre otras cosas, porque son decisiones que primero toma un núcleo muy reducido, que cada vez lo es más, pero decantan mucho el partido hacia un lado. El partido ya está decantado. ¿Qué ganamos? La posibilidad de conseguir a algún representante que, si no, no tendrías. ¿Qué gana el PP? Lo único que quiere es que se acabe disolviendo Cs dentro suyo.

¿Este riesgo de absorción existe?
Claro que existe, aunque el partido diga que ni de broma. Una cosa es lo que digan y otra lo que pueda pasar. Cuando tú tienes un 1% y pico de expectativas electorales en el País Vasco, si te regalan uno o dos diputados, encantado de la vida. Ahora bien, das una imagen no de sumisión, que quizás es excesivo, pero sí de haberte decantado de manera clara hacia la derecha. Nuestro partido tenía una base electoral de centro-izquierda no nacionalista, que en algún caso ya ha perdido. ¿Qué pasará con todo eso en el futuro? ¿Dónde irá a parar?

Y la incoherencia de plantear un paquete de tres y acabar cargándoselo en la primera de cambio...
La sensación que tienes a veces con este partido es que se dice una cosa y al cabo de una semana se dice la contraria. Pero no creo que esta coalición represente ningún resultado positivo más. En Catalunya, en encuestas, vemos que la suma no mejora los resultados que se darían por separado. ¿De qué sirve aferrarse al PP si ni siquiera haces crecer los escaños? Esto tendría que haber producido un debate interno dentro del partido, pero ni siquiera eso.

Rivera y todos nos creímos las encuestas que lo hacían presidente

¿Cambiará algo con Arrimadas al frente del partido?
La respuesta es muy sencilla. El año 2019 teníamos a Albert Rivera como el mejor candidato posible, y en cambio pasó lo que pasó. En este momento nadie discute que Arrimadas es la mejor candidata posible. Eso no impide que se pueda repetir lo que pasó con Rivera. ¿Por qué? Por errores de estrategia pero también por errores de organización interna, de falta de contrapesos.

Algunas encuestas situaron en su momento a Albert Rivera como presidente del Gobierno. ¿Él se las creyó y de aquí viene el gran mal?
Se las creyó él y nos las creímos todos, como mínimo los que estábamos en el comité ejecutivo. Lo que pasa que estas encuestas iban vinculadas al declive del PP de Rajoy. Con la moción de censura cambió todo eso y apareció un señor que se llamaba Pablo Casado, con un perfil completamente diferente. También cuando el poder pasó a manos de un Pedro Sánchez, que le daba igual cualquier tipo de pacto mientras se mantuviera allí. El presidente del partido no quiso entender que las cosas habían cambiado. El objetivo era el sorpasso al PP, y nos decantó de manera excesiva hacia el centroderecha, cuando el partido desde el punto de vista fundacional era transversal entre el centroderecha y el centroizquierda no nacionalistas.